sábado, 9 de septiembre de 2023

Colombia: Del Gran Acuerdo Nacional a la reconciliación

 El Gran Acuerdo Nacional debe concertarse, pero su objetivo no puede ser desmantelar su proyecto de transformación social con el que Petro ganó las elecciones.

Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América

En medio de la exacerbación de las tensiones entre el gobierno y sus contradictores, la discusión mediática sobre un acuerdo nacional volvió a ponerse en primer plano. Hace dos semanas la revista Cambio convocó al foro “El acuerdo nacional: el camino hacia la paz grande” y reunió a un número importante de figuras de distintos sectores: empresarial, gobierno, oposición, negociadores de paz, militares, Iglesia, comunicadores. 
 
En su conversación de apertura del foro con Patricia Lara, el padre Francisco de Roux puso un punto bastante alto. Habló de la Paz grande, de la cual haría parte la Paz total. Insistió en las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, la reparación a las víctimas y la restitución de tierras y en la necesidad de reconocer que la guerra no solucionó ningún problema sino los agravó todos.
 
Cuando se refirió al acuerdo nacional frente a la desigualdad, se preguntó por qué la economía de mercado llevó a la exclusión de la mayoría de la población. Llamó a no postergar la decisión institucional y política de salir del narcotráfico y de las economías criminales que lo acompañan.
 
Habló de emprender transformaciones del modelo de desarrollo de manera que incluya al campesinado, etnias y juventudes de territorios abandonados y barriadas populares. Propuso que la seguridad se centre en la paz y en la presencia eficaz del Estado en las regiones.
 
En la síntesis del evento, presentada por Martha Ruiz, periodista y ex integrante de la Comisión de la Verdad, se destacan varios puntos de confluencia. El acuerdo no es una opción sino una necesidad. Debe hacerse sin exclusiones, en torno a dos asuntos centrales: el fin de la violencia y enfrentar la desigualdad y la exclusión.
 
Adicionalmente deberían garantizarse la gobernabilidad, los diálogos del gobierno con los grupos armados y un pacto con las regiones afectadas, señala. No se puede dejar de lado el tema ambiental. Se llamó también a moderar el lenguaje y la pugnacidad y a superar la estigmatización del contrario.
 
Asimismo, destaca algunos puntos importantes de desacuerdo que se evidenciaron en el foro: la posición frente a la Paz total y el diálogo con los grupos criminales; frente a la política de seguridad y al camino para enfrentar el narcotráfico.
 
Finalmente, en las conclusiones del foro, Mauricio Rodríguez, exdirector de Portafolio y ex primer cuñado de la nación, insiste en la búsqueda de la paz como piedra angular del acuerdo, una tarea que debe despolitizarse. En una postura más aséptica, por decir lo menos, destaca el papel de los medios de comunicación en la formación de buenos ciudadanos, “mediante su tarea de informar, analizar y opinar con independencia”.
 
Aunque reconoce que el modelo económico requiere algunos ajustes, insiste en que sus pilares deben seguir siendo “la libertad económica, el respeto e impulso a la iniciativa privada y la economía de mercado”. Hasta aquí el recuento de las acuerdos y desacuerdos expresados en el foro.
 
En otro evento, el miércoles pasado, el presidente Petro despertó nuevamente la polémica sobre el tema. Sucedió en los Montes de María, una de las zonas más golpeadas por el conflicto armado. En esta ocasión, la Agencia Nacional de Tierras entregó 780 hectáreas a 272 familias víctimas del conflicto armado y a un grupo de reincorporados de las antiguas FARC.
 
El presidente se refirió a la masacre de El Salado, una de las más sangrientas del país, ocurrida 23 años atrás. Señaló allí que el acuerdo nacional debía ser, entre otras cosas, para devolverle la tierra a los campesinos y campesinas, reconocer sus derechos, restituirles su dignidad.
 
No se trata de expropiar tierras, como dicen los opositores, señaló. Se trata de darle acceso al campesinado a la tierra con base en la Constitución, de darles seguridad jurídica sobre su propiedad, de la cual fueron despojados a sangre y fuego por el paramilitarismo, aliado con el Ejército y el gobierno.
 
Puso énfasis en la necesidad de agilizar los procesos de restitución de tierras, el cumplimiento de las sentencias judiciales archivadas, al tiempo que destacó la importancia de la jurisdicción agraria para hacer que la justicia sea la antesala de la paz. 
 
Es decir, el acuerdo nacional debe basarse en la reconciliación y la restitución de los derechos del campesinado. Se refirió entonces a la poderosa empresa Argos, que se quedó con la tierra de las familias desplazadas, fruto de la masacre, y ha desconocido 22 sentencias judiciales que la obligan a restituirla.
 
De inmediato, como era previsible, saltó la extrema derecha, sus voceros, dirigentes, expresidentes y sus medios. Emprendieron la cruzada para desmentir al presidente y defender a la empresa, según ellos, modelo en la generación de empleo.   
 
En un evento posterior en Bucaramanga, Petro señaló: “Este gobierno propone profundizar la verdad, pero para reconciliarnos, no para vengarnos”. Es decir, el acuerdo nacional está ligado a la reconciliación.
 
Por supuesto que los grandes medios de comunicación insistieron en que el presidente no puede seguir usando ese tono de confrontación. No quiere ningún acuerdo, dicen otros que se hacen llamar de centro.
 
Y a propósito de los medios de los banqueros, vale la pena referirse a su forma de informar. El amarillismo de Semana parece estar al frente en la desinformación, la mentira y la intriga.
Pero los editoriales, entrevistas y columnistas del periódico del dueño del grupo Aval no se quedan atrás. En la fila siguen otros. Por supuesto que hay periodistas valientes y valiosos, pero los intereses económicos mandan.
 
Se trata ante todo de generar incertidumbre y desconcierto entre la población. Aceptemos que el presidente debe moderar su tono y mensajes. Pero no olvidemos que ganó las elecciones con un programa de transformación social. El Gran Acuerdo Nacional debe concertarse, pero su objetivo no puede ser desmantelar su proyecto. 

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