sábado, 8 de octubre de 2016

Guatemala: Turcios

En 1961, con apenas 20 años, Turcios  ya era el joven carismático y con enormes dotes de liderazgo que realizaba personalmente acciones militares audaces y ello lo  convirtió en el indudable jefe militar de la vertiente revolucionaria constituida por el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El pasado 2 de octubre se cumplieron 50 años  desde que en la entonces mal iluminada Avenida Roosevelt  en Guatemala, muriera en un accidente automovilístico Luis Augusto Turcios Lima. Breve y fulgurante fue su vida y como suele suceder con las vidas brillantes segadas prematuramente, no nos queda sino imaginar lo que no pudo ser. No cumplía aun los 25 años  el teniente convertido en jefe guerrillero, cuando aconteció el accidente que todavía sigue causando polémica. Herbert, como era conocido en las filas de la clandestinidad, rápidamente adquirió prestigio entre sus compañeros de armas, porque resultó ser de los más osados entre los osados.

Lo extraño de su trayectoria es que siendo un jovencito estudiante en el Instituto Rafael Aqueche, Luis Augusto no daba muestras de lo que después sería el temerario combatiente. De carácter reservado, no fue inusual que fuera objeto de bromas de sus condiscípulos. Y luego como cadete de la Escuela Politécnica, tampoco dio muestras particulares de una conciencia revolucionaria. Fue al empezar a servir en el ejército guatemalteco, cuando toda su potencialidad empezó a desplegarse. Le causó indignación la corrupción que existía entre los mandos superiores de la institución castrense, como por ejemplo el que los oficiales  de  los cuales era subordinado, lucraran con la comida de los soldados. En 1960 ya formaba parte de los militares descontentos con la venalidad del gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes (1958-1963) y el 13 de noviembre de ese año participó de manera decidida en la histórica rebelión con la cual comenzaría el primer ciclo guerrillero en Guatemala. Al lado de Marco Antonio Yon Sosa, Augusto Vicente Loarca, Alejandro de León, Luis Trejo Esquivel, Francisco Franco  y otros militares más, Turcios formó parte del grupo de militares que continuaron la lucha cuando la rebelión de 1960 fue derrotada. Y fue este grupo de militares, que no habían ocupado posiciones de mando superior el 13 de noviembre (a excepción de Alejandro de León), los que habrían de transitar de un simple descontento a un planteamiento revolucionario propiamente dicho.

En 1961, con apenas 20 años, Turcios  ya era el joven carismático y con enormes dotes de liderazgo que realizaba personalmente acciones militares audaces y ello lo  convirtió en el indudable jefe militar de la vertiente revolucionaria constituida por el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). En seis años, Herbert vivió una vida intensa en la que cada día eran mil. Lo mismo transitaba en la Sierra de las Minas que bajaba a la ciudad y encabezaba acciones de comando.  O como sucedió en  La Habana de enero de 1966, participaba en reuniones de envergadura internacional como la Conferencia Tricontinental.  En esa Conferencia  la estrella de Herbert llegó a su máxima brillantez. No vivió Turcios  la derrota  y división del primer ciclo revolucionario. Murió el día que el ejército comenzó la ofensiva en la Sierra de las Minas. Su muerte formó parte de los severos reveses que  sufrió la insurgencia.

Desaparecido en su esplendor, Luis Augusto Turcios Lima es hoy símbolo y leyenda.

2 comentarios:

Floresache dijo...

Estimado Dr. Figueroa Ibarra,
Gracias por su artículo. Ayuda a comprender la dinámica que llevó a estos jóvenes audaces, hoy viejos aguerridos algunos todavía, a desarrollar la lucha armada. En este orden de ideas, en el diario guatemalteco elPeriódico, se ha venido desarrollando la narración contraria por parte de uno de los intelectuales orgánicos de la ultraderecha, pro-liberacionista y anticomunista de cajón. Se trata de la versión de Acisclo Valladares, brazo servil de la oligarquía. Y al leer sus artículos referentes, tanto al caso de Turcios Lima, como a su versión sobre los sucesos en torno a la muerte de Francisco Javier Arana, mediante la cual llega a acusar a Jacobo Árbenz y su estado mayor. En ellos se da el lujo de emplazar a los historiadores para que le muestren un documento que según él legitima su versión de los hechos. Lo que veo como problema con esa narración, y no es de extrañar que tenga tantos incautos seguidores ilusionados con esa seudohistoria, es que no se ha pronunciado ninguno de los historiadores serios que mediante instrumentos históricos le puedan poner en su lugar. Mi inquietud es pues, la necesidad de una respuesta histórica a sus diatribas.
Con un saludo cordial, Julio Flores H. Guatemala.

Floresache dijo...

Estimado Dr. Figueroa Ibarra,
Gracias por su artículo. Ayuda a comprender la dinámica que llevó a estos jóvenes audaces, hoy viejos aguerridos algunos todavía, a desarrollar la lucha armada. En este orden de ideas, en el diario guatemalteco elPeriódico, se ha venido desarrollando la narración contraria por parte de uno de los intelectuales orgánicos de la ultraderecha, pro-liberacionista y anticomunista de cajón. Se trata de la versión de Acisclo Valladares, brazo servil de la oligarquía. Y al leer sus artículos referentes, tanto al caso de Turcios Lima, como a su versión sobre los sucesos en torno a la muerte de Francisco Javier Arana, mediante la cual llega a acusar a Jacobo Árbenz y su estado mayor. En ellos se da el lujo de emplazar a los historiadores para que le muestren un documento que según él legitima su versión de los hechos. Lo que veo como problema con esa narración, y no es de extrañar que tenga tantos incautos seguidores ilusionados con esa seudohistoria, es que no se ha pronunciado ninguno de los historiadores serios que mediante instrumentos históricos le puedan poner en su lugar. Mi inquietud es pues, la necesidad de una respuesta histórica a sus diatribas.
Con un saludo cordial, Julio Flores H. Guatemala.