La Filgua no es una feria más. Es una feria del libro en un país en el que la cultura ha provocado exabruptos mayúsculos que han manchado con sangre muchas manos. Esa sangre, sin embargo, se corporiza en libros que retan a quienes no saben convivir con la verdad y la belleza.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Esta semana empieza la Feria Internacional del Libro de Guatemala (Filgua). Una feria del libro siempre es una buena noticia, y quienes las organizan en todas partes del mundo enfatizan lo importante que es promover la lectura, especialmente entre los jóvenes, la importancia que tiene en la construcción de un pensamiento crítico y el placer que proporciona el universo imaginario al que se accede con ella.
Todo esto, por supuesto, se enfatiza en la feria del libro que esta semana se inaugura en Guatemala, pero en este caso hay otras dimensiones que realzan la posibilidad de su realización.
Desde hace varios años, la feria del libro guatemalteca ha venido siendo asediada por la Cámara de Industrias, que ha sido el instrumento que han utilizado quienes ven en la cultura una amenaza. Esta organización ha utilizado, como subterfugio para apropiarse de la organización de la feria, el nombre Filgua, el cual dice que les pertenece a ellos, y no a la Gremial de Editores, que ha sido quien siempre la ha organizado.
No vale la pena entrar a detallar los argumentos y los pormenores de lo que esgrimen los señores de esta cámara empresarial porque, en última instancia, no han sido sino una mampara para tratar de sabotear un espacio en el que florece el pensamiento crítico que tanto le arde a una de las clases dominantes más atrasadas y retrógradas de América Latina.
En efecto, la Filgua es, en un sentido casi literal, lo que el cubano José Martí llamaba una “trinchera de ideas”. Parapetada en el conocimiento, en la libertad de pensamiento y el cultivo de la imaginación, hay una Guatemala que resiste el oscurantismo de un régimen que no se sonroja con tener el mayor índice de analfabetismo y los más altos indicadores de desnutrición infantil del continente.
Esa Guatemala que piensa e imagina un mundo diferente, es una Guatemala marginada que espera su feria del libro como un lugar en el que puede respirar, llenar los pulmones para resistir un año más, hasta que haya un nuevo encuentro.
El esfuerzo, como ha de imaginarse, en condiciones adversas siempre, es enorme. El aporte del Estado guatemalteco es mínimo, nada raro en un país en donde la cultura letrada es vista como patrimonio de minorías privilegiadas e incómodas que, como piedras en el zapato, está permanentemente cuestionando los chanchullos y la inoperancia que caracteriza a las camarillas que ostentan el poder.
Así que un espacio rebosante de anaqueles con libros es un lugar que les es ajeno y, más que eso, hostil, al que no hay que acercarse y del que hay que desconfiar. El libro es para ellos un artefacto peligroso que infecta la mente de los jóvenes con ideas peligrosas que les encantan y engañan, llevándolos por caminos errados sembrados con todas esas fantasías que, según ellos, son las que están llevando al mundo al caos.
Ven su lucha contra la cultura y el libre pensamiento como una cruzada en la que hay batallas en las que se involucran con especial ardor. Una de ellas, es la feria del libro, sitio de libertinaje, de propaganda subversiva, en el que pululan libremente quienes, realmente, deberían estar en el exilio, como los jueces y fiscales que les fueron incómodos.
Así que la Filgua no es una feria más. Es una feria del libro en un país en el que la cultura ha provocado exabruptos mayúsculos que han manchado con sangre muchas manos. Esa sangre, sin embargo, se corporiza en libros que retan a quienes no saben convivir con la verdad y la belleza. Por eso, la Filgua es una trinchera.
2 comentarios:
Asi es. Exito a la Filgua como "trinchera de ideas". Del guatemalteco Luis de Lión vamos a traducir en Brasil "El tiempo principia en Xibalbá". Saludos!
Me alegra que el contacto funcionara
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