Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá
“prever es el deber de los verdaderos estadistas: dejar de prever es un delito público: y un delito mayor no obrar, por incapacidad o por miedo, en acuerdo con lo que se prevé.”
José Martí, 1887[1]
En su discurso, Guterres recordó que las Naciones Unidas fueron creadas en 1945 “como una estrategia práctica para la supervivencia de la humanidad” por dirigentes e intelectuales que habían sido testigos participantes de aquella Segunda Guerra Mundial. Y conviene recordar que aquella contienda fue
Un conflicto en el que imperios que competían entre sí utilizaron todo recurso y arma posible en una lucha por el dominio global. En seis años, 60 millones de soldados y civiles resultaron muertos por la acción militar o el genocidio organizado por el estado, y otros 20 millones murieron por hambre o enfermedad. […] Extensos bosques, millones de hectáreas de tierras agrícolas, y plantas industriales con un valor de billones de dólares fueron destruidas. En agosto de 1945, el arma más destructiva jamás construida mató a más de 100,000 personas en dos breves momentos, y condenó a incontables otras a una muerte prolongada. […] El único vencedor fueron los Estados Unidos. Emergieron de la guerra físicamente intactos y económicamente más poderosos que nunca. La producción para la guerra casi había duplicado el Producto Interno Bruto del país: casi dos tercios de la producción mundial estaba concentrada en ese país, el nuevo hegemon global.[3]
Ante aquella circunstancia, dijo Guterres, “el verdadero liderazgo significaba crear un sistema para evitar que esos horrores se repitieran”. Atendiendo a ese legado, el Secretario señaló que hoy los principios de las Naciones Unidas “están siendo puestos a prueba, los pilares de la paz y el progreso tambalean bajo el peso de la impunidad, la desigualdad y la indiferencia. Vemos naciones soberanas invadidas, la verdad convertida en arma, costas tragadas por mares en ascenso y sociedades fracturadas por la ira”. Ante ese panorama se preguntó: “¿Qué clase de mundo elegiremos construir juntos? ¿Uno de poder bruto o uno de leyes? ¿Uno en el que impere el interés propio o la cooperación?”. Y al respecto, planteó cinco “elecciones críticas”.
La primera, dijo, era “apostar por la paz y el respeto al derecho internacional”, citando conflictos en Sudán, Ucrania y Gaza. “La Carta de la ONU”, dijo, “no es opcional; cuando sus cimientos se agrietan, todo se resquebraja.” Condenó “los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre” pero también “el castigo colectivo al pueblo palestino y la destrucción sistemática de Gaza”. Pidió un alto el fuego inmediato, la liberación de los rehenes y acceso pleno a la ayuda humanitaria. La segunda opción señalada fue “defender la dignidad humana y los derechos universales”, incluyendo la libertad de expresión, la igualdad de género y la protección de migrantes y refugiados. “Los derechos humanos”, señaló, “no son un adorno de la paz, son su base.”
El tercer desafío señalado por Guterres fue “elegir la justicia climática”. Al respecto, recordó que la ventana para limitar el calentamiento global a 1,5 °C “se está cerrando rápidamente” y reclamó inversiones masivas en energías limpias: “Los combustibles fósiles están perdiendo terreno, pero los subsidios públicos a ese sector superan nueve a uno a los destinados a energías renovables”. En cuarto lugar, llamó a poner la tecnología “al servicio de la humanidad”, pues la inteligencia artificial “avanza más rápido que la regulación y la responsabilidad”, con riesgos que van desde “la vigilancia masiva” hasta “armas autónomas que decidan quién vive o muere”. Y ante esa situación propuso “estándares universales” y financiamiento para que los países en desarrollo puedan diseñar sus propios sistemas digitales.
Por último, Guterres planteó la necesidad de “fortalecer a la ONU para el siglo XXI”, con un Consejo de Seguridad “más representativo y eficaz” y un sistema financiero internacional “capaz de responder a las crisis y dar voz a los países en desarrollo”. Al respecto, dijo, “por cada dólar invertido en construir paz, el mundo gasta 750 en armas de guerra”.
El vigor de la intervención del Secretario expresó su temprano compromiso con los valores que predica y promueve. Portugués de nacimiento, proveniente de una familia de clase media educada, tenía 25 años en 1974, cuando en su país la llamada “Revolución de los Claveles” derrocó a la dictadura que lo agobiaba desde 1926, estableció la democracia vigente desde entonces, y liberó a sus colonias africanas, que ya venían luchan por su libertad. Dentro de ese proceso político, Guterres -ingeniero de profesión - llegó a ser Primer Ministro de Portugal entre 1995 y 2002, presidente de la Internacional Socialista durante ese mismo periodo, y Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados entre 2005 y 2015. Su gestión como Secretario General de las Naciones Unidas se inició en 2017 y concluye este año.
No es de extrañar, en este sentido, que cerrara su discurso aludiendo a su infancia en la dictadura portuguesa: “Aprendí temprano a perseverar, a hablar, a no rendirme. El verdadero poder reside en la gente, en nuestra resolución compartida para defender la dignidad y la igualdad”. Y concluyó diciendo: “Nunca me rendiré. Por la paz, la justicia, la humanidad y el mundo que sabemos posible”. Ante esto, cabría decir que corren tiempos en que aun la socialdemocracia, si es sincera, va resultando subversiva.
A esta luz, cuatro cosas merecen especial atención en el planteamiento del Secretario Guterres. La primera se refiere al hecho de que, con la creación de la Naciones Unidas, concluyó la fase inicial de la transición hacia la organización internacional del moderno sistema mundial, que vendría a sustituir la organización colonial que dio forma inicial al mercado mundial entre 1750 y 1950. La 80ª Asamblea General, en efecto, reunió a delegaciones de 193 estados miembros: por contraste fueron tan solo 51 los signatarios de la Carta de las Naciones Unidas en 1945. Así, la ONU ha debido asimilar y gestionar – facilitando su solución en los mejores casos, y haciéndolos evidentes en todos los casos- múltiples conflictos derivados de la condición colonial de origen de la mayoría de sus estados miembros, fueran entre sí o en sus relaciones con sus antiguas metrópolis coloniales.
La ONU, por otra parte, asumió la dimensión política de un proceso de transformación del sistema colonial en uno internacional, cuya dimensión económica hacía sido establecida previamente por los acuerdos de Bretton Woods, en 1944. Esos acuerdos sentaron las bases de un sistema económico global dolarizado, y dotado de un Fondo Monetario Internacional y un Banco Mundial que desempeñaron un papel clave en el financiamiento del extraordinario crecimiento económico del mercado mundial durante las décadas de 1950 y 1960. De allí el valor de la referencia del Secretario a las limitaciones que hoy genera ese sistema ante las transformaciones en curso en el mercado mundial.
En tercer lugar está el hecho de que ese sistema internacional fue creado para orientar el desarrollo de una modalidad de organización del sistema mundial a partir de realidades gestadas por la Segunda Guerra Mundial – como el control del Consejo de Seguridad por los estados que resultaron triunfadores en aquel conflicto, que hoy son también las principales potencias militares de nuestro tiempo. Aquella circunstancia, sin embargo, se ha visto desbordada por el desarrollo de naciones que eran periféricas a mediados del siglo XX, pero han venido a ocupar un lugar de creciente importancia en el siglo XXI, como Sudáfrica, la India y Brasil.
Y finalmente está el hecho de que el sistema mundial así organizado se encuentra en una relación de creciente contradicción con el funcionamiento del sistema Tierra. De no ser encarada en su dimensión socioambiental, esa contradicción podría desembocar en una crisis mayor, que arrastre consigo todos los valores y aspiraciones por los que el Secretario Guterres exhorta a luchar.
Tales son algunos de los retos mayores que nos corresponden hoy en esta larga marcha de la Humanidad hacia el encuentro consigo misma. Tal, la circunstancia que define el entorno histórico en que nos corresponde actuar, así sea ayudando a prever, como lo demandaba Martí en los inicios tempranos del tiempo en que vivimos hoy.
Alto Boquete, Panamá, 26 de septiembre de 2025
[1] “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868, en Masonic Temple, Nueva York. 10 de octubre de 1887.” Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. IV, 218.
[2] Felicitas Urroz Baeza,23 Sep, 2025. https://www.infobae.com/america/mundo/2025/09/23/antonio-guterres-la-paz-es-nuestra-principal-obligacion-pero-hoy-las-guerras-arrasan/
[3] Eric Hobsbawm (1995: 218): Age of Extremes: The Short Twentieth Century, 1914-1991, apud Angus, Ian (2016: 138): Facing the Anhropocene. Fossil capitalism and the crisis of the Earth system. Monthly Review Press, New York.
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