El cambio se impuso
sobre postulados falsos que a poco de asumir se diluyeron y mostró su verdadero
rostro al liberar las retenciones al campo y a las mineras, amén de beneficiar
al sector financiero que jamás soñó con tanta bonanza.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza,
Argentina
Ingenuo sería imaginar
el indisimulado entusiasmo y orgullo que invade a la gente de Cambiemos en la
celebración de su primer año de gobierno este sábado 10 de diciembre. No es
para menos, una fuerza política joven, casi adolescente – aunque con viejas y
renovadas ambiciones – entrenada para ejercer el poder, formada por un puñado
de gerentes exitosos mezclados con “pura sangre” que arrasaron con el
bipartidismo tradicional, en donde la centenaria UCR regaló su estructura partidaria nacional a la
selecta dirigencia porteña encabezada por Mauricio Macri. Aunque el cielo se
derrumbara y el suelo estallara en llamas, el triunfo de los medios que los
apoyaron, los grandes empresarios y la dirigencia del campo, no pueden ocultar
su triunfo político.
Ahora bien, el
escenario social construido en estos meses se hace cada día menos tolerante. Es
difícil vivir bajo un ejército de ocupación donde cada día que avanza, arrasa con
los derechos adquiridos e instala un estado de ánimo cercano al pánico propio
de la imposición de la razón de los poderosos. La prepotencia de los ricos
jamás tuvo cabida en una democracia, aunque la cantinela recurrente – sobre
todo en la última campaña mediática – siempre fue la defensa de la república y
el respeto de sus instituciones. Mientras el ejercicio deliberativo del disenso
supone la constante discusión sobre la mejor distribución de los recursos para
satisfacer las necesidades públicas, la plutocracia recorta y asigna con desdén
lo que, a su sesgado parecer, debe recibir el pueblo en sus exageradas pretensiones.
Un Estado obeso debe ceñirse a la eficiencia de la empresa privada, los sueldos
deben ser competitivos en el mercado internacional donde debemos mantener el
tradicional perfil agroexportador, tal como hemos sido reconocidos desde el
siglo XIX. Por lo tanto debemos reprimarizar la economía y no insistir con el
apoyo a la industria. Los servicios deben ser eficientes para atraer multitudes
de turistas ávidos de paisajes exóticos, asados en estancias y el tango que
mejor nos representa.
El cambio se impuso
sobre postulados falsos que a poco de asumir se diluyeron y mostró su verdadero
rostro al liberar las retenciones al campo y a las mineras, amén de beneficiar
al sector financiero que jamás soñó con tanta bonanza. En el otro extremo de la
balanza, la liberación del cepo cambiario y el ajuste tarifario, hicieron
tronar el escarmiento en los flacos bolsillos de los trabajadores y las clases
medias que pronto comenzaron a advertir la improvisada gestión que ejercía la
ceocracia encaramada en los organismos públicos.
La llegada de Obama, su
recibimiento como Pancho por su casa y el “retorno” del país al mundo del que
nunca se había ido, regresó a las viejas relaciones no carnales como en los
noventa, pero sí al endeudamiento recurrente con los organismos financieros
internacionales, como corresponde a todos los países al sur del río Bravo, es
decir, al tradicional patio trasero.
En torno de marcar la
cancha, lo primero fue componer una Corte Suprema de Justicia dócil a los
nuevos tiempos a través de Decretos de Necesidad y Urgencia; bien es sabido que
el único poder incólume que ha atravesado los dos siglos de vida independiente
ha sido justamente el Judicial. Se puede alegar a su favor que por precaria que
sea la situación institucional de un país, éste debe mantener sus órganos
judiciales para el mantenimiento del orden interno y resulta atinado, lo que no
lo es, es que su desempeño haya sobrevivido gobiernos de facto y períodos
constitucionales sin mayores inconvenientes, salvo el alejamiento de aquellos
miembros disidentes y conspicuos defensores del valor de la justicia, que
siempre se rebelan al poder de turno.
Desmantelar el Estado
inclusivo de derechos exigía de un alto Tribunal dispuesto a plegarse a las
exigencias del nuevo gobierno y, aunque el discurso oficial se esforzaba por
difundir el respeto a la división de poderes, la nominación de dos jueces,
sospechaba un agradecimiento de los magistrados hacia el ejecutivo que los
había nombrado.
Luego vendrían los
aprietes presupuestarios para aquellos representantes que no se alineaban a las
nuevas políticas. De allí la conversión de muchos opositores que se vieron
acorralados entre los mandatos partidarios y los intereses de sus representados
en el territorio.
La espontánea reacción
de múltiples organizaciones populares en contra de los tarifazos de los
servicios públicos, hicieron reaccionar al ministro de energía Aranguren, ex
Ceo de Shell, que había equivocado la estrategia de actualización de tarifas,
dada la anterior política de subsidios. Diversos fallos judiciales lo forzaron
dar marcha atrás, pero con todo, no pudieron frenar una inflación que superó el
40% en diez meses. El consumo interno disminuyó y la apertura irrestricta de
productos importados contrajo la economía, expulsando trabajadores que fueron a
engrosar el desempleo imperante. Según el CEPA, Centro de Economía Política,
hubo 650 despidos y suspensiones por día, siendo el sector industrial el más
afectado, con el 84% de los despidos y suspensiones.
Sin embargo, la promesa
de la llegada de inversiones no se produjo en los tiempos anunciados, como
tampoco se advierte un clima favorable para los próximos años. Claro, no
esperaban el triunfo de Donal Trump en Estados Unidos, ni sospecharon que
desarmaría de un plumazo la Alianza Trans Pacífico en la que habían cifrado sus
esperanzas, por lo que nuevamente estamos en el punto de partida. El mismo
punto en que descubrimos la imposibilidad de alcanzar la pobreza cero ya que el
piso es del 30%, según datos del propio INDEC remozado.
Lo que sí es seguro es
el achicamiento del gasto social, el desfinanciamiento de la educación, ciencia
y técnica e infinidad de programas de salud, incluidas la lucha contra el sida
y las enfermedades mentales, entre otras.
Desde luego, 2016 no es
un año más, fue bisiesto, tuvo la luna más grande por su mayor acercamiento a la tierra cada 65 años o, tal
vez se alinearon los planetas o vaya a saber qué. Lo cierto fue que ganó Trump
y murió Fidel Castro en Cuba el mismo día que el dictador Augusto Pinochet cumpliría años,
paradojas de la vida si las hay. Esa tremenda carga cósmica deber haber
influido en el universo Macri y su galaxia gobernante, quien en el último
retiro espiritual en Chapadmalal, se autoevaluó con un 8. Una generosidad de la
que no disfruta la mayoría de los argentinos que cada día deben agudizar el
ingenio para ver cómo hacen para sobrevivir.
Sin embargo, algunas
nubes en el horizonte hacen peligrar el festejo de Cambiemos, la oposición le
torció el brazo esta semana con la ley del impuesto a las ganancias y, por otro
lado… el gobierno debe hacer bien los deberes si quiere que le vaya bien en las
elecciones legislativas de 2017.
Es de esperar entonces
que los desilusionados con el cambio no se dejen engañar con los cantos de
sirenas y voten en defensa de sus intereses, así como los trabajadores
respondan a la decimonónica y añorada consciencia de clase.
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