Hoy, ante
la crisis de la civilización industrial, el cambio de los epicentros de poder
del capital, y el surgimiento de gobiernos progresistas en el sur,
especialmente en Latinoamérica, a los mexicanos se nos ha complicado el
panorama.
Víctor M. Toledo / LA JORNADA
Escribo
esta colaboración en el momento en que parece haber concluido el paso del
centro de poder total de Estados Unidos a China. En que, por tanto, la cosmovisión
que dominaba el imaginario colectivo del ser moderno, la idea de un norte rico
y desarrollado y un sur pobre y subdesarrollado, comienza a no tener sentido.
Si la tesis del fin de la historia, es decir, del tiempo histórico congelado
para certificar de que no hay más que sólo un mundo posible (el mundo moderno),
quedó ya anulada por los hechos, hoy se derrumba esa cosmología de la
modernidad que sitúa la prosperidad en el norte y el atraso y el estancamiento
en el sur. Escribo estas líneas desde una esquina estratégica de Sudamérica,
desde la Colombia Profunda, desde el Cauca, donde florecen paisajes riquísimos,
fisiografía intrincada, diversidad de culturas, ideas de avanzada y movimientos
emancipadores de todo tipo.
Geográficamente,
México se ubica en una porción del planeta donde se entremezclan estirpes
biológicas del norte y del sur. Su territorio es notable en diversidad
biológica porque a esa particularidad biogeográfica se agrega un contingente de
especies vegetales y animales que son exclusivas de su territorio. En la
dimensión sociocultural, el territorio mexicano es también lugar de paso, zona
de transición, región de encuentro entre dos civilizaciones no sólo diferentes
sino contrastantes: Mexamérica en el norte y Mesoamérica en el centro, sur y
sureste. Estratégicamente ubicados los mexicanos viven entonces agobiados por
un dilema central: ¿mirar al norte o mirar al sur? Y esta disyuntiva, que pocas
veces se visibiliza, no sólo es central para el diseño del porvenir, sino para
el delineamiento de la identidad nacional. ¿Quiénes somos? y, sobre todo,
¿quiénes queremos ser?
La
ideología dominante suma al dilema norte-sur una ubicación cartográfica
tramposa: el norte y el sur corresponden en los mapas reales y mentales al
arriba y al abajo. En el lenguaje popular, sin embargo, estar norteado es estar
perdido y ser orientado es mirar al oriente. Los cuatro puntos cardinales
siempre estuvieron presentes, sin distingo alguno, en las cosmologías de
prácticamente todas las culturas tradicionales del mundo, y el arriba y el
abajo, generalmente representado por un árbol, casi sin excepción fueron
representados por el cielo y el infierno, o por el supra e inframundo.
Sin
embargo, hoy, ante la crisis de la civilización industrial, el cambio de los epicentros
de poder del capital, y el surgimiento de gobiernos progresistas en el sur,
especialmente en Latinoamérica, a los mexicanos se nos ha complicado el
panorama. No sólo política, sino ideológica y civilizatoriamente, mirar hacia
el norte es mirar hacia el neoliberalismo y sus promesas, cada día menos
creíbles, de progreso con base en el mercado, la ciencia y la tecnología; es
atraer el mundo anglosajón, industrializado, tecnocrático y bastante
deshumanizado. Mirar hacia el sur es en cambio mirar hacia Latinoamérica, pero
también a los gigantes asiáticos (China e India) y a los pueblos africanos.
Hoy
por hoy América Latina es el (sub) continente más esperanzador del mundo, con
sus gobiernos de izquierda, la proliferación de potentes movimientos sociales,
la rebelión de los pueblos indígenas, la innovación tecnológica, la supremacía
de sus expresiones culturales (bailes, cocinas, escrituras, artesanías,
músicas, carnavales), la erupción de pensadores críticos y la aparición de
proyectos que conectan de manera novedosa a las universidades y tecnológicos
con los procesos de emancipación social y ambiental. Latinoamérica rebosa de
ideas, iniciativas, proyectos y fórmulas inéditas en todos los campos, y aunque
se avanza con dificultad y tropiezos, con sufrimientos evidentes, hay ya una
flama de esperanza que se nutre de los pueblos originarios y de décadas y
siglos de historias heroicas. Desde Martí y Bolívar y la larga lista de
soñadores que han encabezado los procesos históricos de la región, el sur se proyecta
de manera diferente en el futuro a lo construido en el norte. Una nueva
cartografía civilizatoria está surgiendo, y nadie puede ya ignorarla y mucho
menos sustraerse a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario