sábado, 21 de diciembre de 2024

Naturaleza y virtud, en el equilibrio del mundo

 El pensar martiano nos ofrece, así, un campo de vastedad amazónica para el reencuentro de todas las raíces y corrientes de nuestra cultura.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Panamá


“¡Yo quiero romper las jaulas a todas las aves; - que la naturaleza siga su curso majestuoso, el cual el hombre, en vez de mejorar, interrumpe, - que el ave vuele libre en su árbol; -  y que el ciervo salte libre en su bosque, - y el hombre ande libre en la humanidad!”

José Martí, 1881[1]


La visión del mundo de José Martí puede ser sintetizada en tres valores fundamentales: la fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud y en la necesidad de luchar por el equilibrio del mundo. Desde allí se facilita entender a la política como cultura en acto, como ocurriera en la intervención de Fidel Castro en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo realizada en Rio de Janeiro en 1992, al advertir que 

 

Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo. [2]

 

El carácter martiano de ese discurso en lo que hace a la lucha por el equilibrio del mundo se hizo sentir en su llamado a entender la responsabilidad de “las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad”, con lo cual no era posible culpar de esa crisis “a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.” Lo real, añadió,

 

es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.

 

En demanda de ese equilibrio, Fidel señaló la necesidad de encarar la crisis socioambiental haciendo “más racional la vida humana”, mediante la aplicación de “un orden económico internacional justo, el uso de “toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación”, y el pago de “la deuda ecológica y no la deuda externa”, todo ello con el propósito de que desapareciera “el hambre y no el hombre.” Y remitió ese llamado a la demanda de que “cesaran los egoísmos, los hegemonismos, la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño.” “Mañana”, concluyó, “será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.”

 

Veintitrés años después, ese llamado fue retomado desde una perspectiva convergente por otro latinoamericano, el jesuita argentino Jorge Bergoglio, en su calidad de Papa Francisco, en la Encíclica Laudato Si’, sobre el cuidado de la Casa Común.[3] Allí, citando el Cántico de las Criaturas, en que San Francisco de Asís nos dice “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”, señala que

 

Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.

 

En ambos latinoamericanos resuena aquel “Patria es humanidad”, con el que Martí -en las vísperas de entrar a su batalla mayor por el equilibrio del mundo-, nos recuerda que la patria es a fin de cuentas “aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”, en la que nos corresponde a todos cumplir el “deber de humanidad”. “Esto es luz”, concluía, “y del sol no se sale. Patria es eso”.[4]

 

Desde esa resonancia, también, se aprecia el vínculo subyacente en el pensamiento martiano entre la casa que compartimos, el gobierno que ella demanda, y la realidad desde la cual corresponde hacerlo. “A lo que es, allí donde se gobierna”, nos dice

 

hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

 

Y a eso añade un colofón que se confirma, hoy, en lo limitado de la eficacia de los esfuerzos por poner remedio a la crisis socioambiental – y que por otra parte converge, también, con el más reciente pronunciamiento del papa Francisco sobre este problema:

 

Cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando la humanidad. Así se fomentan y se entrelazan desafíos sistémicos, distintos pero interconectados, que asolan nuestro planeta. Me refiero, en particular, a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar. Son todos factores de una amenaza concreta para la existencia de la humanidad en su conjunto. Por tanto, al comienzo de este año queremos ponernos a la escucha de este grito de la humanidad para que todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios. Hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero.[5]

 

El pensar martiano nos ofrece, así, un campo de vastedad amazónica para el reencuentro de todas las raíces y corrientes de nuestra cultura, en el que se ve confirmado que no hay entre nosotros batalla “entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”.[6] En ese campo resaltan el lugar y la función de la naturaleza y lo natural en el pensar martiano, que desbordan la acepción usual en nuestro tiempo, para referirse a un conjunto de “tres significados principales interrelacionados:”

 

 1) las propiedades intrínsecas o la esencia de las cosas o procesos; 2) una fuerza inherente que dirige o determina el mundo; y 3) el mundo material o universo, el objeto de nuestras percepciones sensoriales, tanto en su totalidad como entendidos de diversas formas como las de incluir o excluir a Dios, el espíritu, la mente, los seres humanos, la sociedad, la historia, la cultura, etc.[7]

 

Una lectura atenta al ámbito vital de José Martí nos llevará del presente al pasado, y de allí al futuro ante los desafíos que nos plantea la naturaleza en el pensar y el hacer de nuestro tiempo. Con ello, estará cumplida su tarea, y se facilitará el cumplimiento de la nuestra, que pasa por comprender, en primer término, que si deseamos un ambiente distinto tendremos que construir sociedades diferentes en las que el mejoramiento humano y el ejercicio útil de la virtud nos lleven a contribuir al equilibrio del mundo. 

 

Alto Boquete, Panamá, abril 2023 – diciembre 2024



[1] Cuadernos de Apuntes, No 5 [1881]. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XXI, 163.

[2] Discurso de Fidel Castro en Conferencia ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Rio de Janeiro, 12 de junio de 1992

https://rds.org.co/es/novedades/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992

[3] Carta Encíclica Laudato Si’ Del Santo Padre Francisco Sobre el Cuidado de la Casa Común

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

[4] "En casa", Patria, 26 de enero de 1895. OC, V: 468 – 469:

[5] Mensaje de Su Santidad Francisco para la 58ª Jornada Mundial de la Paz. 1 de enero 2025: Perdona nuestras ofensas, concédenos tu pazhttps://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/peace/documents/20241208-messaggio-58giornatamondiale-pace2025.html

[6] Martí, José (1891): “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. VI, 17.

[7] Bellamy Foster, John (2016) “Naturaleza”. http://monthlyreview.org/2016/05/01/nature/

 

No hay comentarios: