La filosofía es esa tarea incómoda y perseverante no apegada a dogmas ni doctrinas, que enseña a pensar y a criticar. Por antonomasia, la filosofía es subversiva, pero por sobre todo, es profundamente humanista.
Jaime Delgado Rojas / AUNA-Costa Rica
La llegada a puestos destacados en la política en diversos países de Nuestra América, de personajes con lenguajes y gesticulaciones fascistoides, constituye una amenaza a la profundización de la democracia; su retórica atenta contra los derechos humanos y el estado social de derecho. El que se dé como una moda, una ola de nuestro tiempo nos obliga a la reflexión crítica; en particular, a repensar la labor de las disciplinas humanísticas, las ciencias sociales y, en particular, la filosofía como quehacer profesional. En nuestro telón de fondo está el debate político entre progresismos y ultraderecha en Argentina, Perú, Brasil y Chile; también de México, El Salvador, Guatemala y, obviamente Costa Rica.
La filosofía es pensamiento crítico. Esto que pareciera ser obvio ha sido objeto de incomprensiones, descalificaciones y múltiples vejaciones. La frase clásica con la que se identifica al Sócrates histórico declara que el filósofo no es el que lo sabe todo, sino el que busca el conocimiento y para ello, pone en juicio las pretensiones de sabiduría de quienes la ostentan. La expresión “solo sé que no sé nada”, atribuida a Sócrates, resume su largo recorrido a través de las calles de Atenas en búsqueda del conocimiento: una acción que lo llevó a su condena. Anito, Meleto y Licón lo denunciaron ante los jueces por pervertir la juventud; a saber, les enseñaba a pensar. Y pensar, para el poder es detestable, sobre todo, cuando ese poder tiene capacidad para controlar y manipular las masas y los medios de comunicación y dominación que señalarían, al que piensa, como un hereje: correspondió a Anito, Meleto y Licón, oradores notables y manipuladores de profesión, dirigir la acusación y convencer a los jueces.
La filosofía, en ese origen, estaba vinculada estrechamente con la democracia: un ambiente de intercambio de visiones del mundo y saberes. El historiador, o arqueólogo inglés, Neil Faulkner (en De los Neandertales a los neoliberales) cuando se refiere a la democracia ateniense cae en la trampa de su idealización: la describe como un gobierno del pueblo; a saber, de todos los ciudadanos que se expresaban libremente en la Asamblea. Desde su perspectiva, lo cito, “El odio a la democracia inspiró gran parte de la filosofía, la historia y las artes griegas. Las obras de intelectuales como Sócrates, Platón y Aristóteles se pueden interpretar como una polémica en gran medida antidemocrática”. (p. 69). Yo lo veo al revés, fue el ambiente democrático, con sus limitaciones y en su contexto, el que potenciaría ese auge cultural de Atenas. Diferente a Faulkner Luciano Canfora (El mundo de Atenas) se cuida de no caer en la trampa de la idealización de aquella experiencia e, incluso, señala que ha habido, desde entonces, lecturas sesgadas e interesadas que reconvierten aquella democracia ateniense, en un ideal para la posteridad. Una de sus referencias críticas la ubica en la comedia Las Avispas de Aristófanes quien retrata el desgano de los ciudadanos de a pie por sentirse obligados a ir a la Asamblea a escuchar a los demagogos.
Tanto la referencia a Sócrates y sus acusadores, como el debate sobre la asamblea ateniense nos ayudan a reflexionar sobre el papel de la filosofía, su enseñanza y la saña con la que se le ataca. En los discursos de la derecha reciente no cabe duda de que la imagen del Sócrates pervertidor de menores sustenta los discursos de agitación orientados a la reducción de presupuestos y el cierre de las instituciones que hacen uso de recursos públicos en la enseñanza del pensar. Pero ese ataque a la filosofía no es patrimonio solo de las retóricas de derecha; hay discursos desde una izquierda libresca que apuntan a señalar la filosofía como un quehacer banal dedicado a la mera interpretación de la realidad desde las cúpulas intelectuales. No falta quienes disparan la décimo primera tesis sobre Feuerbach, de Carlos Marx sacada de contexto: “los filósofos han interpretado el mundo de diversas maneras, ahora de lo que se trata es de transformarlo”. Sobre esa base, más cerca de un discurso de derecha, los citadores de la tesis 11 se adhieren a una visión desarrollista deshumanizada, muy cercana al positivismo decimonónico y, si por esa vía apelan a las masas, podrían emular las prácticas del conservadurismo más reaccionario. Recuerdo el deleznable acontecimiento que ejecutaron los cristianos en el siglo V, quienes azuzados por su obispo asesinaron, desmembrándola aún viva, a la filósofa Hypatía de Alejandría (año 415 d c); también ella pervertía la juventud y no por su belleza física, que la tenía, sino por sus investigaciones cuestionadoras de verdades dogmáticas. El obispo que inspiró la masacre, Cirilo, fue declarado Santo y forma parte del panteón de los honorables del cristianismo, por su incansable lucha contra los herejes (a saber, los que se dedican a pensar).
La filosofía es esa tarea incómoda y perseverante no apegada a dogmas ni doctrinas, que enseña a pensar y a criticar. Por antonomasia, la filosofía es subversiva, pero por sobre todo, es profundamente humanista: gracias a esa actividad se realizan quienes la practican, como seres humanos libres y creadores, profundamente comprometidos con la verdad, en cuanto búsqueda, y con la justicia en tanto compromiso con la sociedad y el porvenir. La filosofía abraza la utopía: ese es su mayor atractivo.
2 comentarios:
genial, buena lectura del contexto y un llamado diferente a hacer trabajo pollítico diferente
Excelente, Profesor. Como hace falta menos, ideología y más Filosofía.
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