Donde la
derecha gobierna reinstala un neoliberalismo salvaje y agresivo para intentar
demostrar que su círculo cero no quedó desbalanceado por los gobiernos
progresistas y tienen incluso más fuerza que antes, lo cual es una falacia,
pues aunque parezca contraproducente, el retorno neoliberal en esas condiciones
es una muestra de debilidad.
Luis Manuel Arce / Prensa Latina
Parece que
quedan pocas dudas de que en Argentina, Brasil, Paraguay y Honduras la política
económica neoliberal radicalizada por ajustes severos, está devolviendo al
hambre y la miseria a los que fueron sacados de ellas, como diría el teólogo
Leonardo Boff.
Las calles
ya empiezan a vibrar, particularmente en Argentina y Brasil, donde la gente
sale en manifestaciones cada vez más multitudinarias para protestar contra las
medidas neoliberales de Macri y Temer.
No hace
falta que pase más tiempo para constatar la apremiante necesidad de cortar el
paso a la distopía y levantar un nuevo muro sobre los cimientos de aquella
utopía forjada por Hugo Chávez, Kirchner y Lula, seguida y mantenida por Correa
y Evo Morales.
Lo
importante está en tomar en cuenta los errores cometidos para no caer de nuevo
en ellos y comprender que la conciliación de clases es un espejismo creado por
el capitalismo neoliberal en esta fase de exagerada concentración de la
riqueza. La realidad cruda es que la lucha entre ellas es permanente aun
cuando la burguesía se proletarice o el proletariado se aburguese.
Ascensos al
poder como los de Macri y Temer jamás deben ser considerados el fin de la
historia, sino acicate para continuarla, buscar la unidad y corregir el tiro
pues las fuerzas progresistas tienen muy poco margen para los fracasos. La
batalla planteada por la derecha es de vida o muerte, como se ha visto en
Brasil con el golpe parlamentario a Dilma y la cacería a Lula, y así hay que
asumirla.
Donde la
derecha gobierna reinstala un neoliberalismo salvaje y agresivo para intentar
demostrar que su círculo cero no quedó desbalanceado por los gobiernos
progresistas y tienen incluso más fuerza que antes, lo cual es una falacia,
pues aunque parezca contraproducente, el retorno neoliberal en esas condiciones
es una muestra de debilidad.
A pesar de
todo, la izquierda no está derrotada ni replegada como se demuestra en
Venezuela donde la derecha no ha logrado imponer la violencia y el chavismo se
recupera en medio de una enconada lucha de clases y un proceso ideológico para
rescatar la originalidad y la fuerza de su
cultura y de su historia.
Los Macri,
o los Temer, y algunos más, han dado a luz un sistema de antihéroes,
probablemente el más cabal de nuestra época, y ese es un eje central de la
crisis del espíritu que se vive en especial en Brasil y Argentina.
Un sistema
antihéroe con una brújula moral de falsos valores emocionales opuestos a
aquellos reconocidos por la sociedad, y sus cabecillas viven como tuercas locas
sin importarles ni el orden ni el caos que generan, haciendo lo que en cada
momento piensan según sus reglas y ambiciones, como monarcas de una sociedad
contaminada por sí mismos, en la que la dignidad humana es una categoría de
quinta para ellos.
Los
antihéroes tienen un grave problema, y es que a lo largo de sus vidas no logran
entender que carecen de esencia, que son como un saco vacío, estrujado, sin
forma ni contenido, porque no son héroes, ni pensadores, no tienen existencia
histórica, y en el flujo y reflujo de ese agotador trabajo de ser visibles,
hacen barbaridades porque para ellos todo se vale, y sin aparente cargo de
conciencia.
Sus propias
reglas éticas las rompen cuando les viene en ganas y se abalanzan a una vida
vulgar, genérica, mediocre ante lances difíciles como las evidencias de
corrupción con los papeles de Panamá o Bahamas, o escándalos como Lava Jato que
los involucra.
Aún con ese
lastre tan negativo armaron bochornosos montajes como el juicio parlamentario a
Dilma Rousseff o la campaña de descrédito y amenazas a Cristina Fernández, o lo
que hacen ahora en Ecuador contra Rafael Correa, en Bolivia contra Evo o en El
Salvador a los líderes del Frente Farabundo Martí.
Esa crisis
del espíritu no es general, sino atinente únicamente a la autocracia de
pacotilla que reina como aquellos saurios que no saben andar sin hacer bulla.
Estos
señores, con su apetencia de grandeza y su incultura, buscan destruir la utopía
y construir una distopía para erigir sobre los escombros de los sueños de la
gente un monumento a la petulancia, la malversación y la macrocorrupción.
Mientras
tratan de agrandar sus figuras con modos chabacanos, intentan enterrar el culto
a próceres de la Independencia –como Henry Ramos Allup en Venezuela con Bolívar
y Chávez- cada vez más alejados de las generaciones contemporáneas, y más
invisibles a los jóvenes que tratan de deformar en las escuelas con nuevos y
engañosos curriculum, y en las calles con una cultura de hojalata y consumista
al servicio de un neoliberalismo atroz, devastador y subalterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario