A miles de kilómetros de la ciudad de Nueva York, esta semana se ha viralizado un video de un niño descalzo cargando a su hermana en la franja de Gaza por kilómetros en busca de sus padres. Una de las tantas víctimas de estas atrocidades que discuten en la Asamblea de la ONU, quienes jamás las sufrirán, como es el caso de los presidentes Trump y Milei.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Estos veinticinco años del nuevo siglo suman ochenta años de grandes acontecimientos mundiales y locales que arrancan en 1945. Más precisamente, desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y los mecanismos surgidos en esos momentos para impedir otra catástrofe planetaria como la que se había vivido luego de la victoria de los Aliados, con un costo de decenas de millones de vidas humanas como jamás había sucedido. Pensar en la creación de una organización ecuménica que fomentara el diálogo entre todos los países independientes, fue una esperanza que generó la creación de la Organización de las Naciones Unidas el 30 de agosto de ese año, donde la Asamblea General fuera el organismo soberano, celebrando a partir de entonces una reunión anual como sucede en estos días.
Octogenario es el actual presidente de los Estados Unidos, quien expuso en estos días en la Asamblea General que se celebra en Nueva York, el fracaso de la misma en estos últimos años. Fracaso del que fueron sus principales partícipes, y que comenzó a los pocos años de creada la institución con la guerra de Corea, siguió con la guerra de Vietnam, la que se extendió por diez años y despertó el rechazo de la juventud norteamericana que deseaba la paz y no la guerra; una reacción de las juventudes de los años sesenta que querían cambiar el mundo. Luego vinieron infinidad de otros conflictos, originados y alimentados por el complejo militar industrial surgido en la misma gran contienda universal cerrada en 1945 y jamás se detuvo.
Lo cierto es que hubo y hay ganadores y perdedores de esos horrores. Ganadores unos pocos, poquísimos, siempre los mismos, mientras que los perdedores superan las muertes de la Segunda Guerra y abarcan las regiones más pobres.
Actualmente asistimos al genocidio de Gaza y de Palestina de la mano de Israel, crimen al que se han opuesto la mayoría de los países del mundo y lo han expresado en la actual Asamblea de la ONU.
Recordemos que en sus ochenta años, este organismo ha tenido nueve Secretarios Generales, cuyo mandato es de cinco años con opción a ser renovado, como es el caso del actual, el portugués, Antonio Guterres. El primero fue: Trygve Lie, Noruega, 1946-1952; seguido por, Dag Hammarskjöld, Suecia, 1953-1961; U Thant, Birmania actualmente Myanmar, 1961-1971; Kurt Waldheim, Austria, 1972-1981; Javier Pérez de Cuéllar, Perú, 1882-1991; Boutros Boutros-Ghali, Egipto, 1992-1996: Kofi A. Annan, Ghana, 1997-2006; Ban Ki-moon, Corea, 2007-2006, y desde entonces, Guterres.
La Asamblea General inauguró el lunes pasado, una reunión de alto nivel destinada a promover la creación de un Estado palestino independiente, en el marco de solución de dos Estados para poner fin al extenso conflicto entre israelíes y palestinos. La conferencia copresidida por los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Arabia Saudita, buscaba sentar las bases para una hoja de ruta concreta hacia la paz. Israel y su principal aliado, Estados Unidos, optaron por boicotear la reunión de dos días, argumentando que es “contraproducente” para los esfuerzos de poner fin a la guerra de Gaza. Benjamin Netanyahu, desde luego, se opone a todo.
Elogiando y fiel, como perro faldero del imperio, Javier Milei expresó en la oportunidad: “Nosotros creemos en el fin original de este organismo. Creemos que existen problemas globales que requieren del diálogo y la cooperación internacional para ser resueltos. Pero para eso debemos rechazar estas extralimitaciones que a menudo acompañan a las agendas nobles, como sostuvimos el año pasado, no acompañaremos nunca el cercenamiento de libertades individuales, comerciales, ni la violación de los derechos naturales de los ciudadanos de los Estados miembros; y, durante el último año y medio, hemos votado en consecuencia. Esto lo digo a sabiendas de que muchos no comparten mis palabras porque - como siempre dije - es preferible decir una verdad incómoda, que una mentira confortable.”
En una contradicción flagrante, entre la desindustrialización operada y el desempleo obligado en su gobierno, intentó sumarse al proteccionismo fronteras adentro propuesto por su amo, en otro párrafo: “Este tipo de desafíos que tanto el presidente Trump como yo estamos abordando tienen un denominador común que todos los países del mundo e incluso las organizaciones supranacionales deben enfrentar: Deben encontrar la manera de recuperar un interés por el futuro y no sucumbir a la tentación de solo atender el presente. Esto es algo que las grandes naciones de Occidente durante mucho tiempo practicaron y necesitamos recuperar.” Cerrando: “Finalmente, reiteramos nuestra exigencia de liberación inmediata de los rehenes que aún permanecen cautivos en Gaza. Finalmente: que Dios bendiga al mundo libre, que la fuerza del cielo nos acompañe. Muchas gracias a todos.”[1]
A miles de kilómetros de la ciudad de Nueva York, esta semana se ha viralizado un video de un niño descalzo cargando a su hermana en la franja de Gaza por kilómetros en busca de sus padres. Una de las tantas víctimas de estas atrocidades que discuten en la Asamblea de la ONU, quienes jamás las sufrirán, como es el caso de los presidentes Trump y Milei.
Octogenario también será el que se cumplirá el próximo 17 de octubre, previo a las tan mentadas elecciones nacionales. Día de 1945 en el que nació el peronismo, dado que miles de obreros se convocaron en la Plaza de Mayo pidiendo por la libertad del entonces Coronel Perón, Secretario de Trabajo y Previsión Social, quien estaba preso en la isla Martín García, por disposición del gobierno de facto del General Edelmiro J. Farrell y la multitud esperaba su palabra desde el balcón de la Casa Rosada; hecho que finalmente tuvo que suceder.
Allí nació un movimiento político que cambió la vida de los argentinos para siempre, siendo en la actualidad el enemigo número uno del gobierno de Milei. Y, su relación con el imperio, idéntica a la planteada en las elecciones de 1946: Braden, el embajador norteamericano o Perón. ¿Ironía? No, desde luego que no. Por el contrario, refuerza el viejo esquema colonial-oligárquico impuesto desde el siglo XIX. Antes de la mano del imperio británico y después de la Segunda Guerra, de los Estados Unidos. Ahora, atados de pies y manos al Fondo Monetario Internacional, donde su titular, Kristalina Georgieva, ha tenido hasta la arrogancia de pedir que el pueblo argentino vote en favor del actual gobierno, razón de los 20 mil millones de dólares concedidos para los compromisos que vencen en octubre.
Nada es gratis desde luego, el imperio pretende quedarse con los yacimientos de tierras raras y otros recursos, poniendo como pretexto, la incursión de empresarios chinos.
Nada nuevo, es más, parece que atrasamos ochenta años, años en que el adelanto tecnológico no ha modificado en lo más mínimo la ecuación de relación imperial. Por el contrario, cada vez el lacayo es más ridículo y arrastrado; no tiene en ningún escrúpulo en aceptar todas las condiciones que le imponen y además, plegarse a las atrocidades de Israel contra los palestinos y gazatíes, transformándose en cómplice del mandatario israelí.
Bendecido por Donald Trump y con los dólares que endeudarán al país por varias décadas luego que Milei sea historia, vuelve feliz a retomar la campaña electoral, como si fuera un héroe, mientras el país se incendia. Sabe que ya cumplió la tarea sucia que le encomendó el círculo rojo, hipotecando la vida de la población, insistiendo en los beneficios de la “libertad” y destruyendo todo lo público.
Con todo, se siente victorioso y seguramente una vez llegado al país este viernes, se habrá olvidado de los resultados negativos del Congreso y de las denuncias por coimas que pesan sobre él y su hermana Karina. Una calma aparente asediada por millones de personas dispuestas a salir a la calle a defender sus derechos y recuperarse de las calamidades producidas por las políticas anarcolibertarias.
Una ecuación con términos inversamente manifiestos, cuyos resultados, el presidente no ve.
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