Terminar con la vulnerabilidad de estos trabajadores internacionales y
sus familias es también en las jornadas del primero de mayo y de todos los
días, una demanda necesaria y urgente de
todos los pueblos latinoamericanos y de otros países de los diversos
continentes por alcanzar un mundo más justo y más solidario.
Adalberto Santana* / Especial
para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
El primero de mayo tradicionalmente es una jornada en todo el mundo y
en diversos escenarios en el que distintos contingentes de los trabajadores
toman las calles en el mundo para conmemorar esa gesta histórica de la clase
obrera. Es también un día en que el que los trabajadores elevan una serie de
demandas para reivindicar mejores condiciones de trabajo, para protestar por la
crisis o por el crecimiento del desempleo. Otros más reivindican los logros
alcanzados por los gobiernos revolucionarios en América Latina y el Caribe y en
otros países del orbe. En otros escenarios
también los trabajadores y otros movimientos
populares y sociales (campesinos,
estudiantes, desempleados, militantes sindicales o políticos) toman las calles
para expresar su lucha anti-imperialista y anticapitalista. Es en general una
jornada de lucha internacional de los trabajadores.
Sin embargo, hay también en nuestros países latinoamericanos y en el
mundo, un gran número de trabajadores internacionales que en virtud de sus
difíciles condiciones sociales, de
pauperización creciente, no tienen la oportunidad y capacidad de reivindicar
organizadamente sus derechos. Nos
referimos a los trabajadores migrantes, sobre todo aquellos que por su enorme
vulnerabilidad se ven precisados a migrar de sus lugares de origen. En su
tránsito a los países desarrollados en búsqueda de mejores oportunidades de
desarrollo social, lo que encuentran no es un camino fácil y seguro. Todo lo
contrario, su vulnerabilidad y esfuerzo se ve mermado por las criticas
adversidades que emergen en su camino rumbo al norte (EU, Canadá o países
europeos).
En gran medida esos trabajadores que migran de economías como las
de México, Centro y Sudamérica o el
Caribe, padecen cruentos sacrificios si llegan a su destino. Para estos
trabajadores internacionales el transitar por territorios distintos a los de
sus países ofrece grandes riesgos. Sus derechos como trabajadores no son
reconocidos y más bien los agentes migratorios muchas veces en complicidad con
actores del crimen organizado (sicarios, polleros, coyotes, maras, etc.) los exponen a la explotación y a
la trata de seres humanos.
Casi todos los días se puede encontrar en las informaciones cotidianas
de los medios de información las crónicas que describen los padecimientos o el
calvario de los migrantes. Sus derechos con conculcados y figuran al límite de la degradación humana. Son trabajadores
internacionales indocumentados, sin voz y seguramente si llegan a su destino se
convertirán en los trabajadores globalmente más explotados.
En su tránsito salen por el mundo, ya sea en pateras que cruzan el Mediterráneo o en trenes de carga como la
llamada “Bestia” que surca el territorio sur de México. Los trabajadores
migrantes son víctimas del acoso permanente del crimen organizado. La
fragilidad de su condición humana parece desaparecer frente a la adversidad de
las economías de mercado.
Los relatos de la muerte de los migrantes se repiten
incesantemente. Incluso se incrementa el
flujo de menores de edad. Algunas fuentes oficiales señalan que entre los años
de 2007 y 2013, desde territorio estadounidense se deportaron aproximadamente a más de 90 mil menores de edad. Todos ellos
jóvenes menores de 18 años y niños de distintos países. Sin duda en ellos
predominaban los centroamericanos. Estos infantes migran buscando la
reintegración familiar. Es decir, sus padres son trabajadores internacionales
en los EU. Estos jóvenes y niños de las clases más humildes huyen de los países
centroamericanos o de México en busca de sus padres, pero también tratando de
evadir la violencia y la pobreza. Se comenta en la prensa hondureña: “El niño,
al igual que el resto de migrantes, se trasladaba en el tren por territorio
mexicano con destino a la frontera de Estados Unidos, donde buscan el ‘sueño
americano’ que para ellos es una ‘pesadilla’ porque se exponen a robos,
asaltos, extorsiones, secuestros y hasta la muerte”.
Así, terminar con la vulnerabilidad de estos trabajadores
internacionales y sus familias es también en las jornadas del primero de mayo y
de todos los días, una demanda necesaria
y urgente de todos los pueblos latinoamericanos y de otros países de los
diversos continentes por alcanzar un mundo más justo y más solidario.
* El Dr. Adalberto Santana es director e investigador del
Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), UNAM.
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