sábado, 1 de febrero de 2025

China a Estados Unidos: un golpe premeditado y demoledor

 Desde China llega la noticia de un nuevo modelo de inteligencia artificial que no trae consigo muchas de las consecuencias nefastas del modelo occidental, y que es muchísimo más barata que la anunciada con prepotencia imperial por Donald Trump desde la Casa Blanca, rodeado de los magnates agrupados en el proyecto pomposamente llamado Stargate.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

El presidente Donald Trump se rodeó en la toma de posesión del cargo de presidente de Estados Unidos de los principales magnates de la tecnología de la información. Ahí estaban, entre el público selecto que lo rodeó ese día, Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, sonrientes todos, dejando ver que forman parte del plan imperial que busca retomar le hegemonía norteamericana que ha venido perdiendo fuelle merced a las consecuencias negativas e inesperadas de la globalización neoliberal en su economía.
 
Un par de días después, el 22 de enero, Trump dio una conferencia de prensa en la Casa Blanca en la que reafirmó que la inteligencia artificial será uno de los pilares centrales en los que se apoyará para llevar adelante su plan de hacer a “America great again”. Apareció junto al consejero delegado de SoftBank, Masayoshi Son; el cofundador de Oracle, Larry Ellison, y el consejero delegado de OpenAI, Sam Altman (que conformaran el grupo Stargate), anunciando que estaba dispuesto a que se inviertan hasta 500,000 millones de dólares en inteligencia artificial: “Estamos empezando con una tremenda inversión en nuestro país a niveles que nadie había visto antes”, dijo el presidente.
 
Y no es para menos. Las inversiones que deben hacerse para desarrollar la infraestructura de la inteligencia artificial son, como bien dice Trump, “tremendas”. No solo eso: las implicaciones medioambientales negativas son tan colosales como las inversiones que requiere; para la elaboración de los componentes de los grandes centros que aglutinan miles de computadoras se requiere minerales y metales como cobre, litio y cobalto, que se han transformado en la nueva ambición de transnacionales que los buscan con la misma ansiedad con la que buscaron el oro a mediados del siglo XIX.
 
Asimismo, ya instalados estos grandes cerebros que respaldan la industria de la inteligencia artificial, el funcionamiento de las plantas necesita ingentes cantidades de agua, puesto que los chips que son el corazón del sistema llegan a alcanzar hasta 200°C. de temperatura, por lo que deben ser enfriados permanentemente. A la crisis hídrica causada por el cambio climático, se le suma la enorme demanda de agua exigida por la afluencia de estos centros de datos, cuyo ya astronómico consumo de las limitadas agua y electricidad comunitarias está a un paso de aumentar a medida que la inteligencia artificial impulsa un salto exponencial en la demanda global de chips de computadora y capacidad de datos.
 
Por otro lado, las necesidades energéticas con tan altas que -como bien indica Sam Altman, director de OpenAI- la inteligencia artificial está llevando a la humanidad hacia una “crisis energética catastrófica”.
 
Todo esto no es más que expresión de lo que el griego Yanis Varoufakis ha llamado el tecnofeudalismo, forma que está adquiriendo el capitalismo contemporáneo, un capitalismo de riqueza hiper concentrada cada vez más depredador e insostenible que se ha hecho transparente en los escasos días que lleva la nueva administración en el gobierno de Estados Unidos.
 
Es en este contexto que, de pronto -y en el momento preciso- desde China llega la noticia de un nuevo modelo de inteligencia artificial que no trae consigo muchas de estas consecuencias nefastas, y que es muchísimo más barata que la anunciada con prepotencia imperial por Donald Trump desde la Casa Blanca, rodeado de los magnates agrupados en el proyecto pomposamente llamado Stargate.
 
Se trata de DeepSeek, que con un 10% de la inversión de Occidente, desarrolla un modelo de inteligencia artificial de código abierto que puede ser corrido y modificado desde la computadora de cualquier hijo de vecino, y que no necesita esas inmensas y depredadoras usinas que, sin excepción, se instalan en nuestros países y no en los centros del poder mundial. 
 
El golpe que han recibido los Estados Unidos ha sido fenomenal. La bolsa de valores de Nueva York se desplomó de una forma nunca antes vista, y el terror cundió entre quienes se consideraban líderes imbatibles del negocio de la inteligencia artificial. Uno de estos, es el recientemente nombrado "zar de la IA y las criptomonedas" de la Casa Blanca, David Sacks, a quien lo único que se le ocurrió decir es que “es de vital importancia que trabajemos en estrecha colaboración con el gobierno de Estados Unidos.” 
 
Es decir, hacer uso de todos los mecanismos de presión, incluidas las amenazas, el sabotaje y la hostilidad abierta (incluso militar), para tratar de limitar a China, ya sea en su desarrollo tecnológico, como en sus inversiones en todo el mundo, como estamos viendo aquí en nuestra pequeña Centroamérica con las amenazas de tomar por la fuerza en Canal de Panamá para alejarlo de “la influencia China”.
 
Ante el desconcierto, Donald Trump solo ha atinado a decir que esto es un “llamado de atención” para Estados Unidos. Lo cierto es que, efectivamente, tienen ante sí a un contrincante formidable con el que están engarzados en una lucha a muerte.

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