sábado, 29 de julio de 2023

Costa Rica: neoliberalismo populista

El presidente costarricense tiene una actitud confrontativa con las instituciones públicas emblemáticas del Estado de Bienestar que prevaleció en el país en la segunda mitad del siglo XX, y algunos medios de información que se encuentran en desacuerdo con él.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Ya hemos visto que presentarse como político anti establishment rinde sus frutos. Ahí tenemos los ejemplos de Trump, Bolsonaro y Bukele, que han logrado tener el apoyo de amplios segmentos de la población. 
 
El populista contemporáneo escucha el clamor que surge desde abajo, y se traza una estrategia que lo presenta como el gran salvador que erradicará los males que la población identifica como la causa de la precariedad de su vida.
 
El populista se presenta como un outsider que critica al establishment, es decir, “a los mismos de siempre”, que es la clase política tradicional, la cual es vista como avorazada y corrupta, como sanguijuela que vive a costas del erario público, reciclándose administración tras administración y enriqueciéndose por los negociados que hace desde ahí.
 
El populista de derecha asume el proyecto neoliberal vigente y lo lleva más allá que sus predecesores, los cuales son tildados de timoratos por no haberlo podido hacer. Ese “más allá” implica llevar hasta sus últimas consecuencias el modelo individualista y de vida regida por el mercado que los políticos tradicionales no habían concretado del todo y que ideológicamente ya se ha transformado en sentido común de la época.
 
Se presenta, entonces, como un salvador o, mejor dicho, como “el” salvador, como el único capaz de ponerle el cascabel al gato con medidas fuera de serie.
 
Hartos, desesperados, decepcionados de poner sus esperanzas una y otra vez en políticos demagogos que llegan al gobierno solo para mostrar ineptitud y saquear el erario público; cansados de ver a presidentes y altos funcionarios desfilar por los juzgados, siendo extraditados y metidos en bartolinas por ser cómplices del narcotráfico; por haber recibido dádivas de grandes compañías; por sus prácticas de nepotismo. Es decir, por comportarse como viles malhechores puestos a custodiar las arcas, se aferran a alguien que se presenta como un outsider con la esperanza de que no reproduzca esas prácticas que han prevalecido independientemente del partido político del que se provenga.
 
En Costa Rica el actual presidente se puede inscribir en esa tendencia. Funcionario internacional durante 27 años en el Banco Mundial, volvió a Costa Rica durante la administración de Carlos Alvarado (2018-2022) para fungir fugazmente como ministro de Hacienda (entre el 30 de octubre de 2019 y el 28 de mayo de 2020). Antes de ser funcionario, estudió en Estados Unidos luego de haber abandonado la carrera de economía en la Universidad de Costa Rica en donde, según él mismo dice, le fue muy mal.
 
Así que recién llegado, el actual señor presidente tenía todas las trazas del outsider requerido.
 
Casi por carambola llegó a la presidencia, pero ya siendo presidente su popularidad empezó a subir hasta alcanzar, en junio de este año -según el Ranking de aprobación de mandatarios América y El Mundo de MITOFSKY en conjunto con TResearch, publicado en junio de 2023- el cuarto lugar de aprobación en el mundo con un 71%, sin que, hasta el momento haya impulsado ninguna política de impacto.
 
El presidente costarricense tiene una actitud confrontativa con las instituciones públicas emblemáticas del Estado de Bienestar que prevaleció en el país en la segunda mitad del siglo XX, y algunos medios de información que se encuentran en desacuerdo con él. En muchas oportunidades su discurso es irrespetuoso e incluso insultativo, y hay evidencias de que utiliza el aparato de Estado para perseguir a sus oponentes.
 
Recientemente, 25 exmandatarios, pertenecientes a la Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), entre ellos cinco expresidentes costarricenses, censuraron al mandatario costarricense, Rodrigo Chaves, por el “agravio sistemático” a la prensa proferidos desde que asumió la Presidencia en mayo de 2022.
 
Rodrigo Chaves se ha convertido, así, en un presidente que rompe con la tradición costarricense de consenso y diálogo privilegiando la confrontación, lo que, sin embargo, parece ser del agrado de los costarricenses que, como muestra una encuesta del Latinobarómetro recién publicada, cada vez apoyan menos la democracia: el apoyo pasó de un 67% en 2020 a un 56% en este año.
 
Costa Rica se encuentra inmersa en una situación inédita en su historia moderna. Muchos de los avances de los que siempre se ufanó y que eran su sello distintivo, están cambiando rápidamente. El presidente Rodrigo Chaves es un síntoma de este cambio que, aparentemente, no es para mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente radiografía de una gobernanza opaca. Lo comparto en mi muro.