El acercamiento de
Rusia es un hecho relevante que deben ser dimensionado no como acontecimiento aislado, sino en el marco de las actuales disputadas ruso-estadounidenses:
ubicados en ese plano, es posible ponderar sus repercusiones y desarrollos
potenciales, y comprender cómo la geopolítica mundial se expresa también en la
geopolítica de América Central y del Caribe.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
El canciller ruso Serguei Lavrov visitó Cuba y Nicaragua en su gira oficial a América Latina. |
La cadena informativa
rusa RT publicó recientemente en su sitio web tres notas poco difundidas por
sus contrapartes occidentales, tanto de la televisión como de la prensa
escrita, que dan cuenta del protagonismo de Rusia en los movimientos
estratégicos y rearticulaciones que experimenta el sistema internacional, en su
tránsito hacia un mundo multipolar, y
de las cuales ninguna región parece mantenerse al margen.
Más importante aún es
el hecho de que tales notas denotan una tendencia al posicionamiento de ese
país en una de las llamadas zonas de
influencia natural de los Estados Unidos, y en campos que han constituido,
históricamente, aldabas del dominio norteamericano sobre América Central y el
Caribe. Algo que reafirman las declaraciones de funcionarios y diplomáticos
rusos.
El primero de los reportes informa de un
creciente interés del gobierno y las empresas rusas por participar como
inversionistas en las obras de construcción del proyecto del Canal de
Nicaragua, adjudicado a la empresa china HKND Group. Para Piotr Yákovlev,
experto en asuntos de América Latina, el interés de Rusia en América Central se
justifica porque “alrededor del canal de Nicaragua se está desarrollando un
gran juego geopolítico y geoeconómico".
El segundo reporte, destaca los
ejercicios conjuntos de patrullaje antidrogas que realizan este mes fuerzas
policiales de Nicaragua, Honduras y Rusia en aguas del Mar Caribe –el mare nostrum del imperialismo
estadounidense-, en lo que constituye un desafío a las políticas de seguridad y
lucha contra el narcotráfico desplegadas por el Comando Sur, y por medio de las
cuales Estados Unidos ha reafirmado su hegemonía en la región desde finales de
la década de 1990. Un oficial del Servicio Antidrogas de Rusia aseguró a la
agencia de noticias que “nuestra cooperación con países centroamericanos es
vital y por eso hace dos años inauguramos cursos de formación de policías
antidrogas en Managua, tanto para especialistas nicaragüenses, como de
Honduras, Costa Rica y El Salvador, entre otros”.
Finalmente, la última nota publicada por RT informa sobre la
visita a Cuba del Ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, como
parte de su gira por América Latina. En La Habana, Lavrov, uno de los hombres
de confianza del gobierno de Vladimir Putin, reiteró el acuerdo de condonación
del 90% de la deuda externa cubana adquirida con Rusia durante la época
soviética, estimada en 29 mil millones de dólares, y explicó que el restante
10% se utilizará para realizar inversiones productivas en la economía de la
isla. Además, aprovechó la ocasión para enviar un mensaje directo a Washington,
al condenar y calificar de “absolutamente inadmisible” el embargo económico
contra Cuba, “contra la voluntad de la
inmensa mayoría de los Estados miembros de la ONU”.
Por donde quiera que se
los mire, y más allá de las simpatías o antipatías que despierte el liderazgo
de Putin, lo cierto es que el acercamiento de Rusia es un hecho relevante que
deben ser dimensionado no como acontecimiento aislado, sino en el marco de
las actuales disputadas ruso-estadounidenses: ubicados en ese plano, es posible
ponderar sus repercusiones y desarrollos potenciales, y comprender cómo la
geopolítica mundial se expresa también en la geopolítica de América Central y
del Caribe.
Algo que tampoco es
novedad en nuestra historia: en solo dos siglos de vida “independiente”,
pasamos del dominio de la Corona española, al de Gran Bretaña con su diplomacia
financiera, sus protectorados y sus negocios en el siglo XIX; y desde finales
del siglo XX, y hasta el siglo XXI, los Estados Unidos consolidaron su
hegemonía mediante la diplomacia del dólar, las cañoneras, las intervenciones
militares, la guerra sucia, el mal llamado “libre comercio” y una
fortísima influencia cultural.
Juan Bosch, el gran
intelectual dominicano, comprendió con agudeza la importancia estratégica de América
Central, y del Caribe en particular, cuando –a finales de los años sesenta- definió
a esta región como la “frontera imperial” del sistema-mundo que se configuró a
partir del siglo XV.
El Caribe, decía Bosch[1],
“está entre los lugares de la Tierra que han sido destinados por su posición
geográfica y su naturaleza privilegiada para ser frontera de dos o más
imperios. Ese destino lo ha hecho objeto de la codicia de los poderes más
grandes de Occidente y teatro de la violencia desatada entre ellos”. Y agregaba:
“La
historia del Caribe es la historia de las luchas de los imperios contra los
pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras; es también la
historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse
porciones de lo que cada uno de ellos había conquistados; y es por último la
historia de los pueblos del Caribe para libertarse de sus amos imperiales. (…)
Si no vemos su historia como resultado de esas luchas no será posible
comprender cuáles son las razones de lo que ha sucedido en el Caribe desde los
días de Colón hasta los de Fidel Castro, ni será posible prever lo que va a
suceder allí en los años por venir” (p. 64).
Una exhortación que hoy
está más vigente que nunca, y que será decisiva en el análisis de nuestro presente,
y en la búsqueda de opciones de futuro, en medio de las disputas de gigantes y
de las nuevas fuerzas y alianzas que se agrupan en el tablero de la geopolítica
mundial, que nuevamente posan sus ojos e intereses sobre América Central, el
Caribe y sus pueblos.
[1] Bosch, J. (2009). De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe
frontera imperial. México DF: Porrúa. Pp. 63-64.
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