Con todos sus sesgos y omisiones, los informes de riesgos globales constituyen valiosos instrumentos de alerta temprana sobre los problemas que encara la transición civilizatoria por la que atraviesa el sistema mundial.
Guillermo Castro H. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
“La verdad tiene un lenguaje sencillo que seduce a la más indiferente voluntad: los oídos se resisten a ella en vano: ella tiene una fuerza secreta que convence, subyuga y conquista.”
José Martí, 1875[1]
El Foro Económico Mundial ha dado a conocer su Informe de Riesgos Globales 2025, el 20º desde que iniciara su producción en 2006.[2] Allí, el riesgo global es definido como “la posibilidad de que ocurra un evento o una condición que, de ocurrir, podría generar un impacto negativo sobre una proporción significativa del Producto Bruto Mundial, la población o los recursos naturales.” Esa posibilidad, a su vez, es evaluada para el año en curso, los dos siguientes, y el decenio que culminará en el 2035.
La percepción de esos riesgos globales desde la cúpula empresarial del sistema mundial es organizada en cinco categorías – económica, ambiental, geopolítica, societal y tecnológica – agrupadas en 33 situaciones de riesgo potencial. Para 2025, de aquí resulta un panorama global “cada vez más fragmentado en sus componentes”, cuya gravedad puede ser sintetizada así:
2025: percepción de riesgos globales a breve, corto y largo plazo
2025 | 2027 | 20235 |
Conflictos armados interestatales | Información sesgada y desinformación | Eventos climáticos extremos |
Eventos climáticos extremos | Eventos climáticos extremos | Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas |
Confrontación geoeconómica | Conflicto armado interestatales | Alteraciones críticas en sistemas terrestres |
Información sesgada y desinformación | Polarización social | Escasez de recursos naturales |
Polarización social | Ciber espionaje y guerra tecnológica | Información sesgada y desinformación |
Cabe resaltar que en esta edición el Informe señala que los riesgos globales de 2035 implicarían puntos sin retorno, mientras los de breve y corto plazo “podrían verse exacerbados en su severidad a medida que el mundo avanza hacia el 2035 – a menos que hagamos algo colectivamente al respecto, y trabajemos en colaboración entre todas las partes interesadas hacia un futuro más promisorio”. Esas partes interesadas, sin embargo, aún perciben de manera diversa el problema a escala regional. Así ocurre por ejemplo en los relativo a Europa, América Latina y Norteamérica:
Percepción regional de riesgos a 2035
Europa | América Latina | Norteamérica |
Eventos climáticos extremos | Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas | Eventos climáticos extremos |
Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas | Eventos climáticos extremos | Alteraciones críticas en sistemas terrestres |
Alteraciones críticas en sistemas terrestres | Alteraciones críticas en sistemas terrestres | Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas |
Información sesgada y desinformación | Escasez de recursos naturales | Polarización social |
Migración o desplazamiento involuntarios | Contaminación | Escasez de recursos naturales |
Por otra parte, el Informe asocia el impacto de estas situaciones de riesgo a “fuerzas estructurales” que operan en cuatro esferas principales: la tecnológica, la geoestratégica, la climática y la demográfica. Esas fuerzas generan procesos de cambio de largo plazo en la estructuración de – y de las relaciones entre – los elementos sistémicos del panorama global. Como tales, tienen la capacidad de “impactar materialmente la velocidad, la difusión o el alcance de esos cambios, y a su vez interactúan unas con otras.”
Al respecto, resalta el hecho de que si bien estas cuatro fuerzas tienen ramificaciones globales, algunas – como el cambio climático – tienen la capacidad de generar futuros potenciales. De igual modo, si bien todas representan cambios de largo plazo en el panorama general, algunas – como los cambios geoestratégicos - “pueden conducir a una mayor divergencia entre los poderes dominantes, mientras que la aceleración tecnológica puede estimular nuevos descubrimientos que transformen los sistemas con rapidez.”
En su parte final, el Informe presenta lo que bien podría ser una de esas variables subyacentes: la contradicción cada vez más compleja entre la rapidez con que se vienen expresando los cambios generados por esos factores estructurales, y la eficiencia decreciente de los organismos de coordinación y concertación internacional creados a partir de 1945 para garantizar la gobernabilidad del sistema mundial. Entonces fueron creadas las condiciones necesarias para llegar al mercado mundial que tenemos hoy, y que reclama ya transformaciones que le permitan enfrentar las contradicciones que ha venido acumulando desde entonces.
Con todos sus sesgos y omisiones, estos informes constituyen valiosos instrumentos de alerta temprana sobre los problemas que encara la transición civilizatoria por la que atraviesa el sistema mundial. Ese valor se incrementa cuando se los considera en conjunto con los que producen regularmente el sistema de las Naciones Unidas, y otros organismos y organizaciones presentes en el sistema mundial. Tal ha sido el caso, por ejemplo, de las advertencias planteadas por Encíclicas Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020), en cuanto a los riesgos asociados con el deterioro ambiental y la polarización social.
De todo ello emerge ya otra variable subyacente, que nos advierte que si deseamos un panorama global distinto, tendremos que construir sociedades diferentes, combinando de manera innovadora las experiencias que hemos venido acumulando a lo largo de este proceso que hoy llamamos – a falta de mejor nombre – la globalización. Un rasgo que destaca en este sentido en el Informe del Foro Económico Mundial es su referencia al Sistema Tierra como recurso de caracterización de la grave circunstancia que enfrentamos.
Ese concepto destaca los aportes de programas internacionales de investigación del cambio global en las áreas de relación de la geosfera y la biosfera; de lo que llaman “las dimensiones humanas” de ese cambio; del cambio climático y del estado de la biodiversidad.
[3] Los resultados de esa labor de investigación a lo largo de la última década destacan cinco aspectos principales.
En primer lugar, que el Sistema Tierra “se comporta como un único sistema auto regulado con componentes físicos, químicos, biológicos y humanos”, cuyas interacciones “presentan una variabilidad temporal y espacial multi-escala”, y cuyo conocimiento proporciona “una base firme para evaluar los efectos y consecuencias de los cambios producidos por el hombre”. En segundo, que las actividades humanas “están influyendo de manera significativa sobre el medio ambiente de la Tierra” a través de las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático, de los cambios antropogénicos del suelo, océanos, costas y atmósfera de la Tierra, así como de la diversidad biológica, el ciclo del agua y ciclos biogeoquímicos, en términos que desbordan la variabilidad natural e igualan “a algunas de las fuerzas más poderosas de la naturaleza en su alcance e impacto.”
En tercer lugar, que el cambio global en curso “no puede ser comprendido como “un simple paradigma de causa y efecto”, pues las acciones humanas que lo generan ocasionan “múltiples efectos en cascada a través del sistema Tierra de maneras complejas, en escalas y “patrones multidimensionales difíciles de comprender y aún más difíciles de predecir.” A esto se agrega que la dinámica del Sistema Tierra “se caracteriza por umbrales críticos y cambios abruptos, que pueden generar “consecuencias severas para el medio ambiente de la Tierra y sus habitantes.”
En este sentido, y a diferencia de lo usual en el millón de años precedente a la crisis contemporánea, las actividades humanas poseen hoy la capacidad “de alterar el sistema Tierra y llevarlo a modos alternativos de operación que pueden llegar a ser irreversibles y menos hospitalarios para los humanos y otras formas de vida”. Con ello, la probabilidad de un cambio abrupto del medio ambiente de la Tierra como consecuencia de acciones humanas aún debe ser cuantificada, “ciertamente no es despreciable.” Así, en quinto lugar, el Sistema Tierra está siendo desplazado “fuera del rango de variabilidad natural que han tenido al menos durante el último medio millón de años”.
Resulta llamativo, en todo caso, el grado y las formas con que se omite en todo esto la politicidaddel problema. Bien nos dice John Bellamy Foster que, si bien la mayoría de las ciencias naturales contemporáneas tiende “de manera espontánea y sin plena conciencia de ello” a adoptar “una perspectiva epistémica materialista al comprender la dimensión natural del Sistema Tierra y de la crisis del Antropoceno”, al encarar la dimensión social del problema, “la perspectiva epistémica adoptada por la mayor parte de los científicos da un giro hacia el positivismo y el idealismo, y ceden a los puntos de vista liberales dominantes en la ciencia social y la filosofía.”
Por su parte, agrega, la llamada “tradición marxista Occidental” mantiene la noción de la dialéctica únicamente en lo relativo a “la identidad de del objeto y el sujeto en el campo de la historia humana”, mientras asume a la ciencia natural “como positivista en primer término, sin ver relación alguna entre la naturaleza y la dialéctica”. Los dominios del pensamiento dialéctico en las ciencias naturales y en las sociales permanecen así separados, con lo cual resulta imposible “una praxis basada en la razón científica”.
[4]
Ante eso, persiste el hecho de que los problemas creados por las sociedades que tenemos demandan sociedades distintas para ser resueltos. En crearlas está el reto fundamental. ¡Hic Rhodus!¡Hic salta!, como dijera Marx.
Alto Boquete, Panamá, 28 de enero de 2025
172º Aniversario del nacimiento de José Martí
NOTAS
[1] “Escenas mexicanas”. Revista Universal, México, 24 de junio de 1875. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1875. VI, 244.
[2] https://www.weforum.org/publications/global-risks-report-2025/
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Ciencia_del_sistema_Tierra
[4] (2024: 95-96): The Dialectics of Ecology. Monthly Review Press, New York.
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