Después del Tratado Torrijos – Cárter Panamá no ha
jugado ningún papel de primera línea en las relaciones internacionales. El
Tratado en cuestión materializó la demanda generacional de poner fin al enclave
colonial que encuentra su antecedente inmediato en los acontecimientos del 9,
10, 11 y 12 de enero de 1964. Esto se logró en la etapa militar que culminó con
la invasión norteamericana el 20 de diciembre de 1989.
Abdiel Rodríguez Reyes /
Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de
Panamá
Los gobiernos post invasión no muestran mayor
brío en las relaciones internacionales. A lo sumo hemos ampliado el Canal de
Panamá y seremos la sede de la Jornada Mundial de la Juventud en el 2019. Estos
gobiernos se han caracterizado por mediar en el mejor de los casos, por
ejemplo: invitar mediante la presión de los miembros de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América Alba (ALBA) a Cuba a la VII Cumbre de las
Américas celebrada del 9 al 11 de abril de 2015 en Panamá, en donde se dio el
encuentro después de medio siglo, entre un mandatario cubano y norteamericano.
Lo que se privilegió en las relaciones internacionales fueron las de índole
comercial, descuidando el flanco geopolítico.
Desde el año pasado Panamá vuelve a los tabloides y
no precisamente para ponderarlo, en ésta ocasión por escándalos de corrupción a
nivel internacional: Los papeles de Panamá y la inserción de empresarios
panameños en la Lista Clinton, son algunos, lo que afectó la imagen del país.
Lo primero nos obliga revisar nuestra estructura financiera, y lo segundo
analizar la vulnerabilidad de los grupos de poder económico ante la política
exterior norteamericana.
En ambos casos los embates vienen desde Estados
Unidos. La noticia que se tituló internacionalmente Los papeles de Panamá
se dio a conocer por el diario alemán Süddeutsche Zeitung por Obermaier,
F. & Obermayer, B pero alcanzó un impacto internacional por el International
Consortium of Investigative Journalist con sede en Washington, y diversos
socios en todo el mundo. Por otra parte, la Lista Clinton es emitida por la
Oficina de Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de los Estados
Unidos, y figura, entre otros, el dueño de Grupo Editorial El Siglo y La
Estrella, lo cual limitó las operaciones de este último antiquísimo diario,
a la sazón el más antiguo del país. En ambos casos el Gobierno panameño se
mantiene distante.
Nuestra soberanía quedó en entredicho. El tema de la
soberanía que fue neurálgico en el siglo pasado, encontrando en los
acontecimientos de enero de 1964 su máxima expresión, vuelve nuevamente a
ser una preocupación en la opinión pública. El caso más simbólico por su valor
histórico es el de La Estrella de Panamá, en donde el actual Gobierno y
el Órgano Legislativo se limitaron a pedir licencias de operaciones para que el
periódico pueda imprimirse. La posición de la junta directiva de este diario es
que se le saque de la lista y no operar indefinidamente bajo la precaria figura
de licencia de operaciones, lo que es a todas luces es una nueva afrenta al
país.
A raíz de estos problemas surge, reiteramos, el tema
de si realmente somos un país soberano o una banana republic. A
estas alturas no hay ninguna negociación de alto nivel entre el gobierno de
Estados Unidos y Panamá para poner las cuentas claras y que caiga quien tiene
que caer; muy por el contrario, estamos en una incertidumbre donde solo nos
queda esperar el garrote o la zanahoria, como por ejemplo: esperar el último
día para dar la licencia hasta el 13 de julio del presente año.
En la experiencia con el Gobierno
norteamericano, en particular cuando se rompieron las relaciones diplomáticas
el 10 de enero de 1964 por la afrenta zonians de no permitir colocar la
bandera nacional en instituciones de la Zona del Canal, desencadenó una
reivindicación de mayor envergadura. A Estados Unidos no le conviene
estratégicamente romper los canales oficiales y que el malestar se manifieste
en las calles como el 9 de enero de 1964 que obligó al gobierno de Roberto
F. Chiari a tomar esa decisión al día siguiente, como muestra la siguiente
misiva del Ministro de Relaciones Exteriores Galileo Solís:
“En nombre del Gobierno y el Pueblo de
Panamá presento a Vuestra Excelencia formal protesta por los actos de
despiadada agresión llevados a cabo por las Fuerzas Armadas de los Estados
Unidos de América acantonadas en la Zona del Canal, con la integridad
territorial de la República y su población civil indefensa durante la noche del
día de ayer y la mañana de hoy […] Finalmente, cumplo con informar a Vuestra
Excelencia, que debido a los sucesos antes mencionados, el Gobierno de Panamá
considera rotas las relaciones diplomáticas con su Ilustrísimo Gobierno.”[1]
El acontecimiento de enero de 1964 abrió la
posibilidad de negociar posteriormente una reivindicación de mayor envergadura:
poner fin al enclave colonial. Sin duda la situación actual nos invita a pensar
nuestra soberanía en un contexto diferente al del siglo pasado.
NOTA:
[1] Edición conmemorativa de la Universidad de
Panamá para conmemorar el 50 aniversario de la Gesta Patriótica del 9 de enero
de 1964. Copia facsimilar Revista Lotería de Abril- Mayo 1964. pp. 1-2.
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