Mientras los políticos de derechas nos han hecho creer que la migración y la amenaza bélica son los grandes retos de nuestro tiempo —y políticos de buena parte del espectro político lo han aceptado— las crisis reales quedan desatendidas en todo o en parte.
Alfredo González Ruibal / Público.es (España)
Durante los últimos años, la derecha global ha conseguido convencernos de que nos enfrentamos a dos grandes crisis: una de seguridad y otra de inmigración. Nos han convencido de que debemos poner todos nuestros recursos en reforzar nuestra capacidad militar contra la amenaza rusa y en reforzar nuestras fronteras contra la llegada de migrantes. Nos han convencido, en última instancia, de que debemos hacer como sociedad lo que los ultramillonarios hacen como individuos: construir búnkeres indestructibles e impenetrables y escondernos en su interior.
Ahora bien, al contrario que los ultramillonarios, nosotros no vamos a disfrutar de refugios de lujo, con todas las comodidades y servicios. Lo que nos prometen son más bien búnkeres inhóspitos con aire de Guerra Fría, donde tendremos que resistir sin derechos laborales ni servicios sociales. Todo a cambio de no hablar ruso —como ha dicho el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Ni árabe.
Mientras los políticos de derechas nos han hecho creer que la migración y la amenaza bélica son los grandes retos de nuestro tiempo —y políticos de buena parte del espectro político lo han aceptado— las crisis reales quedan desatendidas en todo o en parte. Y se pueden resumir también en dos: una ecosistémica y otra de desigualdad. No hay más, porque ambas subsumen todas las otras crisis.
La ecosistémica tiene que ver con la ruptura del sistema que rige nuestro oikós, nuestra casa, que es la Tierra. Incluye a su vez dos crisis: la ecológica y la climática. Por crisis ecológica me refiero, entre otras cosas, a la degradación o desaparición de ecosistemas vitales para la vida, la extinción masiva de especies y la contaminación atmosférica, terrestre y marina, especialmente por plásticos. La crisis del clima no solo implica un calentamiento global inédito en la historia, sino la entrada en un régimen climático imprevisible y hostil para la vida.
Si la crisis ecosistémica tiene que ver con las relaciones de los seres humanos con seres y entes no humanos -los animales, las plantas, las bacterias, la atmósfera o el agua-, la crisis de desigualdad tiene que ver con las relaciones entre seres humanos. Al igual que la ecosistémica, es una constelación de múltiples crisis, que a su vez están relacionadas con la ecosistémica.
El incremento del número de migrantes en el mundo lo causan tanto la crisis ecosistémica como las desigualdades entre el norte y el sur globales —y las internas dentro de los países de los que salen los migrantes. La crisis de la vivienda es, esencialmente, una crisis de desigualdad en la que fondos de inversión, compañías multinacionales, expatriados y rentistas acaparan recursos al tiempo que dificultan (o impiden) el acceso a esos mismos recursos a la gran mayoría de la sociedad. La crisis de cuidados también está profundamente radicada en la desigualdad: la gente más desfavorecida, generalmente migrante, debe encargarse de cuidar de otros al tiempo que descuidan a sus propias familias. Y la crisis de seguridad que atraviesan muchos países no la provoca la inmigración, sino, otra vez, la desigualdad que provoca miseria extrema e hipermarginación social.
Contra las dos crisis reales a las que nos enfrentamos se está haciendo muy poco (caso de la ecosistémica) o nada (caso de la de desigualdad). Y no se hace porque lidiar con ellas implica enfrentarse a un capitalismo sin frenos que articula todas nuestras relaciones y que beneficia mucho a quienes más poder tienen. Resulta más fácil construir búnkeres y levantar alambradas. Es más fácil, pero también inútil. Porque mientras nos fortificamos, las crisis —las de verdad— avanzan imparables poniendo en peligro la existencia humana. Y contra ellas, los búnkeres no sirven de nada.
*Alfredo Gonzalez Ruibal, investigador científico del Instituto de Ciencias del Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Incipit-CSIC).
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