Si hay un precio temporal que Rusia tenga que pagar
si se cumplen y son efectivas las amenazas de sanciones por no practicar
genuflexiones, habrá que tomarlo como un nuevo esfuerzo o sacrificio de
resistencia de un pueblo estoico al que la humanidad entera tendrá a la larga
que reconocerle.
José Luis Callaci / Especial para Con Nuestra América
El presidente Obama redobló su apuesta por las sanciones económicas a Rusia. |
Coincidimos con aquellos que opinan que la era de un
mundo unipolar, en el que Estados Unidos so pretexto de “defender la
democracia” solo cuando beneficia sus propios intereses es el centro, está
llegando a su fin. Desde la instauración y el apoyo a las más cruentas
dictaduras de América Latina, pasando por invasiones a países que no se les
someten, hasta sus recientes incursiones violentas a través de grupos
nazi- fascistas en Ucrania y Venezuela, sobradas son las muestras
de una burda hipocresía pretendida vender como verdad.
Pero, al margen de lo que se sigan creyendo
para imponérselo a otros, no les queda hoy vestigios de autoridad moral para
justificar intervenir en los asuntos internos de otros países. Lo que están
haciendo en Ucrania, situada a 8.000 km de su territorio, en las
fronteras de dos países, con un mismo pueblo hermanado por la misma
historia, desde cualquier ángulo que se lo quiera ver, es un
acto criminal contra esa paz que ha prevalecido entre ucranianos y rusos. De
poco les servirán esta vez los filtros de la información monolítica y
monopólica, que aún controlan y que no acepta competencias. Gracias a esas nuevas
autopistas de la comunicación moderna, que llega a todos los rincones del
planeta, la gente ya no come tanto cuento.
La incredulidad y los silencios permisivos inducidos
por los viejos miedos o la ignorancia, le ceden terreno al reconocimiento
de verdades que llevarán irremediablemente al actual liderazgo de la potencia
del norte a severas condenas en el implacable juicio de la historia. Con sus
extremas torpezas al falsear la realidad sobre la crisis en Ucrania, por ellos
provocada, lo que están cosechando es una mayor credibilidad en
Rusia y eso hiere, es compresible, los sentimientos de sus cada vez más escasos
acólitos, que ante la ausencia de argumentos recurren al insulto y a esos
gastados epítetos descalificadores. En cuanto a la “diplomacia” de los
eternos agresores, que hoy vuelven a empujar al mundo al borde de una
guerra, cabe aplicársele aquel consejo que el gran sacerdote
Laocoonte le dio al Rey Priamo cuando a las puertas de la legendaria ciudad,
referida por Homero en La Ilíada y la Odisea, y por Virgilio en La Eneida,
dejaron el famoso presente: “Señor no creas en los griegos, ni aun cuando
te ofrecen regalos”.
El resto sobre el Caballo de Troya es historia conocida.
Cuando la verdad comienza a imponerse ya no importa tanto lo que ellos se sigan
creyendo, infalibles jueces, gendarmes o dueños de la vida y lo destinos de
todos los que habitamos en este planeta.
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