Poco nos queda de
humanidad, si es que en algún momento la
tuvimos. Un planeta insalvable nos grita pidiendo auxilio, nos hacemos los
desentendidos y nos acostamos panza arriba a dormir la mona, mientras todo a
nuestro alrededor se va extinguiendo
ante nuestra indiferencia de mediocres egocéntricos.
Ilka Oliva Corado / Para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos
Somos el deterioro de
una especie destructiva, egoísta, oportunista y jactanciosa. Somos el peor de
los males. Cada día amanecemos con más especies en peligro de extinción, con la
fauna y la flora en agonía, con las selvas tropicales a punto de ser desiertos.
Con las calles de nuestro barrio cundidas de basura. Nosotros con nuestro
cuero más duro. Más insensibles que el
día anterior.
Cada días más niños en
las calles, en los basureros, cada día más feminicidios; más niñas,
adolescentes y mujeres violadas. Cada vez más embarazos producto de una
violación. Y el derecho al borto que nunca llega porque cuestiona a nuestra
doble moral.
Cada día más
desapariciones forzadas, más tráfico de personas para fines de explotación
sexual, laboral y tráfico de órganos.
Más migrantes lanzándose a las fronteras de la muerte. Nosotros cada día
más corruptos como los grandes capos y
nos acomodamos diciendo, ¿si ellos lo hacen por qué yo no? Más mezquinos que un
año atrás. Sumisos cuando nos conviene y excelentes para vivir de apariencias.
Nuestra especie es la
ponzoña de todas las criaturas que habitan en el universo. Corrompidos en cada
una de nuestras acciones. Esclavos del
consumismo y del chisme. Somos la mera leche para humillar al desamparado, para
pisotearlo, para restregarle en la cara nuestra opulencia de bandoleros de
doble moral. Esos residuos que nos permite el sistema, porque somos tibios y
acomodados.
Nosotros que
desconocemos de hermandad y solidaridad. Que la dignidad nos escalda, que la
lealtad nos ofende y que la conciencia nos hace los mandados. A nosotros que la
palabra humanidad nos crea úlceras. Que el respeto por el otro nos incomoda y
nos enfurece.
Somos una especie
putrefacta que ni la aves de rapiña quieren comer. Nos devoramos entre nosotros
mismos, ansiosos, urgentes, con la avaricia a flor de piel; con la maldad en
los labios y la mirada. Con los dardos envenenados en las manos. Y nos
los lanzamos entre familia, amigos, conocidos y, todos al unísono contra
el más explotado del sistema.
¿Cuándo tendremos
respeto por todas y cada una de las
especies del planeta? ¿Cuándo vamos a luchar por salvar los ríos, los lagos y
los mares? ¿Por la fauna y la flora? ¿Por la sonrisa de los niños marginados?
¿Por la esperanza destrozada de los abuelos que mueren en el olvido de la
sociedad? ¿Cuándo dejaremos la avaricia por la conciencia? ¿El oportunismo por
el compartir? ¿La indiferencia por la solidaridad? ¿La exclusión por la inclusión? ¿Los derechos
para todos, sin distinción? ¿Cuándo
vamos a luchar por la libertad de los pueblos? ¿Cuándo, cuándo seremos humanos?
Urge, era para ayer.
Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado
contacto@cronicasdeunainquilina.com
26 de diciembre de 2016, Estados Unidos.
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