sábado, 26 de julio de 2025

El monroismo trumpiano

 Aunque el Monroismo trumpiano nos parezca algo nuevo e inéditamente burdo, no es más que la actualización de una constante que nació y llegó para quedarse, cuando el naciente imperialismo norteamericano hacía acto de presencia en el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

La Doctrina Monroe, enunciada en 1823, constituye el norte de toda política estadounidense hacia América Latina desde entonces hasta nuestros días. Se ha actualizado, o hecho más precisa coyunturalmente, en función de necesidades específicas: la política del Big Stick, la de La zanahoria y el garrote o la del Dollar Diplomacy son ejemplos de estas actualizaciones que no han perdido su vigencia desde que fueron explícitamente formuladas en las primera mitad del siglo XX.
 
¿Cómo podríamos llamarle a la que impulsa Donald Trump en nuestros días, que es tan burda e injerencista que pareciera que solo puede emanar de alguien tan obtuso como él y el grupo mafioso que lo acompaña como equipo de gobierno? Tal vez, como apunta el título de nuestro artículo, Monroismo trumpiano, porque es más de lo mismo, pero en una nueva coyuntura y con otros actores: no cambia la esencia, solo sus manifestaciones particulares. 
Este Monroismo trumpiano no envía (por el momento) cañoneras a bloquear los puertos como lo hizo Theodore Roosevelt con Venezuela a principios del siglo XX durante el gobierno de Cipriano Castro; o con Nicaragua, cuando a inicios de la década de 1980 Ronald Reagan minó sus puertos como parte de la estrategia de asediarla y cercarla para derrocar al gobierno sandinista. 
 
Una de las estrategias que utiliza el Monroismo trumpiano es “castigar” con aranceles las importaciones del país que, según su particular parecer, no hace las cosas como al presidente norteamericano y a su equipo le parece que debían hacerse. Es lo que ha hecho con Brasil, al que le ha cargado aranceles del 50% a sus exportaciones porque considera que la justicia brasileña está persiguiendo a Jair Bolsonaro, quien es juzgado por haber intentado dar un golpe de Estado para impedir la toma de posesión de Lula.
 
Protestar en este artículo por tamaña arbitrariedad es un poco llover sobre mojado; valga entonces lo antes dicho por  lo menos como ejemplo y constatación de la persistencia de la política exterior permanentemente injerencista de hacia América Latina de los Estados Unidos.
 
Hay otros ejemplos que muestran variaciones de esta actualización trumpiana del monroísmo. Una de ellas la denuncia recientemente en sus redes sociales Cristina Fernández, con ocasión de las declaraciones que ha dado quien ha sido designado como nuevo embajador norteamericano en Argentina. Dice Cristina: “(…) Ayer vimos y escuchamos a Mr. Lamelas… el candidato de Trump para ocupar el cargo de embajador de EEUU en nuestro país, diciendo que va a venir a la Argentina a “vigilar a los gobernadores”, a “frenar acuerdos con China”,  y… (para que a nadie le queden dudas de por qué estoy presa) a “asegurarse de que CFK reciba la justicia que merece”. (…) nos mandan un NUEVO FISCAL plenipotenciario directamente desde Mar-a-Lago. Lo único que le faltó fue decir que iba a designar tribunales él mismo. Ni MONROE se animó a tanto.”
 
No se sabe si lo que dice el futuro embajador en Argentina es lo más burdo, o lo que ha hecho el secretario de Estado Marco Rubio con Panamá, en donde se paseó con actitud de capataz enojado por el Canal, mientras el cabecilla de la banda de forajidos imperialistas amenazaba desde Washington con apoderárselo.
 
Aunque el Monroismo trumpiano nos parezca algo nuevo e inéditamente burdo, no es más que la actualización de una constante que nació y llegó para quedarse, cuando el naciente imperialismo norteamericano hacía acto de presencia en el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX. El crecimiento de las inversiones y el comercio de China en lo que ellos conocen como el Hemisferio Occidental, es decir, un proceso que retrotrae a la esencia original de la Doctrina Monroe (de no permitir el acceso de potencias extra continentales a este hemisferio) se reflota con todo vigor.
 
En el contexto de su abjuración de la globalización neoliberal, que ha implicado las pérdida de posiciones a los Estados Unidos, el gobierno de Trump entiende a América Latina como su reservorio privado que debe mantenerse bien vigilado para evitar sorpresas en su retaguardia en la guerra mundial que está librando para tratar de evitar su declive.
 
Hemos visto bastante de este gobierno norteamericano abusivo y prepotente, pero no lo hemos visto todo. Regido por principios que están en la base estructural de su país, de acuerdo a coyunturas específicas seremos testigos de otras actitudes burdamente injerencistas. Reuniones como la reciente que acaba de tener lugar en  Santiago, a la que acudieron los mandatarios de Uruguay, Colombia, Chile, Brasil y España, que apunta a las coordinación de fuerzas políticas distintas, aunque incompleta, es bienvenida. Solo la unidad nos hará fuertes y permitirá resistir al monroísmo en todas sus expresiones.

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