Estamos en medio de una crisis de proporciones gigantescas y de enorme gravedad a nivel mundial. No, no me refiero a la crisis económica global que comenzó a principios del año 2008. […] Me refiero a una crisis que, con el tiempo, puede llegar a ser mucho más perjudicial para el futuro de la democracia: la crisis mundial en materia de educación.[…] Se están produciendo cambios drásticos en aquello que las sociedades democráticas enseñan a sus jóvenes […] en breve producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos. […] En casi todas las naciones del mundo se están erradicando las materias y las carreras relacionadas con las artes y las humanidades…
En dicho proceso la Filosofía ocupa el primer lugar como asignatura favorecida por la exclusión. Es necesario preguntarnos las razones de tales decisiones, en qué contextos se toman, a qué criterios obedecen y a qué horizonte de futuro se dirigen.
Los sistemas educativos son los instrumentos fundamentales con los cuales una sociedad define la ciudadanía a producir a partir de su población y, en consecuencia, con lo que se establece como principios fundantes de la Educación en diversos consensos nacionales e internacionales. Así, la ONU en su Declaración de 1948 establece la obligatoriedad de la instrucción elemental y el igual acceso a los estudios superiores. De igual modo establece en su apartado 2 que
La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos...
Sin embargo, como bien afirma Nussbaum, ahora se trata de una visión educativa muy tecnológica, instrumental y mercantilizada, con escasa relación con el segundo parágrafo citado. Un fenómeno generalizado en un momento crucial para la vida humana y que se produce en un contexto de crisis general y multidimensional.
¿Cuáles son los criterios que subyacen a dichas decisiones? Hoy, la Educación - como proceso general, desde sus niveles más elementales hasta los más avanzados-, debe ser concebida como ‘Bien Público’ y como un ‘Derecho Humano fundamental’ y no como un mero servicio. Así, en crrespondencia con el nivel de desarrollo tecno científico y cultural, acorde con el nivel de civilización global alcanzada, tanto material como simbólicamente, la Educación debe ser concebida como un asunto de primera necesidad. Al respecto, debe asumirse además que, en el marco actual de desigualdades, exclusiones y problemas sociales crecientes en extensión e intensidad, la Educación no puede ser conceptualizada como un mero asunto de formación técnica e instrumental. Por el contrario, para Nussbaum ella debe encaminarse también a la formación y enriquecimiento de “la imaginación, la creatividad y la rigurosidad en el pensamiento crítico”, y no ser reducida a un mero ajuste tecnocrático, una visión utilitaria, instrumental de la sociedad y la ciudadanía.
El caso, hoy, es que las políticas estatales en el sistema educativo contravienen a menudo lo acordado. Un ejemplo es la Declaración, firmada por la Ministra de Educación de Panamá el 13 de septiembre de 2010, en el marco de la XX Cumbre Iberoamericana, en Buenos Aires, que sostiene lo siguiente:
4. Reconocer el derecho a recibir una educación en valores que contemple la solidaridad, la paz, el ejercicio de la sexualidad responsable, el respeto a los derechos humanos y la formación democrática para que cada niño, niña y joven despliegue su potencial intelectual, emocional y social.
Pese a ello, en el Ministerio de Educación impera una concepción del mundo, evidente en su proceso “de transformación curricular”, según la cual la Filosofía no es importante ni pertinente y por ende es progresivamente eliminada. ¿Qué debería lograr el proceso educativo?
Hace ya varios años se incorporó una asignatura llamada “valores y religión” y en algunos se le añade “relaciones humanas”. Dicho en breve, se trata de una loable decisión a todas luces insuficiente cuando no estéril y francamente banal. No basta, en efecto, enseñar teóricamente algunos diluidos conceptos sobre libertad, solidaridad y o justicia. Eso debe hacerse “carne”, vivirse… y reflexionarse críticamente.
¿Cómo se aprende ello en un ambiente hipersaturado de normas insignificantes sobre el corte de cabello o el largo de la falda mientras la real transmisión de valores opera de otro modo no meramente enunciativo? La ‘doble moral’ se aprende de facto: nadie ha oído jamás a alguien hacerle publicidad, pero todas y todos hemos visto cómo atraviesa todas nuestras relaciones y vida social.
No se dejará de hacer Filosofía porque en una universidad de Nuestra América se cierre un departamento, se clausuren carreras o sea eliminada de los programas de la educación media. El problema se ubica en el otro ángulo de la cuestión, enunciado en una simple pregunta: ¿de qué se priva a las personas, sobre todo a las más jóvenes, cuando se prescinde de la Filosofía?
La Filosofía logra -o debería lograr- proporcionar a los y las estudiantes una visión integral, universal, reflexiva, consciente de su ser y estar en el mundo, poniendo a su servicio y formación lo mejor del pensamiento mundial. Debe contribuir a forjar una mente crítica, formada e informada, capaz de construir criterios propios y pensamiento ordenado. La sabiduría filosófica es un patrimonio humano que induce la empatía y la comprensión de la injusticia, la apreciación ética y estética, la valoración de la libertad y la autonomía, tanto como al autoconocimiento. ¿No se propone esto el proceso educativo?
Se priva a las jóvenes generaciones de aspirar a lograr lo que las disciplinas humanísticas y particularmente la Filosofía deben alcanzar, lo que tan bien enunciara Bertrand Russell: “hacernos ciudadanos del Universo”. Aquellas “máquinas utilitarias” de que nos habla Nussbaum son lo menos parecido a la ciudadanía necesaria para la vida en las actuales condiciones del mundo.
Empobrecer la educación suprimiendo las disciplinas humanísticas y la filosofía no va a resolver ninguna de las múltiples crisis hoy existentes. Mirado esto desde las actuales condiciones del mundo, las mayúsculas contradicciones contiguas a espectaculares paradojas sociales, tecnocientíficas, éticas y políticas se hace evidente que una mera instrucción tecnocrática e instrumental es claramente insuficiente para construir tanto la matriz conceptual como la voluntad necesaria para la ciudadanía de ésta época.
Formar la ciudadanía capaz de conjurar las múltiples crisis que hoy vivimos demanda que la población sea más que un grupo de gente técnicamente instruida. La ciudadanía debe poseer una mente teóricamente formada para comprender que habitamos ya una época distinta; que el mundo experimenta desafíos nunca antes vistos; debe comprender el desafío planetario de vivir juntos y tener una visión amplia pero rigurosa, vocación democrática y sentido pluralista de la convivencia humana, ser solidaria con la gente marginada y excluida, y ser capaz de comprender y empatizar con la diversidad étnica, genérica, sexual, cultural y etaria. En breve, debe entender que los principios democráticos son meras normas externas, sino instrumentos conceptuales para “mirar” el mundo y a sí mismos.
Las decisiones antes citadas se corresponden con un proyecto sustentado tecnocrático, sustentado en una visión utilitaria, instrumental de la sociedad y la ciudadanía. ¿Podrá ver esto y leer así el mundo una ciudadanía sin formación humanista, privada de los instrumentos para asumir de manera crítica valores y principios, centrada en lo tecno instrumental y sumergida en la acriticidad dogmática?
Desde éste ángulo, es evidente que no. Todo sugiere, en efecto, que al no poder deshacerse de toda la educación pública el neoliberalismo optó por erradicar sus dimensiones más molestas y menos rentables, la Filosofía y todo pensamiento crítico que no tenga como sentido final fortalecer el lucro.
Universidad de Panamá, 11 de noviembre de 2012
*La autora es Catedrática Titular del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá y Profesora de Teoría Feminista y de Epistemología II en la Maestría Género y Desarrollo que realiza el Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá IMUP. Máster en Filosofía Latinoamericana por la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM.
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