Las inspiraciones
ideológicas de López Obrador no provienen del marxismo o de cualquier otra
ideología similar. Provienen del espíritu republicano de José María Morelos,
del ejemplo de austeridad republicana y laicismo de Benito Juárez, de las
profundas preocupaciones sociales de Ricardo Flores Magón y del espíritu
nacionalista de Lázaro Cárdenas.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Si Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) gana la contienda electoral del 1 de julio de 2012, México
observará un punto de inflexión en su proceso político. Si pierde, de todos modos habrá hecho historia,
aunque su carrera política como candidato presidencial muy probablemente haya
concluido. Hay una figura ascendente que
seguramente será el candidato en el 2018, Marcelo Ebrard, el actual jefe de gobierno del Distrito
Federal. Muy probablemente AMLO pasará a ser el líder moral de un movimiento,
en este momento llamado Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el cual acaso se convierta en un partido político. López Obrador ha tenido
una vida política muy intensa en los últimos seis años. En primer lugar tuvo
que conducir la indignación de al menos
35% del electorado mexicano el cual estuvo
convencido de que Felipe Calderón, el candidato de la derecha
clerical-neoliberal había sido impuesto
como presidente mediante un fraude. La
polarización que se observó entre 2005 y 2006, motivada por el temor de la
derecha ante una candidatura que se veía
imbatible, se expresó en un estado de crispación social extrema que
fácilmente podría haber terminado en un escenario violento. El plantón que se
organizó después de las elecciones de
2006, mediante el cual se partió a la
ciudad de México en dos partes pues atravesó toda la avenida de la Reforma
hasta llegar al zócalo, tuvo un costo político grande pero tuvo el mérito de
canalizar por una vía pacífica el descontento extremo ante un proceso electoral viciado.
Habiéndolo
nombrado el vasto movimiento social y
político “Presidente legítimo” para
deslegitimar a Felipe Calderón, López Obrador inició giras que abarcó a cada uno de los más de 2,400 municipios de
México en un territorio de más de un millón de kilómetros cuadrados. López
Obrador conoce a México de manera
profunda y cercana. Su liderazgo, acaso el más importante desde la época de
Lázaro Cárdenas, probablemente esté asentado en
los sentimientos más profundos de la nación. En primer lugar, la
honradez de López Obrador es reconocida hasta por sus más acerbos críticos.
Siempre ha vivido modestamente y lo continúa haciendo en un departamento de
medianas proporciones en la ciudad de México. Está lejos pues, de la opulencia
que rodea al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique
Peña Nieto. López Obrador ha hecho de la
lucha contra la corrupción una de sus
banderas principales con lo cual responde al hartazgo que en México existe, con
respecto a una clase política que vive de manera opulenta y a menudo se ve
involucrada en escándalos de corrupción
y asociación con el crimen organizado. La gente que apoya a López Obrador ve en
él a un hombre que predica con el ejemplo, aunque sus adversarios hayan querido
mancharlo con los actos corruptos de una parte ínfima de sus colaboradores.
Ascético y al parecer
con convicciones religiosas profundas, López Obrador ha planteado además un
proyecto alternativo de nación que implica un cambio de la política económica
neoliberal que ha fracasado en México. Responde con ello a una estrategia fallida: México ha crecido en los últimos treinta años a un promedio de
2%, tasa que vinculándola con la del
crecimiento de la población queda en 0%. Existen en el país 7.300.000 jóvenes que no están
estudiando ni trabajando. La precarización laboral es rampante y
el campo ha sido destruido por el
neoliberalismo. Esto explica la estampida migratoria mexicana hacia los Estados
Unidos de América. Explica también la disposición de significativos sectores de
la población a involucrarse en actividades delictivas tanto las de orden común como
las del crimen organizado. Lo que ha hecho el gobierno actual a cargo del
Partido Acción Nacional (PAN) para combatir el narcotráfico es el de echarle
fuego al fuego, en lugar de desactivar las causas económicas y sociales que han
hecho proliferar la delincuencia callejera y el
narcotráfico.
Las inspiraciones
ideológicas de López Obrador no provienen del marxismo o de cualquier otra
ideología similar. Provienen del espíritu republicano de José María Morelos,
del ejemplo de austeridad republicana y laicismo de Benito Juárez, de las
profundas preocupaciones sociales de Ricardo Flores Magón y del espíritu
nacionalista de Lázaro Cárdenas. Si llega a gobernar, obviamente no podrá renunciar al TLC pero mirará hacia el sur
también, protegerá a Petróleos Mexicanos (PEMEX) del saqueo que actualmente
sufre y la mantendrá como patrimonio de
la nación, construirá refinerías para dejar de vender petróleo para comprar
gasolina, fomentará la producción para el mercado interno,
desarrollará políticas sociales, propiciará una democracia participativa además
de la representativa, incorporará a los indígenas en el marco de las autonomías
y el respeto a los usos y costumbres y por supuesto, combatirá a ese monstruo
de mil cabezas que es la corrupción.
Y probablemente
inaugure un nuevo paradigma de hacer gobierno con la austeridad y la honradez en las manos.
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