El porvenir de la
economía mexicana se vislumbra bastante negativo tras el triunfo electoral de
Donald Trump, que indudablemente causará estragos para las finanzas públicas de
México, pero solamente mostró la vulnerabilidad de la economía nacional
derivada de la desarticulación del sistema productivo, la corrupción y nuestra
extrema dependencia de la economía de Estados Unidos.
Al cierre del cuarto año
de gobierno de Enrique Peña Nieto, la deuda pública de México alcanzó un máximo
histórico de 9.38 billones de pesos, monto equivalente a 50.5% del Producto
Interno Bruto (PIB). Esta situación pone de manifiesto la crisis estructural
que padece la economía mexicana, agudizada a raíz del estallido de la crisis
global en septiembre de 2008.
Desde mediados de 2014,
las finanzas públicas fueron afectadas por la caída del precio del petróleo y
el nivel de producción de Petróleos Mexicanos, ambos factores disminuyeron la
participación del sector petróleo en el gasto público de 40 a 13% entre 2008 y
2016, con lo cual, se puso en riesgo el financiamiento de la inversión pública,
el presupuesto de los estados y los programas sociales[1].
Frente a la debacle, el
gobierno mexicano decidió apostar por el endeudamiento público, principalmente
a través de la emisión de deuda interna (67% de la deuda pública), que se
contrata con acreedores nacionales y se liquida en pesos mexicanos, lo cual
disminuyó la vulnerabilidad externa ante una restricción del financiamiento
externo denominado en dólares[2].
Sin embargo, la emisión
de deuda pública no sirvió para impulsar el crecimiento económico sustentado en
una mayor inversión pública, sino que las entidades estatales con un mayor
nivel de endeudamiento público estuvieron caracterizadas por tener gobiernos
con altos índices de corrupción (Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Quintana Roo,
Veracruz)[3].
La falta de supervisión
del gobierno mexicano sobre la deuda pública permitió el endeudamiento excesivo
de las entidades estatales, sin comprobar la canalización de los fondos recaudados
para el financiamiento de proyectos de infraestructura, que evitaran su uso
inadecuado auspiciado por la corrupción de los gobernadores estatales.
Uno de los casos más
dramáticas es Veracruz, entidad que fue recientemente declarada en emergencia
financiera debido a la incapacidad de la administración estatal de cumplir con
el pago de salarios, prestaciones sociales y servicios de sus funcionarios
públicos; esto pone en evidencia las graves consecuencias derivadas de la
adquisición de un elevado nivel endeudamiento público bajo un contexto político
plagado de corrupción[4].
Por otra parte, para el
gobierno mexicano será cada vez más difícil encontrar condiciones accesibles de
financiamiento a través de costos reducidos en los mercados nacionales debido a
la normalización de la política monetaria de la Reserva Federal de Estados
Unidos, situación que ha provocado cinco incrementos de la tasa de interés de
referencia por un total de doscientos cincuenta puntos base por parte del Banco
de México durante 2016.
De esta manera, el
aumento sistemático de la tasa de interés de referencia del Banco de México que
se situó en un nivel de 5.75% en diciembre de 2016, elevará aún más el costo
del financiamiento del gobierno mexicano en los mercados financieros; la
situación será cada vez peor toda vez que se esperan tres aumentos más de la
tasa de interés de los fondos federales de la Reserva Federal para el año 2017.
Las condiciones adversas
de financiamiento para el gobierno mexicano ya se ha hecho sentir en la
reducción del Presupuesto de Egresos de la Federación correspondiente a
2017 por una cantidad de 240,000 millones de pesos, que afectó seriamente la
disponibilidad de recursos de varias dependencias estatales (Petróleos
Mexicanos, Secretaría de Educación Pública, Secretaría de Comunicaciones y
Transportes, Secretaría de Salud)[5].
La perspectiva de la
economía mexicana es desfavorable ya que se prevén mayores ajustes en el sector
público que todavía tuvo un déficit primario de 217,570 millones de pesos (1.3%
del PIB) en 2015, que se espera convertir en un superávit primario de 73,800
millones de pesos (0.4% del PIB) con el fin de fortalecer la confianza de las
finanzas públicas en los mercados financieros en 2017[6].
La restricción de
financiamiento público por parte de las autoridades estatales se realiza en un
contexto crítico para la economía mexicana luego del triunfo electoral del
candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. El
magnate se comprometió a construir un muro fronterizo que sostiene, será
financiado por el gobierno mexicano, además de llevar a cabo una renegociación
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) durante los primeros
meses de su mandato.
La negociación para
reformular los términos del TLCAN corre el riesgo de desencadenar aún más
incertidumbre sobre el futuro de la relación comercial entre Estados Unidos y
México. El panorama es muy amenazante ante la posibilidad de reducir la
inversión privada de origen estadounidense hacia la economía mexicana,
situación que no haría sino apuntalar las tendencias recesivas sobre México
ante la ausencia de un estímulo fiscal.
El desarrollo de las
negociaciones sobre el TLCAN podría resultar grave para la economía mexicana,
puesto que la proyección de crecimiento del PIB se encuentra actualmente en
1.9% para el próximo año, mientras que un caso adverso de las negociaciones
podría suscitar una caída de 2.7 % del PIB en 2017[7], de acuerdo con la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe.
Por añadidura, si Donald
Trump hace realidad algunas de sus amenazas en contra de México (congelamiento
de las remesas, aplicación de un arancel de 35% sobre las exportaciones
mexicanas, salida de Estados Unidos del TLCAN), provocará una salida abrupta de
capitales, situación que reducirá considerablemente el margen de maniobra del
gobierno para apoyar la actividad económica por medio del endeudamiento.
La perspectiva negativa
de las calificadoras de crédito internacionales (Fitch, Standard & Poors,
Moody’s) sobre la economía mexicana a partir del triunfo electoral de Donald
Trump, apunta a la disminución de la nota asignada a los títulos de deuda
pública por las calificadoras de crédito, lo cual se traducirá en mayores
ajustes en el sector público a fin de conseguir un saldo positivo en las
finanzas públicas en 2017.
En conclusión, el
porvenir de la economía mexicana se vislumbra bastante negativo tras el triunfo
electoral de Donald Trump, que indudablemente causará estragos para las
finanzas públicas de México, pero solamente mostró la vulnerabilidad de la
economía nacional derivada de la desarticulación del sistema productivo, la
corrupción y nuestra extrema dependencia de la economía de Estados Unidos.
- Ulises Noyola Rodríguez
es colaborador en la División de Estudios de Posgrado de Economía en la UNAM.
NOTAS:
[1] El Economista. Ingresos petroleros tocan mínimos, solventan sólo 13%
del gasto público. Fecha de publicación: 19/06/2016.
[2] Centro de Estudios de las Finanzas Públicas. Análisis y Evolución de
la Deuda Pública. Fecha de publicación: 21/06/2016.
[3] Centro de Estudios de las Finanzas Públicas. Diagnóstico de la Deuda
Pública de las Entidades Federativas. Fecha de publicación:
01/04/2016.
[4] El Financiero. Veracruz declara emergencia financiera. Fecha de
publicación: 12/12/2016.
[5] El Financiero. Hacienda propone otro recorte por 70 mmdp en 2017.
Fecha de publicación: 09/09/2016.
[6] Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Fortalecer economías y
apoyar inversión, prioridad internacional en 2017. Fecha de publicación:
02/12/2016.
[7] El Economista. Cepal recorta expectativas de crecimiento para México
a 1.9%. Fecha de publicación: 14/12/2016.
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