El último lustro ha significado una regresión sin igual en la historia de país istmeño. Martinelli
ha gobernado al margen de la
Constitución produciendo un deterioro institucional tal que este se transformó
en elemento común de los variados partidos de oposición que se propusieron derrotar a quien
consideraban se había salido de toda norma.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde
Caracas, Venezuela
Panamá es el país más joven de la América hispana. Apenas tiene 110
años. Se independizó de España como parte del Virreinato de Nueva Granada, pero
siguió perteneciendo a ésta –y después a Colombia- hasta su formal constitución
como estado independiente en noviembre de 1903. Muchos panameños pensaban desde
los albores del siglo XIX que la región del istmo debía ser independiente dadas
las particularidades que concurrieron en la formación de su nacionalidad y la
imposibilidad de comunicarse vía terrestre con la parte continental del
territorio colombiano. Esta situación se mantiene hasta hoy. La Selva del
Darién, precisamente conocida como “Tapón del Darién” es el único lugar en el
cual está cortada la carretera panamericana en su trayecto desde Alaska a la
Tierra del Fuego.
Ya desde mediados del siglo XIX las potencias empezaron a mostrar
interés en la región centroamericana como vía de paso entre el Océano Pacífico
y el Atlántico. En 1850 Estados Unidos e Inglaterra firmaron el Tratado
Clayton-Bulwer por el cual acordaron establecer un control compartido de la
región y el compromiso de no iniciar unilateralmente la construcción de un paso
transoceánico. Sin embargo, la emergencia
de Estados Unidos como primera potencia mundial renovó el interés del
país del norte por unir sus costas pacífica y atlántica mediante la construcción
de una vía acuática.
En estas condiciones el Tratado Clayton-Bulwer se transformaba en un
obstáculo para el interés expansionista de Estados Unidos. Así, buscó un nuevo
mecanismo de entendimiento con la debilitada Inglaterra y en 1901 firmaron el Tratado
Hay-Pauncefote por el cual la otrora poderosa monarquía europea aceptaba la
construcción unilateral de un canal por parte de Estados Unidos siempre y
cuando no lo militarizara. Sin embargo aún existía un obstáculo: la opinión
pública colombiana se negaba a aceptar la cesión de parte de su territorio a un
estado extranjero. Eso es lo que llevó
a Estados Unidos a buscar aliados en Panamá a partir de la ancestral y permanente idea de independencia que subyacía entre los
istmeños. De esa manera se podría firmar un acuerdo con el nuevo país que
permitiera construir una vía interoceánica. Con el apoyo de Estados Unidos, el
“panameño” de origen francés Buneau-Varilla organizó la secesión de Panamá de
Colombia. Con la presencia del barco de guerra norteamericano Nashville se
desató la insurrección separatista. El Nashville surto en las aguas del Caribe
panameño impidió la llegada de tropas colombianas y el 4 de noviembre se
declaró la independencia, la cual fue reconocida por Estados Unidos el día 6 y
ya el 18 de noviembre se firmó el Tratado Hay-Buneau-Varilla mediante el cual
Panamá cedía a perpetuidad una franja
del territorio a fin de construir el canal. En ese territorio, además del paso
entre los dos mares, Estados Unidos estacionó el más importante contingente
militar fuera de su territorio en el hemisferio occidental.
La zona del canal, la más importante vía interoceánica del mundo y la
poderosa estructura militar que se estableció en la zona signaron la vida
política y económica de Panamá durante el siglo XX. Los destinos del país
fueron regidos por familias oligárquicas leales a Estados Unidos. Uno de sus líderes más destacados fue Arnulfo
Arias ocupó la presidencia de la República en varias ocasiones hasta que fue
derrocado en 1969 después de un alzamiento militar liderado por Omar Torrijos.
Éste, además de hacer grandes transformaciones internas, en política exterior
buscó acercarse a los países no alineados y transformó la lucha por la
recuperación del canal en la bandera más importante de su accionar político.
Pugnó por el fortalecimiento de América Latina en el escenario internacional,
lo cual le valió el apoyo del continente en su lucha por recobrar el canal.
La llegada al poder en Estados Unidos del presidente Jimmy Carter, la
debilidad del Partido Republicano después del escándalo Watergate y la
fragilidad internacional de Estados Unidos posterior a los derrocamientos del
Shá de Irán , del General Somoza en Nicaragua y de Idi Amín Dadá en Uganda,
todos aliados de Estados Unidos y el
establecimiento en la isla caribeña de Granada de un gobierno distante
de la potencia del norte generaron condiciones que permitieron negociar en
otras condiciones la entrega del canal. Así, en 1977 se firmaron los Acuerdos
Torrijos-Carter mediante el cual Estados Unidos se comprometía a abandonar
definitivamente Panamá el 31 de diciembre de 1999. Un periodista le comentó al
Torrijos que después de la firma de este tratado él había entrado en la
historia y el General le contestó “no me
interesa entrar en la historia, me interesa entrar en el canal”.
Omar Torrijos falleció en un dudoso accidente aéreo en 1981 a partir
de lo cual se sucedieron en el poder una serie de gobiernos tutelados por
militares de dudosa reputación, que no tenían el carisma ni el apoyo popular
del General Torrijos, lo cual fue utilizado por Estados Unidos para producir
una sangrienta intervención militar que aún retumba en la memoria del pueblo
panameño. Parecía que la época del “gran garrote” se cernía nuevamente sobre
América Latina, pero la situación mundial, la crisis del campo socialista y el
debilitamiento de la Unión Soviética ocupaban la mayor parte de sus
preocupaciones. Las tropas
norteamericanas abandonaron en un corto lapso el territorio panameño. En las
elecciones de 1999 triunfó Mireya
Moscoso cuyo único “mérito” era haber sido la última esposa del caudillo
Arnulfo Arias, sin embargo le cupo la gloria de “despedir” a las tropas
norteamericanas y hacerse cargo de la soberanía definitiva de Panamá sobre el
territorio del canal. Finalizó su mandato desprestigiada, con grandes
acusaciones de corrupción, protegiendo terroristas y con los más bajos índices
de popularidad respecto de cualquier presidente panameño en el pasado.
El Partido Revolucionario Democrático (PRD) fundado por Torrijos
regresó al gobierno, cuando su hijo Martín accedió a la presidencia en 2004,
pero en las elecciones de 2009 se hizo del poder Ricardo Martinelli, un
empresario millonario que ha manejado el país como si fuera una compañía más de
su suculento emporio.
El último lustro ha significado una regresión sin igual en la historia de país istmeño. Martinelli
ha gobernado al margen de la
Constitución produciendo un deterioro institucional tal que este se transformó
en elemento común de los variados partidos de oposición que se propusieron derrotar a quien
consideraban se había salido de toda norma.
El empresario presidente puso a empleados de sus empresas a dirigir las
instituciones del Estado destituyendo ilegalmente a quienes sustentaban esas
responsabilidades, violando normas constitucionales que establecen los
mecanismos para dichos nombramientos. El avasallamiento, la soberbia y la
utilización de recursos desmesurados en la campaña electoral que superaba todo
límite establecido en la ley electoral signaron unos comicios marcados por un
ventajismo gubernamental rechazado tanto por la oposición de derecha como la de
izquierda.
En el plano internacional, Panamá cayó en el mayor descrédito de su
historia. Un país cuyo canal le permitió en democracia construir una política
exterior de neutralidad y amistad con los países de América Latina y el Caribe
como herencia del legado torrijista de soberanía y respeto al derecho
internacional, fue colocada en una situación de abyección y subordinación plena
a los dictados de Washington. En ese marco, Panamá fue el único país de América
Latina y el Caribe que oficialmente apoyó en la OEA a la oposición violenta de
Venezuela en sus intentos por derrocar al gobierno legítimo del país.
El nuevo presidente, Juan Carlos Varela, militante de un partido de la rancia
oligarquía istmeña, que lo llevó a ocupar el cargo de vicepresidente y
Canciller en el gobierno de Martinelli, se separó del mismo, a raíz de un
distanciamiento profundo motivado por diferencias que se acrecentaron en el
manejo de la política. En el discurso posterior a su victoria, el pasado
domingo 4 en la noche, hizo una alocución conciliadora con las fuerzas
políticas adversas que estaban en la oposición a Martinelli y no aceptó
dirigirse a cumplir la formalidad de aceptación del cargo en el Tribunal
Electoral mientras el presidente saliente estuviera presente en el mismo, donde
acudió en clara injerencia en otro poder del Estado, creando zozobra e
inquietud en la ciudadanía.
Varela informó a la opinión pública que a altas horas de la noche
había conversado con el Presidente Maduro, -quien lo llamó para felicitarlo por
su elección- a quien le manifestó su
voluntad de restablecer las relaciones entre ambos países, rotas después de la
grosera intrusión del actual gobierno en
los asuntos internos de Venezuela.
Por su parte, Martinelli deberá hacer “magia” para entregar cuentas claras de su administración en la cual la deuda externa del país pasó de alrededor 16 a un poco más de 27 mil millones de dólares, un inexplicable aumento de 70% en 5 años. Asimismo, la justicia italiana espera por él para que rinda cuentas por un sonado caso de corrupción en el cual está involucrado su gobierno y él mismo.
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