Para nosotros, los de a pie, no es halagüeño el mundo futuro que se puede entrever entre el polvo de las guerras, los autoritarismos, el ascenso del conservadurismo y las crecientes desigualdades.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Es el mundo al que nos ha llevado el neoliberalismo, expresión del capitalismo tardío, que ha acelerado sus efectos en los últimos años poniendo patas arriba todo lo conocido, llevando al paroxismo ese rasgo característico del capitalismo que ya había sido puesto en evidencia por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista cuando precisaron que generaba “una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes (…)” en el que “todo lo sagrado es profanado (…)”.
El principal motor de este modo de producción son los Estados Unidos, y en el pueden seguirse los rasgos que van definiendo el nuevo tiempo de medievo tecnológico en el que ya estamos viviendo.
En ese país, se encontrarán próximamente al frente de su gobierno, abiertamente, dos de los más relevantes hombres de negocios del mundo (Donald Trump y Elon Musk) que pretenden gobernar como manejan sus negocios privados.
Está situación pone en evidencia, descaradamente, lo que hasta ahora aparecía relativamente enmascarado ante los ojos de los menos avisados, y muestra a las claras quienes son los verdaderos titiriteros y beneficiarios de la política, en este caso, de la principal potencias mundial.
Para ellos, la riqueza, cada vez más concentrada; para nosotros, cada vez más desempleo, sufrimiento de las consecuencias del cambio climático y las guerras y el mundo estúpido de tiktok.
Quienes están en la cúspide del poder económico y político tienen clara conciencia de todo esto. Elon Musk se prepara para emigrar a Marte, porque en el mundo que se avizora no habrán condiciones para la vida del ser humano pero, mientras tanto, hace planes para explotar las nuevas vías marítimas que se abrirán en el Ártico por el derretimiento de los polos.
Claro que este panorama, por más apocalíptico que suene, es el menos catastrófico que tenemos en el menú de posibilidades de futuro próximo. Estamos a un tris de terminar próximamente todos abrasados por el calor calcinante de la guerra atómica a la que irresponsablemente se aproxima la “civilizada” Europa empujada por un presidente senil que, al otro lado del Atlántico, debería haberse jubilado hace mucho en vez de estar poniendo en peligro a toda la humanidad.
Los países nórdicos de Europa preparan a sus ciudadanos para la hecatombe atómica, reparten panfletos con instrucciones para la supervivencia, alistan refugios y fortifican sus fronteras.
En este mundo distópico, pareciera que no existe lugar para el optimismo y la esperanza. Luego nos preguntamos por qué el desgano y la indiferencia de los jóvenes. En el mundo que les estamos heredando se acumulan los nubarrones arriados por la irracionalidad, la ambición y la estupidez.
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