Intervención en el Seminario Internacional “Marxismo: su vigencia en las condiciones concretas de nuestro tiempo. Miradas desde china Argentina y Uruguay”, 30 de junio de 2023.
Mariano Ciafardini / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
Hablar sobre marxismo siempre supone un desafío dada la riqueza, por un lado, y el espíritu crítico, por otro, de este trascendental “corpus teórico”. En cuanto a China, como fenómeno y como proceso, resulta ser uno de los más, sino el más, importante evento de nuestros días, ya que su gran desarrollo económico y social y el hecho de ser el símbolo de lo que se opone al hegemonismo y al uni-polarismo occidental (que se resiste a terminar) son características que la transforman en un modelo a respetar y también a seguir en términos generales.
El solo hecho de que la República Popular China esté liderada por el Partido Comunista, heredero de la tradición revolucionaria que dio origen a la propia República en 1949, es razón suficiente para que el par conceptual China- Marxismo deba ser considerado con detenimiento y atención.
El Marxismo no es un dogma sino una teoría que por estar ligada a la realidad misma como ninguna otra se va transformando y enriqueciendo con los avatares de esta misma realidad manteniendo los postulados que siguen vigentes y reformando o reinterpretando los que deben cambiar.
De este modo la vigencia del Materialismo Histórico y su visión progresiva de los modos de producción como determinantes de una superestructura jurídico-política y cultural, que sigue teniendo vigencia hoy tanto como en los tiempos en que Marx y Engels desarrollaron las bases de su teoría revolucionaria, deben ser tenidos en cuenta, pero, introduciendo en su marco discursivo elementos producto del avance de las ciencias sociales, preferentemente de la antropología y la historia y, en particular, de las transformaciones en las fuerzas productivas y los cambios que éstas determinan en las relaciones de producción, tanto a nivel nacional como internacional.
Desde este punto de vista se debe considerar que el momento que nos toca vivir (principalmente en occidente) no es ya el de un capitalismo parecido al de los tiempos de Marx, o al del siglo XX, en su forma de imperialismo, contra el que lucharon Lenin y Mao entre otros, sino una nueva forma globalizada y con fuertes rasgos financieros que utiliza el recurso del endeudamiento de los países y las personas como mecanismo de extorsión y desposesión de las riquezas y los recursos de los pueblos, generando pobreza y exclusión por doquier, incluso en los países capitalistas desarrollados.
A este capitalismo los hemos considerado como una tercera etapa en su devenir histórico y que, por ser tercera, es dialécticamente la última, pronunciándose entonces los tiempos de su decaimiento y finalización de existencia como sistema socio político y económico dominante.
Pero el propio Materialismo Histórico nos enseña que con la finalización del Capitalismo no ha de sobrevenir otro sistema de opresión sino que todos los sistemas de violencia y opresión de las masas existentes ya han tenido su lugar histórico como sistemas de guerra, de servidumbre y de explotación económica y se abre ahora para la humanidad la posibilidad de la construcción de una nueva comunidad de pueblos y naciones en los que impere la equidad la solidaridad y el respeto mutuo.
Estamos, como decía el comandante eterno Fidel Castro Ruz, frente a un verdadero “cambio civilizatorio” pero no solo por las amenazas que se ciernen para la especie, de la mano de esta última versión decadente del capital, como la destrucción del planeta, el peligro de guerra nuclear, la extensión generalizada de la pobreza y la exclusión social y la alienación por el consumo de drogas o el consumismo desmedido, sino, también y a su vez, por la gran oportunidad de dejar atrás todo ello y comenzar con la construcción de un nuevo mundo. Nunca antes estuvieron tan dadas las condiciones históricas para ello.
Y aquí es donde juega su parte la realidad China.
Sin discontinuidades históricas el Partido Comunista de la República Popular China inició su lucha en 1921 y, luego de inmensos esfuerzos y sacrificios, logró vencer a las fuerzas del atraso y la reacción contra-revolucionaria definitivamente en 1949 y, a partir de allí, desarrollar la construcción del socialismo en China, eliminando la exclusión social y el analfabetismo y la desocupación elevando el nivel de vida de todo el pueblo chino sin exclusiones. Y ha pasado, desde 1978 en adelante, a desarrollar una nueva estrategia que le permitió a China dejar definitivamente atrás la pobreza extrema y le está posibilitando superar la pobreza de todo tipo en unos años. Con ello China, además, se ha convertido en el segundo PBI mundial y marcha a ser el primero, con todo lo que ello significa en términos de presencia económica y geopolítica en el mundo.
No es una casualidad que la humanidad se encuentre en un punto de clivaje “epocal”, síntesis de miles de años de devenir histórico y con posibilidades de dejar atrás toda una era de violencias y sometimientos “del hombre por el hombre” y que China haya precisamente florecido en la manera que lo ha hecho en los últimos 40 años. El proceso chino puede ser comprendido claramente en términos de Materialismo Histórico y Marxismo como el síntoma más notable de la proximidad de estos cambios civilizatorios que se avecinan y como una de las puertas de entrada a los mismos
China no solo se concentra en el bienestar de su pueblo. Desde la época de la revolución se ha preocupado por la solidaridad y la ayuda a otras naciones del mundo. Hoy se ha convertido en el mayor prestamista mundial de divisas, superando al FMI, y con la diferencia de que los préstamos chinos nunca imponen condiciones ni obligaciones abusivas, como si lo hacen estos centros financieros capitalistas mundiales, y China presta para el desarrollo de infraestructura o para refinanciar esas inversiones tan necesarias para que los países subdesarrollados puedan emprender el camino de su desarrollo real.
China no solo manejó de la forma más humanitaria posible la pandemia del Covid 19 evitando las crueles tasas de decesos de los principales países capitalistas, sino que tuvo frente al mundo una actitud solidaria y cooperativa enviando vacunas y material sanitario a todos los países necesitados y proponiendo una comunidad sanitaria mundial en contraste con la actitud de los grandes laboratorios norteamericanos y europeos occidentales que no buscaron más que el lucro con la enfermedad.
China aboga permanentemente por la paz y el marchar hacia una comunidad de destino de las naciones, contrastando, con ello, con los principales países capitalistas que no hacen más que incentivar guerras y distanciamientos entre los pueblos. Y, en América Latina y el Caribe, China es país amigo y solidario con lo mejor de nuestros procesos populares y soberanos como la Cuba Socialista, la Venezuela Bolivariana, la Nicaragua Sandinista y ahora también con el Brasil de Lula y con muchos otros países que encuentran en la relación económica con China una tabla de salvación en medio de sus encrucijadas de la deuda externa y los saqueos imperialistas.
Es decir que China hoy encarna e impulsa todos aquellos valores necesarios para la creación de un nuevo mundo que supere las desgracias de toda la era de la violencia y la explotación que viene sufriendo la humanidad desde épocas inmemoriales.
Es aquí donde se demuestra el socialismo y el marxismo de China y no en la existencia o no de áreas económicas con predominio del mercado cosa que, por otra parte, existieron siempre, desde los inicios de la República, y existieron y existen en otros países socialistas como la URSS, Cuba y Vietnam.
El mundo que China propone de la mano de Xi Jinping es el de una comunidad de naciones y no slogans como “America First” al uso de los países capitalistas dominados por los centros financieros del poder mundial.
Un autor muy significativo en relación a la cuestión de China y el Marxismo es el profesor de la Universidad de Renmin, Gu Hailiang, quien en su libro “Cómo el Marxismo Transforma el Mundo” que existe en castellano gracias a la traducción directa del mandarín del Centro de Estudios Marxistas Agosti, al que pertenezco, señala con gran claridad (cita) “Se puede decir que fue bajo la presión de la ‘crisis interna y externa’ a la que estaba sometida China en ese momento ( se refiere a la década de los años 70 del siglo pasado) que se requirió un urgente llamado a la aplicación del Marxismo para cambiar la realidad de China enfatizándose la necesidad de la aplicación del Marxismo para transformar el mundo” y más adelante “ el pensamiento teórico del Partido Comunista de China sobre como el marxismo transforma el mundo constituye el cuerpo de ideas más eficaz para que el pueblo chino tome conciencia del gran rejuvenecimiento de la nación a lo largo del camino del socialismo con peculiaridades chinas, proporciona una guía científica y es una gran arma del pensamiento en la nueva era” (fin de la cita)
Estas apreciaciones constituyen para nosotros una profunda síntesis de pensamiento dialéctico y de materialismo histórico aplicados a la realidad del proceso chino actual que queremos hacer nuestra.
Con ello cerramos nuestra intervención en esta Conferencia tan trascendental y necesaria, en tanto su objeto es nada más y nada menos que una cuestión histórica central de estos tiempos para toda la humanidad Muchas Gracias.
Mariano Ciafardini es coordinador del Grupo de estudios sobre China del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor Agosti Buenos Aires
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