Para los sectores
populares, la coyuntura abierta con la elección de Humala está significando la
mayor reconstrucción de su capacidad de organización y movilización luego de la
década terrible de Fujimori (1990) y los gobiernos neoliberales de la década de
2000, de Alejandro Toledo y Alan García.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Diversos
intelectuales y políticos latinoamericanos y peruanos han criticado duramente
al presidente Ollanta Humala, por considerar que ha traicionado el mandado para
el que fue elegido. Razones no les faltan, ya que el presidente está gobernando
para la derecha, aunque fue ungido por la izquierda, y reprime a los sectores
populares, cuando fueron ellos los que se movilizaron para evitar el triunfo de
Keiko Fujimori.
El ex guerrillero y
actual sociólogo Héctor Béjar sostiene que se trata de un golpe de Estado
caracterizado por la ocupación militar de ciudades, y estados de emergencia, lo
que supone “la inserción de la lógica guerrera en el gobierno y el estilo
castrense en la conducción pública” (ALAI, 6 de junio de 2012).
El economista Oscar
Ugarteche se queja del engaño electoral de quien en su momento participó en el
Foro de Sao Paulo, y asegura que el gobierno actual es “un régimen mafioso y
matonesco no muy distinto al de Fujimori” (ALAI, 4 de junio de 2012). Aventura
que está en marcha una alianza con las huestes del ex dictador para sostenerse
los cuatro años que le restan de mandato, ya que la represión le hizo perder su
mayoría parlamentaria (ALAI, 8 de junio de 2012).
El diputado Javier Diez
Canseco traza su balance de diez meses de gobierno de Humala: 12 muertos en conflictos
sociales, varias zonas en estado de emergencia con recorte de derechos
democráticos, gobiernos municipales y regionales hostigados e intervenidos
ilegalmente por el Ejecutivo y la renuncia de cerca de 10 por ciento de la
bancada oficialista en el Congreso (La República, 11 de junio de 2012).
Estamos ante el segundo
giro a la derecha del gobierno, ambos por las mismas razones: la contundente
protesta social contra la minería y los megaemprendimientos. En noviembre y
diciembre de 2011 la resistencia de la población de Cajamarca al proyecto
minero de extracción de oro Conga se zanjó con la declaración del estado de
emergencia y la militarización de varias zonas, a lo que siguió un recambio del
gabinete, con la salida de buena parte de los ministros más progresistas.
Ahora las cosas se han
agravado. En mayo la protesta antiminera de Cajamarca se extendió a los demás
departamentos del norte, Piura, Lambayeque y La Libertad, con un paro masivo y
numerosas movilizaciones. En el sur, la represión en la provincia de Espinar,
en el departamento de Cusco, a los comuneros que protestaban contra la mina
Tintaya de la empresa australiana XStrata, se saldó con dos muertos, el alcalde
encarcelado y decenas de perseguidos, entre ellos el personal de la Vicaría de
Solidaridad de Sicuani.
La lucha de los pueblos
andinos y amazónicos alcanzó niveles notables. En Bambamarca, ciudad del
departamento de Cajamarca, la población impidió que los soldados pudieran hacer
la ceremonia de saludo a la bandera y en Celendín, epicentro del conflicto por
Conga, los soldados fueron expulsados de la plaza por la población (Lucha
Indígena, junio de 2012). Las rondas campesinas detuvieron a soldados por
intentar prostituir a menores.
La participación de las
rondas campesinas en el conflicto por el agua y contra la minería anticipa el
fracaso del gobierno pese al envío de militares. Instrumento de las comunidades
campesinas, las rondas jugaron un papel determinante en la derrota militar de
Sendero Luminoso en la década de 1990. Tienen enorme prestigio, aceitada
organización, fuerte respaldo entre los de abajo que las integran y dirigen y
no se dejan impresionar por enemigos armados.
Es cierto, como se ha
señalado, que Humala realizó un fuerte giro a la derecha, aunque sigue siendo
“progresista” en comparación con el fascismo de Keiko. Lo esencial está en otro
lugar. El triunfo de Humala creó una nueva situación política en Perú que fue
interpretada por los sectores populares como el momento para dar un salto
adelante en la larga resistencia contra la minería.
El olfato político de
Hugo Blanco, que observa y siente la política desde abajo, sintetizó la nueva
coyuntura en el reciente Foro Nacional de Educación para el Cambio Social
realizado en Rosario, Argentina: “Si hubiera ganado Keiko la gente estaría muy
desmoralizada, pero al ganar Humala sintieron que ganaron ellos. Por eso ahora
se sienten traicionados y con derecho a protestar. La Marcha del Agua nunca
podría haberse hecho si no hubiera ganado Humala”.
En efecto, la Marcha del
Agua realizada en febrero entre Cajamarca y Lima fue la mayor acción colectiva
en la capital realizada desde la última fase de la resistencia al régimen de
Fujimori hace más de una década.
El presidente de la
Central de Rondas Campesinas de Ayavaca, provincia de Piura, donde se asienta
la resistencia a la minera china Zijin, señaló en la marcha del 31 de mayo: “La
causa principal por la que estamos aquí es por la traición que el gobierno nos
hizo. Optamos por darle la oportunidad a Ollanta Humala porque ofrecía defendernos,
pero lamentablemente nos damos cuenta de que nos ha traicionado” (Lucha
Indígena, junio de 2012).
En estos momentos están
en juego en Perú dos cuestiones. En el plano de la relaciones interestatales,
la disputa por Perú es clave tanto para Estados Unidos como para Brasil. Perú
participa en la Alianza del Pacífico con Chile, Colombia y México, que es la
principal cuña de Washington en la Unasur y la Celac. Para Brasil la alianza
política y militar con Perú es decisiva para consolidar su salida al Pacífico,
ruta de su cuantioso comercio con China.
Para los sectores
populares, la coyuntura abierta con la elección de Humala está significando la
mayor reconstrucción de su capacidad de organización y movilización luego de la
década terrible de Fujimori (1990) y los gobiernos neoliberales de la década de
2000, de Alejandro Toledo y Alan García. El movimiento popular peruano, tanto
en su vertiente urbana como campesino-indígena, fue en los años 80 el más
potente de la región. Fue diezmado a bala, por derecha y por “izquierda”. Ahora
retomó el camino y está volviendo a hablar en voz alta. Es un momento crítico.
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