México se encuentra en estos días en una
encrucijada. Este domingo se decidirá si
se continúa con el modelo neoliberal que han propugnado el PRI y el PAN en los
últimos 30 años o si eligiendo a Andrés Manuel López Obrador se opta por un
cambio sustancial en la política económica.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El próximo domingo 1 de
julio México vivirá un proceso electoral que se
antoja como la segunda parte del vivido en julio de 2006. En aquella
oportunidad como es sabido, una elección disputada y de muy mala calidad, para
decir lo menos, acordó darle el triunfo a Felipe Calderón con una diferencia de
0.5% de los votos. El olor a fraude embargó al país y a diferencia de lo que se
hizo en Costa Rica en ese mismo 2006, el establishment
mexicano se negó a hacer un recuento electoral del conjunto de los votos y
de las casillas.
En este 2012, el
candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto,
tiene mucho a su favor. En primer lugar
el apoyo de la gran cúspide empresarial:
más de las dos terceras partes de las 500 empresas más importantes de México lo consideran el ganador. Además,
la labor desinformadora y manipuladora del duopolio televisivo (Televisa y
TVAzteca) que se ha reflejado en una multimillonaria campaña de imagen a favor
del candidato priísta. Y en la reiteración por radio y televisión de que Peña
Nieto está arriba de Andrés Manuel López Obrador en las encuestas por un margen de entre 12 y casi 20%. Cabe
agregar también la poderosa maquinaria
electoral del PRI: el domingo 1 de julio
esa maquinaria organizará una de las formas de fraude llamada en México
“Operación Carrusel”.
En su columna periodística, el intelectual y político
Octavio Rodríguez Araujo ha descrito
recientemente al “carrusel”: “En una casa se congrega a cierto número de
votantes; el primero va a la casilla electoral y en lugar de depositar los
votos se regresa con las boletas que le dieron. En dicha casa se cruzan por
determinado partido y se entregan cruzadas al segundo votante. Éste las
deposita y regresa con las papeletas que le dieron en la casilla, y así
sucesivamente”. A cada votante que entregará
esa boleta en blanco se le dará una suma de dinero. Unida a la
maquinaria electoral priísta se encuentra la que dirige Elba Esther Gordillo y
el poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con sus
decenas de miles de maestros en “comisión” que no es otra que la de fungir como
operadores electorales acarreando votantes a favor del PRI.
Las encuestas jugarán
un papel muy importante este domingo próximo. Si se logra infundir en la
ciudadanía la percepción de que López Obrador será ampliamente derrotado o
quedará en tercer lugar, buena parte de los votantes podría inclinarse por la
candidata del Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, en el marco
de un voto útil en contra del PRI. O
bien ni siquiera irían a votar, propiciando un abstencionismo el cual
capitalizaría el partido que cuenta con la maquinaria electoral más poderosa
para acarrear y obligar a los más vulnerables a
votar por dicho partido. Me refiero obviamente al PRI.
Así las cosas, buena
parte de lo que suceda el domingo dependerá de que el abstencionismo sea
reducido al máximo. Dependerá de que las fuerzas organizadas que apoyan a López
Obrador pongan un representante en el 100% de las casillas (urnas) para evitar
la anulación de votos a favor de AMLO y cualquier otra triquiñuela fraudulenta.
Dependerá de que sea cierto que existen
cuatro millones de “protagonistas del cambio verdadero” que llevarían a las
urnas a unos 20 millones de electores. El Movimiento Progresista, coalición de
partidos y movimientos ciudadanos que encabeza López Obrador, cuenta a su favor
con la subjetividad social de entusiasmo colectivo que emergió
después del 11 de mayo con el movimiento estudiantil y juvenil #YoSoy132. La campaña de López Obrador ha sido exitosa
además con sumar a buena parte del centro político y una parte de la derecha que ahora apoya la
candidatura de éste: empresarios medianos y hasta grandes, clases medias de
distintos niveles, votantes del PAN y
del PRI.
México se encuentra en estos días en una
encrucijada. Este domingo se decidirá si
se continúa con el modelo neoliberal que han propugnado el PRI y el PAN en los
últimos 30 años o si eligiendo a Andrés Manuel López Obrador se opta por un
cambio sustancial en la política económica. También se decidirá si el gobierno
del Estado sigue controlado férreamente por el
diminuto y poderoso grupo que ha sido denominado por el periodista Jorge
Zepeda Patterson como “los amos de México”, o si el Estado reasume lo público
en el marco de lo que la teoría liberal postula. Si se continúa en la senda de
que otros actores, además de los ya mencionados, siguen siendo hegemónicos (por ejemplo la
alta jerarquía católica, el narcotráfico) o si se empieza a construir un poder
ciudadano que funja como contrahegemonía.
He aquí pues, la encrucijada que hoy vive
México.
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