Abril es un mes agradable y hermoso en Portugal, la primavera es la estación indicada para visitarlo. Hecho que, seguramente fue motivo de inspiración para a mi compatriota Alberto Cortez para escribir la canción que hizo famosa Julio Iglesias en su apogeo en los 70. Pero abril tiene un significado político trascendente en la vida lusitana, marca un antes y un después.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
En 1968 el catedrático de Coimbra había cumplido 36 años de gobierno, cuando sufrió una caída que luego le provocó una trombosis cerebral de la que no se recuperó hasta fallecer en 1970. Sin embargo se le ocultó su relevo en el gobierno por Marcelo Caetano, pero el periodista francés Roland Faure del diario L’Aurore, logró entrevistarlo y el dictador le confesó que seguía siendo el dueño de Portugal. Convencido como fundador del Estado Novo, régimen nacional – católico, en el que se había impuesto tras un golpe militar que daba por tierra con un período que había tenido 45 gobiernos en apenas 16 años. Años en que Portugal se mantuvo ajeno a los conflictos europeos, pero sumido en la miseria y el analfabetismo. Cabe recordar que en 1960, tenía un analfabetismo del 26,6% en los hombres y el 39% de las mujeres, mientras la renta per cápita era de 361 u/s, menos de un dólar diario, según registros del Banco Mundial.
Por esos años comienzan los conflictos de liberación de las colonias portuguesas de Angola, Mozambique, Guinea Bissau, Cabo Verde y Timor, hacia donde se envían numerosos soldados que lucharon entre 1961 y 1974 en la guerra denominada el Vietnam portugués en correlato fracaso con el de las tropas estadounidenses en el país asiático.
Sumado a esto regresaron más de medio millón de portugueses (conocidos como los retornados) a su tierra, generando grandes problemas sociales y económicos dado que tampoco se contaba con los abundantes y baratos recursos que le suministraban las colonias.
Es en ese escenario en el que se produce, A Revolucao dos cravos, puesto que las Fuerzas Armadas alentadas por Otelo salieron por las calles vivados por el pueblo, el que les fue arrojando a su paso claveles rojos que ellos colgaban en los caños de los fusiles. Primera revolución pacífica sin muertos, aunque si los hubo, cometidos por la guardia que defendía a Marcelo Caetano, quien se había hecho cargo del gobierno desde antes de la muerte de Oliveira, manteniendo las mismas condiciones.
Otelo, reconocido como el cerebro militar de la Revolución de los Claveles, había nacido en Mozambique en 1936 e inició su carrera militar en 1960, cuando comienzan las guerras coloniales. Pasada la recuperación de la democracia, en los ’80, su nombre aparece asociado a las Fuerzas Populares 25 de Abril (FP-25), organización terrorista autora de varios atentados mortales, por lo que es condenado en 1986 a 15 años de prisión, por delitos de asociación terrorista y complicidad moral en atentados. Cinco años después es indultado y en 1996, fue amnistiado por pedido del entonces presidente de la República, Mario Soares por su participación en el FP-25. El Partido Comunista también reaccionó a favor de resguardar su conducción en el levantamiento militar del 25 de abril.[1]
Entonces, en ese día memorable, fue fundamental la participación del Sindicato de Trabajadores de la Cinematografía que acompañó la marcha filmando varios días los acontecimientos posteriores.
Luego de la excitante euforia colectiva, comenzó un período convulso e incierto, consecuencia de un período negro de casi medio siglo en que estaban prohibidas las asociaciones de toda índole, no había libertad de expresión y era reprimido cualquiera que intentara oponerse al régimen. Las políticas socialistas de estatizar empresas adoptadas en un comienzo por las autoridades militares, fueron rechazadas los empresarios, mientras los obreros continuaban con sus reclamos. Poco a poco el gobierno recuperó las empresas que los trabajadores habían arrebatado a los empresarios. El resultado fue la represión y persecución de los trabajadores y soldados revolucionarios para devolver al capitalismo el poder que estaba en sus manos.
Sin embargo, el cine como expresión artística e industria en desarrollo, comenzó en la década del treinta a ser una importante usina de propaganda política de la que no fue ajeno Portugal, mucho menos Oliveira de Salazar que quería distinguirse del afectado modelo de las apasionadas arengas de Hitler o el Duce. Por el contrario, estaba convencido de lograr el sometimiento de las multitudes por la persuasión.
Algunas tempranas películas que hacen el elogio directo de su sistema político – como A Revolução de Maio (1937) de António Lopes Ribeiro, el cineasta más asociado al régimen – la presencia del salazarismo en el cine portugués será de forma más sutil. Allí, no veremos elogios directos al fascismo o escenarios de películas históricas sobre un pasado glorioso, pero sí un retrato de un pueblo tradicional, satisfecho de su conservadurismo y pequeño en sus ambiciones intelectuales. Durante el auge de la implantación del Estado Novo en Portugal (entre sus inicios en 1933 y 1950), la “comedia portuguesa” será la máquina oficial de entretenimiento del régimen, su contacto privilegiado con una clase mercantil y popular retratada en todas sus películas por pequeños dilemas sentimentales, donde la censura aprobará un sentimiento de distracción e irrealismo sobre la verdadera realidad social portuguesa. Todas sus películas más conocidas – A Canção de Lisboa (1933) de Cottinelli Telmo; O Pai Tirano (1941) de António Lopes Ribeiro; O Pátio das Cantigas (1942) de Francisco Ribeiro; O Costa do Castelo (1943), A Menina da Rádio (1944) o O Leão da Estrela (1947) de Arthur Duarte – son reproducciones del popular “teatro de revista” (con sus actores cómicos, como Vasco Santana, António Silva o Ribeirinho), un género de teatro popular y anecdótico sobre la vida diaria portuguesa. Sus narrativas, centradas en un universo urbano donde todo el mundo se conoce, nos muestran personajes que condenan una normal ascensión social y sus ambiciones hacia un mundo exterior (cuyas referencias no existen), encerrándolas en una “casa portuguesa”, modesta y tradicional (a imagen del lema salazarista de “Dios, Patria y Familia”), respetando el orden moral establecido del jefe de familia y las tradiciones más puritanas en las relaciones personales y sexuales. Alguna semejanza con la narrativa de La colmena de Camilo José Cela.
Así, la presencia del Estado Novo en el cine portugués se notará, más que por su represión política, por su fuerte represión moral de las costumbres.[2]
Sin embargo O patio das cantigas de 1942, de Francisco Ribeiro, que intentaba reflejar la vida de las familias, las costumbres y bailes dentro los patios como lo hacían los juglares del medioevo, refleja, sobre todo, el equilibrio diplomático que debía hacer el país para no quedar pegado a la España franquista que se había aliado a Alemania ni irritar a los ingleses con los que mantenía relaciones comerciales. Su vinculación con su ex colonia, Brasil, también le ofrecía un flanco débil, dado que éste había enviado soldados a luchar a favor de los Aliados. Todo esto intentaba transmitir la parodia seduciendo al público con buenos actores y músicos populares, a la vez de promover con esto el orgullo nacional.
Como testimonio de eso días negros, en una columna anterior comentaba el film Sostiene Pereira interpretado por Marcello Mastroianni, en donde el viejo y desalentado periodista, Dr. Pereira, influenciado por el filósofo comunista Monteiro Rossi, logra denunciar en 1938 lo ocurrido en Lisboa; más recientemente, en 2013, Tren nocturno a Lisboa, con Jeremy Iron en el rol protagónico. Raimund Gregorius es un profesor suizo de 57 años que, después de salvar la vida de una joven portuguesa a la que apenas ve, decide investigar sobre el texto que encuentra en su chaqueta. En la prenda que la chica ha olvidado también hay unos billetes de tren para ese mismo día con los que, llamado por la curiosidad, viaja a Lisboa renunciando a su actual trabajo. Allí buscará a Amadeu, autor del texto, hasta dar con su hermana y descubrir que el poeta y médico que escribió esas palabras que tanto llamaron su atención, era un miembro de la resistencia portuguesa que luchaba contra el régimen dictatorial de Antonio de Oliveira Salazar. A pesar de que varias personas le advierten de la peligrosidad de la investigación, Raimund no se detiene, pues se ha convertido en algo particular e incluso obsesivo que debe resolver para sentirse realizado y encontrar la estabilidad personal que perdió hace años.
Con otra mirada y criterio, O Capitao Falcao realizado en 2015, por Joao Leitao, es una crítica al régimen en estética kitsch, narra a un antihéroe tipo Batman en su lucha contra el comunismo durante el período de la dictadura salazarista. Film que fue bien recibido por el público y la crítica lusitana.
Desde luego hay mucho que decir en torno al desarrollo del séptimo arte del país ibérico, del que me he permitido esbozar unos brochazos que, los especialistas sabrán disculpar.
En 2019 tuve la suerte de encontrarme en Lisboa justamente en el aniversario de la Revolución. Fue un día engalanado para la celebración, para entonces ya se había el Museo dedicado a la lucha por la libertad a la Fortaleza de Peniche, prisión situada a 100 kilómetros de Lisboa donde pasaron más de 2.500 presos políticos. Otros eran enviados a la otra prisión en Terrafal en la isla de Cabo Verde.
Me encontraba en una librería de El paseo de los poetas, intentando dar con algún libro de Antonio Lobo Antúnes en su lengua de origen, finalmente me traje una edición de bolsillo (por precio y tamaño) de A morte de Carlos Gardel. Luego en 2019, este autor varias veces candidato al Nobel, (logrado por José Saramago en 1998, único portugués en recibirlo y de quien tengo casi todos sus libros), sacó De la naturaleza de los dioses. En uno de los escasísimos reportajes le expresó al Dr. Javier Pinedo: “De regreso a Lisboa, se opuso a la dictadura de Salazar ("un hombre que murió virgen", me dice ¿Cómo lo sabes? "Es lo que se dice"), y más tarde, la revolución de los Claveles, al ritmo de "Grandola Vila Morena", cantada por José Afonso, el 25 de abril de 1974, cuyo ideólogo fue su gran amigo, el oficial de ejército Ernesto Melo Antunes, una revolución en la que los ecos de Mayo del 68 y los procesos de liberación en América latina, todavía están presentes. Más tarde, candidato por el partido comunista en los 80, y luego muy crítico de la cultura de ese partido, hasta una posición de aislamiento actual.”[3]
En el campo de las letras también debo confesar mi ignorancia, salvo la referencia de Luis de Camoes, el poeta del siglo de oro portugués o, Fernando Pessoa, el genio literario del siglo pasado, conocido por sus heterónimos.
Más allá de las diversas narrativas adoptadas y adaptadas al fenómeno social que produjo la Revolución de los Claveles, no deja de sorprender la idílica relación que se produce entre el pueblo y los militares, similares a la épica de nuestras luchas por la independencia en donde los pobladores más humildes se unen espontáneamente en la lucha por la libertad. De allí que hayan sido motivo de infinidad de canciones, poemas, novelas.
En los videos alusivos al hecho aparece Grandola Vila Morena cantada por la inolvidable Amália Rodrigues, mientras el coro hace mención a la fraternidad y la lucha por la libertad. Una verdadera canción de la gesta como es Bella Ciao, de los partisanos italianos o el Himno de Riego de los republicanos españoles.
Hasta el cantautor brasileño Chico Buarque, solidario y comprometido con las luchas por la libertad de los pueblos grabó, Tanto mar, en 1978, aunque la compuso en 1975 pero la dictadura brasileña censuró la difusión del disco.
La letra tiene dos momentos: uno, cuando se produce la revolución en 1975: “La fiesta estuvo linda, Pa / fui feliz / aún guardo obstinadamente / un clavel viejo para mí”; y el segundo cuando todo había concluido en 1978: “Tu fiesta ya se ha marchitado, Pa / Pero seguro / Se olvidaron una semilla / en algún rincón del jardín”. Dos climas que sintetizan lo ocurrido. Sin embargo ambas terminan pidiéndole a Portugal que le envíe “Um cheiro de alegrím (un aroma a romero)”.
De allí la importancia de recordar abril en Portugal, sus idas y vueltas en las luchas populares por la libertad desde los sueños del arte.
[1] Adiós al ideólogo de la Revolución de los Claveles, Revista Ñ, N°932, 7 de agosto de 2021.
[2] Francisco Valente, El trasfondo histórico del cine portugués, Contrapicado. Escritos sobre cine, 17 de julio de 2011. Contrapicado.net.
[3] Novelando voces: en Lisboa con António Lobo Antunes. https:/www.scielo.cl.
No hay comentarios:
Publicar un comentario