No cabe la menor duda de que el acontecimiento político más relevante de estas últimas semanas ha sido la campaña electoral de los Estados Unidos y su desenlace no previsto por las encuestas que hablaban de un empate, por lo que no es aventurado prever que este acontecimiento y sus consecuencias, seguirá ocupando la atención de quienes se inquietan por el futuro de la humanidad. Pero por ahora cabe una primera reflexión, aun siendo conscientes de que es susceptible de no pocas correcciones a medida de que se vayan presentado eventos no previstos.
Arnoldo Mora Rodríguez / Para Con Nuestra América
Vistas así las cosas, hago notar que el encabezado de este artículo debe ser tomado en el sentido fuerte de la palabra, pues para Trump, lo que acaba de darse con su triunfo arrollador en las recientes elecciones estadounidenses, fue una victoria estrictamente personal, debida exclusivamente a su liderazgo y a lo que él considera su rectitud moral e inocencia legal, debido a que él tan sólo busca hacer grande a su país, como lo confirma su grito de guerra: ”MAKE AMERICA GREAT”. Lo que entiende Trump por AMÉRICA no abarca a toda la nación sino tan sólo a sus obsecuentes seguidores, como lo está demostrando en las primeras medidas que ha tomado como presidente electo, en la escogencia del equipo de gobierno que lo acompañará y ejecutará estrictamente sus políticas en todos los campos, pero especialmente en aquellos en los que ha hecho énfasis, como migración, políticas ecológicas, reformas socioeconómicas, fin de la guerra en Ucrania y confrontación como China como enemigo principal.
Mis reflexiones parten de dos principios: uno que analiza las causas subjetivas del triunfo no sólo electoral, sino también ideológico- lo cual es más grave- de Trump, y las causas objetivas de la derrota de quienes lo adversaban. El análisis subjetivo busca auscultar la conciencia que de sí tienen los protagonistas. Por su parte, el enfoque objetivo se basa en el análisis de las causas externas que provocaron el triunfo de Trump.
Asumido como una contienda, sea ésta política o deportiva, debemos ver lo acaecido desde el punto de vista de los protagonistas como actores no neutrales, pues en toda contienda hay vencedores y vencidos. Toda contienda es una forma de violencia, material en el campo de lucha por la hegemonía política, o simbólica en el ámbito de las bellas artes o de las prácticas deportivas. Comencemos por preguntarnos quién ganó en estas elecciones; lo analizaremos en sus manifestaciones en la práctica política de su protagonista principal, por lo que nuestra respuesta restringe su ámbito pero no su alcance, dado el poder descomunal de que él dispone. Trump tiene una conciencia mesiánica de su función como gobernante, como se desprende de sus declaraciones al decir, en medio de la euforia provocada por el recién anuncio de su arrollador triunfo, que si salió indemne de los atentados de que había sido víctima durante la campaña electoral, se debía a que Dios lo había escogido para gobernar a su pueblo. Para cumplir esa misión soteriológica, Trump se considera un hombre investido de atributos excepcionales que lo hacen inmune frente a las leyes morales y jurídicas; por lo que quienes lo acusan de ser un delincuente, lo hacen de mala fe.
Desde el punto de vista político, lo grave es que el tercio de la población norteamericana considera que Trump perdió las elecciones anteriores porque fue víctima de fraude, lo cual pone en entredicho el carácter democrático del gobierno anterior; pero el triunfo de Trump devuelve la pureza a la democracia norteamericana. Fiel a esta concepción ideológica, Trump ha convertido al Partido Republicano en una secta religiosa, donde se exige de sus seguidores una lealtad ciega; se rodea de amigos y no de aliados. Es de notar que esta concepción ideológica se encuentra a la base de todos los movimientos fascistas. Benito Mussolini no era un individuo sino “Il Duce”, Adolfo Hitler “ Der Führer”, Francisco Franco “El Caudillo” por la gracia de Dios.
Desde un punto de vista objetivo, el gran derrotado es el actual gobierno encabezado por un decrépito y claudicante Presidente Joe Biden, reflejo de un Partido Demócrata que, desde la segunda administración de Clinton (1998-2002), ha renegado de su vocación de reformismo social en aras de un “realismo” político que no es más que una vergonzante lealtad a los dogmas neoliberales, traicionando así el legado de Roosevelt y Kennedy; a la candidata derrotada, Kamala Harris, le tocó jugar el triste papel de chivo expiatorio ante un pueblo decepcionado por el pobre desempeño de su jefe inmediato. El Partido Demócrata llevará ante la historia en sus espaldas la mayor carga de responsabilidad por este resonante fracaso. El fracaso del Partido Demócrata no es más que el resultado de haber renegado, al igual que otros partidos socialdemócratas como el alemán, a sus ideales de reformismo social, lo cual se tradujo en derrotas en el campo político que abrieron espacio al triunfo del fascismo; tal como sucedió con el fin de la República de Weimar en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial.
La llegada de Trump por segunda vez a la Casa Blanca, podría convertirse en la mayor crisis que hayan sufrido los ideales de los Padres fundadores de la Nación, como Thomas Jefferson, quienes se nutrieron de las ideas más avanzadas de su tiempo inspiradas en la filosofía de la Ilustración. Otro legado que podría verse afectado es el legado de Abraham Lincoln , la figura más grande del Partido Republicano. Lincoln unió el Norte y el Sur, con lo que hizo posible que los Estados Unidos se convirtiera en la mayor potencia del mundo en el siglo XX. Hoy los Estados Unidos podrían verse amenazados por una división similar a la que provocó la Guerra de Secesión (1861-1865), como lo demuestra la reacción de los poderosos gobernadores de California e IlIinois rechazando las políticas de Trump.
Cómo podrían repercutir estos eventos, que tienen como escenario la gran potencia del Norte, en el resto del mundo como Europa, Próximo Oriente, América Latina y, en especial, Costa Rica, será tema de un próximo artículo.
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