Desde hace varios años publico semanalmente en este prestigioso espacio. Sin embargo, debo reconocer que a veces estamos sujetos a situaciones ajenas a nuestra voluntad que impiden que cumplamos con nuestro cometido. Hecho por el que debo disculparme.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
El caso es que en esta ocasión me encontró en la Cuarta Región del país trasandino, donde no había Internet ni funcionaban los celulares regularmente. Cuestión que nos obliga a reflexionar sobre la realidad de nuestras relaciones fraternales, dado nuestro común origen y proximidad, como también sobre la extensión de estos servicios cada vez más necesarios. Aunque a veces me pregunto, si la magnífica dimensión y el esfuerzo que aún demanda en estos días, la travesía terrestre del cruce del macizo andino y los engorrosos trámites aduaneros y migratorios, ponen en duda la inmensa gesta que los Libertadores y sus tropas realizada hace más de dos siglos.
Siempre se ha manifestado que el sentido común es el menos común de los sentidos. Algo por todos conocido. Como seres gregarios, sabemos que conforma un hecho social y, como todo lo social, es compartido por un grupo. Un grupo que comparte creencias y, como manisfestaba Ortega y Gasset, tenemos ideas, pero en las creencias, estamos, querramos o no, del mismo modo como participamos del sentido común en un momento y espacio dados.
Sin entrar en disernimientos profundos alejados del hombre de a pie, el sentido común abarca todos nuestros comportamientos desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos; de la mañana a la noche y desde la noche de los tiempo, infinidad de convenciones manejan nuestra vida de relación: los saludos, las comunicaciones, los gestos, las costumbres, la vestimenta, su estilo y oportunidad; las comidas y la forma en que las llevamos a la boca; los mismos alimentos que a partir del descubrimiento del fuego nos permitieron mejorar la alimentación, como el uso de sales, especias e ingredientes que posibilitaron su mejor conservación, cuya importancia lanzó al mar a los navegantes de todos los puntos del planeta en su búsqueda hace muchos siglos. Cada lugar, por más pequeño que sea, mantiene un estilo de vida particular que lo identifica, y el sentido común de sus pobladores los habilita y da pertenencia y legitimidad. Espacio y tiempo son dos variables que acompañan la movilidad del sentido común del que participan las personas desde siempre.
El título del presente artículo hace referencia justamente a eso, al sentido común que guía nuestros días, y sobre todo, a la libertad, el bien más preciado que tiene un ser humano, junto a la vida y la salud.
Desde la Grecia antigua, los maestros de la filosofía nos enseñaron que el sentido común era una facultad cognitiva. A la realidad circundante accedemos por medio de nuestros cinco sentido, pero el que nos permite combinar y apreciar la realidad y hacerla entendible, es el sentido común. Un sentido que tiene la capacidad de abstracción, algo más espiritual, que tiene la capacidad de ser extensible al grupo de personas que comparte un lugar y época específicos. Como todo lo humano está sujeto al tiempo, por lo tanto, el sentido común es variable, cambia permanentemente. Incluso hasta situarse en los extremos o cambiar del amor al odio, lo bueno por lo malo.
El sentido común abarca el mundo material y espiritual. En el material involucra al poder y en el espiritual a dios o los dioses. Ambos en política se combinan porque no hay poder que no venga de dios. Las monarquías desde siempre aluden al origen divino y la nobleza, quienes rodean al soberano, son nobles, nobles como el oro, son de un material inalterable, que muchos tradicionalmente han asimilado a la sangre azul. Manifestaciones abonadas y sedimentadas en el sentido común. Sentido común que en el devenir occidental se remontan al origen de los monarcas como Alejandro Magno, hijo de dioses y humanos, fundador de Alejandría, ciudad mágica inmortalizada por poetas y escritores. Sentido común que adoptó la filosofía y la historia del pensamiento que desde Grecia se trasladó a Roma, donde encontró los elementos fundantes de la lex, el derecho, como elemento fundamental para dirimir las relaciones entre los hombres. Filosofía y Derecho son los legados de esas dos civilizaciones del mundo Occidental.
Hecho que me impone evocar a las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenard, el emperador hispánico que funda varias Antinópolis en memoria de Antinoe su amante mancebo que muere con veinte años. El sentido común del siglo dos de nuestra era, es un sentido que narra una oicumene donde el hombre como ser racional puede responder a un gobierno único, fuente de la idea de imperium que va a dominar durante dos mil años y que luego será retomada por los imperios posteriores y que, con Juan Sin Tierra dará orígen a los primeros indicios del constitucionalismo inglés que será la simiente de los derechos individuales liberales que culminarán con la Constitución de los Estados Unidos en 1776, donde el inglés, Thomas Paine, es elogiado por su obra denominada, justamente, El sentido común; hecho que ocurre doce años antes de la Revolución Francesa, de la que surge aquella famosa trilogía burguesa: “libertad, igualdad y fraternidad”, colocando en primer término a la Libertad, así con mayúscula, que nada tiene que ver con la bastardeada libertad en minúscula que exhibe este confundido y mentiroso siglo veintiuno de este tercer milenio. Pero bueno... todo es posible. Sobre todo, cuando este nuevo período impuso las fake news, la mentira por sobre la verdad, la irracionalidad por encima de la razón y la ciencia cedió paso a su negación absoluta. Hecho que nos habilita a cuestionar el avance de la libertad, como nos propusimos en el título o, al menos esta nueva percepción generalizada de la libertad, asimilada por las mayorías.
Lo más grave es que los poderes concentrados entronizaron lo propuesto por George Orwell en 1984, obra publicada después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, imponiendo su famosa frase, La “libertad es la esclavitud”. Pero que ahora, a través de las urnas, haciendo uso de la democracia, las ultra derechas sedujeron a las mayorías y las mayorías, sobre todo las menos favorecidas, optaron por la esclavitud. Esclavitud que ha penetrado el subconsciente mediante las pantallas de celulares, donde esclavos como mariposillas de la luz, millones pasan todo el tiempo abosortos con los ojos fijos en el aparatillo mágico, ajenos al entorno que los rodea; sobre todo ausente de la vida que fluye fuera del narcisismo que los abarca en cuerpo y alma. No existe el sol, mucho menos las noches estrelladas, sólo un universo de algoritmos que dirige sus deseos a la abismal distancia impuesta por la tecnología.
El sentido común impuso este desarrollo sin fin donde la extinción planetaria por el abuso humano, lo lleva a su propia muerte.
El sentido común de las ultraderechas decretaron la eliminación de las mayorías, comenzando por las personas mayores y los niños y jóvenes, como viene sucediendo en Argentina desde hace un año. Un año en el que todas las cifras que expone el gobierno libertario son mentirosas. En este sentido, el destructor del Estado Federico Sturzenneger, haciendo de las suyas en la obra social de los jubilados y pensionados reunidos en el Programa de Asistencia Médica Integral PAMI, el que dejó de dar los remedios gratis a sus afiliados, restringiendo su gratuidad a quienes sólo perciben el haber mínimo. Medida que afecta a varios millones de personas libradas a su suerte como se jactan los funcionarios libertarios.
Por si esto fuera poco, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina UCA en su informe: “Deudas sociales en la Argentina del siglo XXI (2004-2024). Fin de ciclo y futuro abierto”, publicado a fines de octubre/2024, manifestó que la pobreza entre los menores de 17 años aumentó del 62,9% al 65,5%, y la indigencia al 19,2%, mientras que la inseguridad alimentaria alcanza a un 24,3% y la insuficiencia alimentaria severa subió del 5% al 11,8%. Solo uno de cada diez hogares urbanos tiene capacidad de ahorro. Para este tercer trimestre, la pobreza escaló del 44,7% al 49,9% y la indigencia del 9,6% al 12,3%. Sobre una población de 47 millones, cerca de 24 millones de personas son pobres, entre las franjas más perjudicadas se encuentran la niñez y los trabajadores. Además, entre los que no reciben este dinero, 6 de cada 10 indica que el progenitor tampoco se hace cargo de otros gastos de manera directa y, entre las que sí, un 24% afirma que no son suficiente para cubrir los gastos de niñas y niños. Los padres que no pagan la cuota alimentaria o tienen mala relación, 65% y por falta de trabajo o pésimos ingresos, 24%. Y, como si esto fuera poco, la tasa de empleo, esto es ocupados/Total de la población, está en un 44,8% y los subocupados, 11,8%, mientras que los subocupados que buscan trabajo, son un 8,1%.
En el otro extremo, en el sector más minoritario y privilegiado de la sociedad, están las 50 personas más ricas de Argentina, según la revista Forbes, ellas concentran 78.000 millones de dólares, un 12,1% del PBI de 2023. Encabezando la lista, el chico mimado de Javier Milei, Marcos Galperin con US$ 8.500 millones, quien duplicó su fortuna desde el año 2020. Luego sigue una lista decreciente de viejos y nuevos ricos, pero que para el caso da lo mismo en esta etapa tan negra de la humanidad.
Dentro de este injusto y aberrante escenario, el presidente libertario convocó este jueves a la ultraderecha mundial a la Conferencia de Acción Conservadora en un hotel de Puerto Madero, seguramente costeado, donde concurrió la hija de Donald Trump, el hijo de Bolsonaro y Santiago Abascal. Hubo muy poca gente, pero para él y los miembros de su gabinete, fue un éxito.
Afuera en las calles, a las mismas horas, una multitud de obreros de las centrales obreras y la CTA, como de ATE se manifestaba en las calles de la CABA, cortando después de varios meses la avenida 9 de julio, algo que los medios hegemónicos no hicieron la mínima mención. Poniendo de manifiesto una vez más, la vulnerabilidad del endeble sentido común que maneja la mayoría de la gente.
Y cerrando el viernes 6, Milei y su ministro de Economía Luis Caputo, fueron a Montevideo a la Cumbre del Mercosur y la Comunidad Europea, para cerrar el convenio con las naciones europeas reunidas en la CE y JM, para hacerse cargo de la presidencia pro témpore, dejada por el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou. Allí estuvieron los principales protagonistas del mecanismo de integración regional, junto con la representante de la Comunidad Europea. Como era de esperar, Milei se despachó sobre el fracaso del Mercosur en todos estos años y abogó por una “flexibilización” para tener la libertad para negociar bilateralmente con otros países. El presidente brasileño, Lula da Silva, por su parte y en español, retrucó elípticamente las expresiones del libertario.
El sentido común, no tan común y menos ahora, indica que la gente común sigue los mandatos opresores con una docilidad pasmosa. Un sentido común hipermanoseado por las redes y los batallones de trolls que las 24 horas del día penetran en el inconsciente de las personas.
Sin embargo, como en todas las épocas desde las más desgarradores sufridas por la humanidad, la gente se ha resguardado de las inclemencias en la contención de los grupos naturales compartiendo alimentos, riéndose de los infortunios, improvisando obras de arte, alejados de toda manifestación del odio tan dañino que practican los amos del mundo. El afecto y la solidaridad sólo la manifiestan los de abajo, quienes desde siempre se han salvado así mismos.
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