sábado, 8 de octubre de 2016

Colombia, gana el abstencionismo

Todo hacía suponer que los gritos y protestas que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez  (2002-2010)  vociferaba al exterior del lugar donde se realizaba el acto de la firma del acuerdo de paz em Cartagena, eran las últimas patadas de ahogado que tiraba ese dirigente de la ultraderecha latinoamericana.  Pero no fue así, su embestida contra la paz en Colombia ganó la primera partida.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

Los ciudadanos colombianos votaron en un 50,22 por ciento por el  No al plebiscito que  refrendaba el acuerdo de paz firmado por el presidente colombiano Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC–EP).  En tanto que el 49,78% votaron por el Sí para ratificar la firma de dichos acuerdos. El resultado prácticamente generó un empate técnico. Las tendencias en términos generales días previos a la votación daban un resultado favorable para el Sí. En la realidad del 2 de octubre de 2016, fue otro el resultado. Por una mínima ventaja, el número de votantes no votó por la paz. Aunque conviene  identificar que lo más resaltante fue el alto abstencionismo (62,6 por ciento). Fueron a las urnas únicamente  el 37,41 por ciento, es decir, un poco más de la tercera parte de los votantes. Esto sumó la cantidad de 12 millones 800 mil 004.  El total de los convocados a votar fue de 34 millones 899 mil 945 personas que tenían derecho a ejercer su voto.  Algunos factores en el alto abstencionismo (el mayor registrado en la historia colombiana), tuvo varios elementos. Uno de ellos fue la concurrencia de las torrenciales lluvias generadas por el paso del huracán Matthew en las costas del Caribe colombiano. Otro fue de índole política, tal como  resultó el exceso de confianza de que ganaría el voto por la paz. Una más fue la inercia de los sectores más apáticos y despreocupados políticamente que dejaron de manifestarse, en buena medida por el impacto mediático e ideológico de la campaña del No. Todo ello seguramente le brindó el triunfo a las fuerzas antipacifistas y uribistas en virtud del alto abstencionismo.  Así como la desconfianza y poca credibilidad de amplios sectores sociales en los procesos electorales y en los políticos tradicionales.

Recordemos que el 26 de septiembre en Cartagena de Indias se realizó un magno evento para la firma del acuerdo de  paz, donde acudieron los actores de la firma e invitados especiales tanto de Colombia y de diversos países del mundo, entre ellos quince  destacados mandatarios latinoamericanos y el Secretario General de la ONU, entre otros. Todo hacía suponer que los gritos y protestas que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez  (2002-2010)  vociferaba al exterior de donde se realizaba el acto de la firma, eran las últimas patadas de ahogado que tiraba ese dirigente de la ultraderecha latinoamericana.  Pero no fue así, su embestida contra la paz en Colombia ganó la primera partida. Sin duda faltarán otras oportunidades donde la mayoría del pueblo colombiano podrá decidir su futuro en torno a la construcción de la paz.

El contexto en el que se ha dado una fuerte confrontación política entre el senador Álvaro Uribe Vélez y el presidente Juan Manuel Santos, nos refiere a identificar que los dos son los principales actores políticos en el marco del país sudamericano.  Pero también es una confrontación que tiene como cabeza más visible al ex mandatario  colombiano Álvaro Uribe Vélez frente a otros países y fuerzas progresistas de la región latinoamericana. Pensemos que Uribe representa y unifica a los sectores más ultraconservadores y reaccionarios de la derecha latinoamericana. Los intereses del dirigente del Partido Centro Democrático, se encuentran asociados a la continuidad del conflicto bélico en el territorio colombiano pero también en generar otros escenarios de conflicto en la región. Previos días a la votación del plebiscito el presidente Santos afirmaba: "ustedes votan el 2 de octubre y gana el Sí, al día siguiente desaparecen las FARC-EP. Así de sencillo" (Telesurtv.net, 15/09/16). Sin embargo, eso no aconteció.  En el  acuerdo de paz y que es fondo del conflicto lo que se busca por las partes (gobierno colombiano y las FARC-EP), es ponerle fin a confrontación armada que lleva más de 52 años guerra, conflicto político-militar que superó en años  a la guerra de castas que en México en el siglo XIX se prolongó por 50 años. Las estimaciones señalaban que la guerra en Colombia suma al menos 260 mil muertos, 45 mil desaparecidos y 6,8 millones de desplazados. En este escenario, si se prefiere, al ganar Uribe Vélez nos encontramos con el “Donald Trump latinoamericano”, ya que representan ambos los mismos intereses de la reacción continental y de la política belicista.

Pensemos que esta lucha política entre Santos y Uribe ha contado con diversos escenarios políticos. Por ejemplo, durante la pasada elección presidencial de 2014, los sectores del partido conservador se dividieron a favor y en contra de Santos. Así, 47 congresistas de esa bancada expresaron su respaldo a la reelección del mandatario colombiano, mientras que la ex candidata Marta Lucía Ramírez y otros 38 parlamentarios dieron su apoyo a Zuluaga el candidato presidencia de las fuerzas uribistas. Finalmente en aquellas elecciones ganó el presidente Juan Manuel Santos y perdió el candidato de Uribe. En aquellos comicios presidenciales en que resultó victorioso el presidente Santos, en buena medida logró la victoria al agrupar a diversos sectores, particularmente a aquellos que pugnaban por una salida pacífica al conflicto militar. Álvaro Uribe Vélez, así figuró como su principal adversario, pero también de otros mandatarios latinoamericanos. Por ejemplo, en marzo de 2008 con los ataques militares que Uribe ordenó realizar en Sucumbios (Ecuador) asesinando a guerrilleros  y estudiantes mexicanos a la par de violentar la soberanía ecuatoriana. En aquellos momentos Uribe se enfrentó con el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en distintos frentes políticos y diplomáticos. Como también lo hizo contra el presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías y Evo Morales.

Así, los intereses de Uribe Vélez son los mismos de la industria de la guerra y de las mafias organizadas en la región latinoamericana.  Él es uno de los principales cabecillas. Su radio de acción es mucho más amplio. Su  manifiesto respaldo a la oposición antichavista da cuenta de ello. Los intereses que defiende para querer prolongar la guerra en territorio colombiano tienen varias aristas. “El costo para financiar la guerra en Colombia ha sido de aproximadamente 179 mil millones de dólares, cantidad que lo ubica en la lista de los 10 países que más invierten en la guerra” (Telesurtv.net, 26/09/16). Otra de las ganancias de los guerreristas es impedir la reducción del gasto y presupuesto militar de Colombia. Pensemos que “todos los gastos de paz dedicados a excombatientes en los próximos 10 años son inferiores a lo que se ha gastado en guerra cada seis meses” (Telesurtv.net, 26/09/16). De igual manera, Uribe defiende los intereses de los grandes terratenientes que siempre han impedido una reforma agraria en Colombia. El acceso a la tierra para los campesinos que se aglutinan entorno a la guerrilla colombiana, es el primer punto de los acuerdos de paz.  Por eso las fuerzas uribistas con su discurso son las más empeñadas en evitar que se desarrolle el acuerdo de paz. No quieren el desmantelamiento del aparato militar del ejército colombiano (el segundo más grande de América Latina con 250 mil efectivos, los activos de la guerrilla no llegan a siete mil) su gran negocio es la industria de la guerra y los cuantiosos recursos que ella genera.  De igual manera el uribismo tiene nexos con otras actividades de la economía sumergida (narcotráfico, crimen organizado, etc.) así por ejemplo, en sus agrupaciones políticas se aglutinan ex paramilitares y las fuerzas políticas y económicas más regresivas de la sociedad colombiana. El uribismo lo que menos pretende  es la modernización de la economía, la vida política y social. Incluso su discurso arcaico de acusar al “castrochavismo” es una forma más de sus provocaciones y de justificar el accionar de la más cavernaria ultraderecha latinoamericana. Así, el estancamiento de las fuerzas productivas impide que el PIB colombiano se duplique como lo considera “la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) muestra que el PIB se duplicaría cada 8,5 años sin conflicto y no cada 18,5 años, como ocurre actualmente” (Telesurtv.net, 26/09/16).

Incluso se argumenta que: “El costo total de la Jurisdicción de Paz en los próximos 10 años acordada durante las negociaciones en La Habana, Cuba, equivale al gasto de un mes de guerra” (Telesurtv.net, 26/09/16). De ahí que los intereses de las fuerzas que votaron por el No, son las que prefieren seguir en la dinámica parasitaria del conflicto. Estas fuerzas hacen de la guerra un negocio extraordinario para sus intereses expresados en la economía subterránea. Sin embargo, tarde o temprano las fuerzas más dinámicas y reformadoras de Colombia lograrán cambiar ese dramático escenario. Seguramente van a construir pese al empecinamiento de los sectores más retrógrados,  un camino estable para la paz y un desarrollo social y político más incluyente. Es decir, ganar al abstencionismo y dar mayor credibilidad al ejercicio de la democracia participativa.

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