Han y hemos anticipado reiteradamente la bisagra civilizatoria por la que atravesamos. Una época distópica de cambio de formas y conductas propia de una revolución tecnológica cuyos alcances al menos, se advierten desastrosos.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Podría preguntarse por la siembra y la obligada cosecha, si en algo se ponen de acuerdo. Y... el muchacho se ha ganado millones de enemigos sembrando odio, bronca en el sentido lato de la palabra, con una cosecha que igualará a los mejores años productivos del ubérrimo campo argentino. Mucha mucha mugre. Tanta como en los Sonetos Mugres de Daniel Giribaldi; periodista y poeta porteño, nacido en 1930, al comienzo de la primera dictadura en la Década Infame y fallecido en 1884, a los 54 años, víctima de una cirrosis hepática. Fue según, su amigo y compañero de trabajo, Antonio Requeni, un poeta insólito que, de alguna manera siguió a Enrique Santos Discépolo, el autor de Cambalache, en el uso pintoresco del lunfardo. Como muestra, un botón: Décimas del tiempo, que alguna vez le puso música el cantautor mendocino, Jorge Marziali:
Sé todo lo que he aprendido/ menos lo que ya olvidé/ pero más que nada sé/ que mi memoria es olvido/ olvido no por descuido/ de no atesorar memoria/ si no porque yo a la historia/ fechas y conocimiento/ dejo que los lleve el viento/ que hace y deshace la gloria.
No estás alegre ni triste/ ni esperanzado siquiera/ tampoco te desespera/ vivir lo que no viviste/ cuando ganaste, perdiste/ y hoy no arriesgas, de tal modo/ que en vez de añadir un codo/ a tu estatura sagrada/ pudiendo vivir de nada/ mueres, en cambio, de todo.
Si miras hacia adelante/ y no ves nada, verás/ que lo que ha quedado atrás/ tampoco es muy importante./ Y si en el preciso instante/ en que miras y no ves/ bajas la vista a tus pies/ y no encuentras tu destino/ ya sabrás lo que hay después.
Se amontonaron para andar/ pero nunca lo bastante/ y aunque sigan adelante/ su meta ha quedado atrás/ sus huellas siguiendo vas/ huellas que un día seguí/ los pasos que das los dí/ sé adonde van esos pasos/ y prefiero mis fracasos/ por eso camino así.
Tardé un instante en nacer/ tardé una vida en morir/ gasté una existencia en ir/ y otra existencia en volver./ Yo soy del hoy al ayer/ consciente de mi regreso/ consciente de lo que peso/ porque me cargo en mis hombros/ y busco nuevos asombros/posiblemente por eso.
El tiempo inclemente quema/ su propia substancia y pasa/ dejando por toda brasa/ una canción y un poema/ una ceniza y un tema/ que es el del tiempo inclemente/ que pasa pero que siente/ que todo no se ha quemado/ que arden futuro y pasado/ en la brasa del presente.
Han y hemos anticipado reiteradamente la bisagra civilizatoria por la que atravesamos. Una época distópica de cambio de formas y conductas propia de una revolución tecnológica cuyos alcances al menos, se advierten desastrosos. Quienes lideran o son el mascarón de proa de este proceso que tiene a los hipermillonarios de este nuevo siglo, adoptan la burda y grosera función de títeres de Gran Hermano, para sumar hordas histéricas a su cruzada cultural. Lo hemos visto y lo vemos estos días con el emperador del norte y las masivas deportaciones y las burdas imitaciones en el sur austral en el afán pequeño de levantar muros fronterizos, aunque sean burdas tapias vecinales. La comandante Pato Bullrich, asidua admiradora de la generala Laura Richadson, intenta desplazar a la Gendarmería en la frontera con Bolivia y en la porosa Triple Frontera que involucra a Brasil y Paraguay, criminalizando desde luego a toda la población local que hace pie a un lado u otro por cuestiones de precios o conveniencia estacional. Mucho más ruido que nueces.
Pero a falta de un plan o pan, buenas son las tortas. Tortas se van a llevar este primero de febrero con la marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista federal del colectivo LGTB+, a la que se han sumado las organizaciones de Derechos Humanos, la CTA, la CGT y todos los partidos políticos del amplio arco opositor.
Desde las redes adictas han salido a reinterpretar las sagradas palabras del profeta que dijo lo que dijo, pero no quiso decir y porque quienes tomaron al pie de la letra lo que dijo, son k que quieren deslucir o ensuciar la imagen exitosa del presidente y la marcha de la economía que bajó la inflación a un dígito en un año de gestión; indigestión que sufrió el 90% de la población que se fumó el ajuste y retrajo su consumo como jamás lo hizo en los últimos 70 años.
Pero bueno, volvemos a la distopía en que vivimos: una transición grosera, criminal, como en otras épocas de grandes persecuciones de la humanidad que terminaban con exterminios: romanos contra cristianos, conversos contra los de otros credos y culturas, etc. etc. etc. hasta el fascismo de las primeras décadas del siglo XX, al punto que en las tres primeras décadas de este nuevo siglo y milenio, vuelven a levantarse las banderas del antifascismo en el mundo. Todos aquellos homofóbicos que lisonjean al reciente emperador, cuyo Secretario del Tesoro, designado por el mismo Donald Trum, Scott Bessent, está casado con otro señor llamado, John Freeman, con quien tiene dos hijos por gestación subrrogada. Qué hará Javito “el travieso” cuando tenga que ir a pedir dinero al Fondo Monetario Internacional y deba llamar al señor Bessent, que lo que dijo en Davos no lo quiso decir, que se equivocó Caputito, el genio de los discursos. Vaya... será tarde para escusas.
La lideresa de la Coalición Cívica, Lilita Carrió en su rol de abogada constitucionalista, fue más dura y se lo manifestó por carta, “cualquier comentario en algún medio de comunicación, no lo hace a título personal sino en su carácter de Jefe de Estado Argentino y, en consecuencia, sus expresiones deben ser respetuosas de la Constitución Nacional, de los tratados de derechos humanos y de las leyes, en definitiva, del Estado de Derecho”[1].
Seguramente en su fuero íntimo, piensa como el rey Sol, Luis XIV de Francia. Pero bueno... es su fuero íntimo, ese mismo fuero que nos da el derecho de hacer con nuestras vidas y relaciones lo que querramos siempre y cuando no violemos derechos de terceros, norma que cualquier hombre de a pie sabe desde siempre. Desde siempre el periodista rosarino Luis Novaresio apoyó al presidente libertario, sin embargo sus declaraciones en Davos lo desquiciaron, lamentándose no estar presente en el país para asistir a la marcha multitudinaria, repitiendo el latiguillo “el agua moja” para explicar lo remanido y puesto en duda por Milei.
Al sensible poeta porteño adicto al lunfardo la realidad circundante que atravesaba su paisaje cotidiano lo agobiaba y seguramente las bilis que tragaba las ahogaba en alcohol, su dolor lo transmutaba en palabras, palabras que le sacaban la mugre acumulada, tanta como las frustraciones y penurias que viene juntando la sociedad argentina de toda pinta y color. Hoy son los antifascistas y antirracistas y la gran mayoría del pueblo indignado que sale a repudiar las expresiones del primer mandatario, porque hay cosas que tienen un límite o habrá que recordarle las palabras de Bertold Brech... sigamos con Giribaldi en su poema a Jorge Luis Borges:
“Corona el mostrador su forma absurda/ conservada en alcohol dentro de un frasco./ Es un feto: junémolo sin asco;/ pudo nacer, pudo haber sido un curda.
Pudo rolar con chorros/ o llevar un milico bajo el casco;/ o langa, hacer latir los de la zurda.
Se tiraba a machito esta pavada./ Pudo ser todo y prefirió ser nada/ (o acaso, prefirieron que no fuera).
La cosa es que, bandeao por el escabio,/ pienso que a la final jugó de sabio:/ seguirá con su alcohol cuando yo muera.”
Premonitorio, un resultado esperable, causa y efecto, efecto y causa que la transición despliega como una borrasca interminable, algo que impone una reacción; reacciones las hay todos los días y todos los días las borran. Sin embargo, la procesión ya no va por dentro; la energía que hace posible la revolución comienza a crecer y cambiar de aire de un lado para otro, aunque el proceso como en las aguas de un lago, se produce en las profundidades.
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