“Se han de estudiar a la vez, si se quiere saber de sociedades humanas, las influencias extrahumanas, los motivos generales de agencia humana, y las causas precipitantes o dilatorias que han obrado para alterar el ajuste natural entre estas dos fuerzas paralelas.”
José Martí[1]
siempre contiene en sí crisis y catástrofes, junto con la posibilidad de algo cualitativamente nuevo, extraído de una combinación de residuos del pasado […] que interactúan de forma contingente con el presente como historia y generan un cambio transformador. Así pues, la historia, ya sea natural o humana, no es lineal, sino que se manifiesta como una forma de desarrollo en espiral. [cursiva: gc]
En el marco de esa espiral tiene lugar el desarrollo histórico de la especie humana, “La noción de desarrollo histórico humano”, una concepción relativamente reciente, que expresa el resultado de “la relación cambiante de los seres humanos con la naturaleza en su conjunto”. Esa relación tiene un carácter metabólico, pues está basada en el intercambio constante de materia y energía entre los humanos y sus entornos mediante procesos de trabajo socialmente organizados.
Con ello, nuestras relaciones con el entorno natural hacen parte de un proceso más amplio y complejo: el del metabolismo entendido como “el fenómeno material que conecta lo físico-químico y lo biológico a través de los intercambios dentro de la naturaleza, que se convertiría en la base del análisis de los ecosistemas.” En esta perspectiva, dice Foster, el “naturalismo dialéctico” tiene como idea central la de transformación, que nos permite preguntarnos cómo se producen las transformaciones en el entorno natural y “cómo podemos hacer que se produzcan”. Así, añade, el problema “del origen de lo cualitativamente nuevo” pasa a ocupar un lugar de primer orden en nuestras relaciones con el entorno natural.
A partir de allí, Foster nos presenta un planteamiento de especial interés en lo que hace a las posibilidades de convergencia (y divergencia) de las relaciones entre las sociedades y su entorno en distintas vertientes culturales. En lo que hace al papel de la dialéctica marxista en ese plano, nos dice que
Las nociones de la dialéctica de la naturaleza y las formas organicistas de materialismo preceden al marxismo en miles de años (no sólo en la obra de los antiguos griegos, sino también en la filosofía china, a partir del período de los Estados Combatientes durante la dinastía Zhou). Sin embargo, el marxismo ha sido capaz de aportar nuevas herramientas dialécticas de análisis para descifrar la sociedad humana como una forma emergente de la naturaleza, que ahora, en su forma alienada actual, apunta hacia su propia aniquilación. [cursiva: gc]
En este sentido, “el metabolismo social representado por la producción” intermedia “la relación material de la humanidad con los sistemas ecológicos, desde los ecosistemas locales hasta el Sistema Tierra”. Esto, a su vez, facilita comprender “la alteración del metabolismo del Sistema Tierra que resulta en la brecha antropogénica de los ciclos biogeoquímicos del planeta, creando la actual crisis de habitabilidad.” Al respecto, dice,
El resultado de esta recuperación de la teoría de la brecha metabólica de Marx ha sido una formidable serie de exploraciones de las dimensiones sociales de la crisis del Sistema Tierra, que van desde el metabolismo del suelo hasta el clima y el análisis del propio Sistema.
Sin embargo, añade, esa concepción de la brecha metabólica sólo resulta realmente útil
en la medida en que nos proporciona una comprensión más activa del metabolismo social de los seres humanos y la Tierra en toda su complejidad como parte de una dialéctica materialista global. Esto demanda tanto una dialéctica de la sociedad como una dialéctica de la naturaleza, que constituyan la base de una nueva praxis ambiental global. [cursiva: gc]
La necesidad de esa nueva praxis global se hace evidente ante el hecho de que la crisis socio-ambiental en curso “enfrenta dos tendencias opuestas”. Una es la del intento de aceleración del capital “mediante la financiarización de la naturaleza basada en las fuerzas del mercado y asociada a los procesos de la llamada descarbonización y desmaterialización,” que busca “subsumir el mundo en la lógica abstracta del dinero como sustituto de la existencia en el mundo real”, la cual “sólo puede conducir al desastre total, a la negación estéril de la propia humanidad”. La otra se expresa en
la lucha emergente por el decrecimiento planificado y el desarrollo humano sostenible, cuyo objetivo es trasladar el poder del capital global a los trabajadores sobre el terreno y en sus comunidades por todo el planeta, representando el nuevo poder potencial de un proletariado ambiental emergente.
Esto, añade Foster, requiere vincular entre sí “las luchas económicas y ambientales de las poblaciones explotadas y expropiadas de todo el mundo en una forma de cooperación nueva y más amplia”. La necesidad y la posibilidad de hacerlo, dice, radican en que
La gente de la base se está viendo impulsada a defender no sólo su trabajo, sino también su entorno y sus comunidades, y de hecho, la habitabilidad del propio planeta, concebido como un hogar para la humanidad y todas las demás especies. Pero para ello necesitamos una nueva y revolucionaria dialéctica de la ecología.
En este sentido, Foster nos ofrece una importante contribución para el desarrollo de una premisa tan sencilla como compleja de la ecología política: aquella que nos dice que si deseamos un ambiente distinto tendremos que construir sociedades diferentes. Eso es lo que ya está en curso en el vasto escenario que va de la propuesta de construir una civilización ecológica en China, a la resistencia cada vez más amplia y tenaz a la destrucción de las condiciones naturales de vida y desarrollo de aquellos que Martí llamara “los pobres de la Tierra” que hoy constituyen la mayoría de quienes pueblan los campos y ciudades del planeta.
De la lectura de Foster nos viene confirmar la razón de José Martí al advertirnos que “Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías”, para lo cual el gobierno
ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.[4]
De esos elemente, todos: los humanos, los de sus entornos, y los que hacen parte de la relación metabólica que los vincula.
Panamá, enero 7 de 2025
[1] “Serie de artículos para La América”. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XXIII, 45.
[2] The Dialectics of Ecology: Society and Nature. Monthly Review Press, New York, 2024. https://monthlyreview.org/2024/01/01/the-dialectics-of-ecology-an-introduction/?mc_cid=76986b72f2&mc_eid=ea9c7c4b70
[3] “La dialéctica de la ecología: Una introducción.” https://espai-marx.net/?p=14813
[4] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.Ibid., VI, 18, 17.
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