Roberto Utrero / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza,
Argentina
La presidenta argentina, Cristina Fernández, presidió la cumbre del MERCOSUR y anunció el ingreso de Venezuela a este organismo de integración regional. |
Las Cumbres de Mendoza
podrían hacer alusión con justicia a las de los cerros más elevados de América
que están en esta provincia, desde el Aconcagua al Tupungato. Pero en este
momento histórico no es así; en la ciudad más importante del oeste argentino,
con sus cuatros siglos de existencia y cuna del Ejército de Los Andes, desde
donde partió hace casi doscientos años el General San Martín en su campaña
libertadora, se llevó a cabo en estos días un acontecimiento regional similar
que remembró aquella gesta. Se realizaron las Cumbre del MERCOSUR, la Social
del mismo organismo y, en la emergencia golpista sufrida por el país hermano
Paraguay, la de UNASUR.
Circunstancias por
demás aciagas, con una pátina de legitimidad, que llevaron al grave desenlace
de la caída del presidente Fernando Lugo, cuya responsabilidad radica en los
sectores tradicionales del poder: las rancias oligarquías con sus políticos de
turno, el alto clero de la Iglesia, opuesto a Lugo y los militares que siempre
han sido permeables a la presión del Imperio.
Con cierto eufemismo la
presidenta Cristina Fernández de Argentina, definió la situación de “golpe
suave”, para diferenciarlo de los golpes sangrientos que encabezaban
directamente las Fuerzas Armadas de nuestros países.
También hubo
responsabilidad de los Estados Unidos, aunque sus autoridades lo nieguen y
miren al costado, preocupados como están en salir de sus propios problemas. Desde
la instalación de la base militar en Mariscal Estigarribia en la región del Chaco
Paraguayo en 2005, con capacidad para alojar a 20 mil soldados. En un punto
estratégico situado a 200 kilómetros de Argentina y Bolivia y a 300 kilómetros
de Brasil y con un aeropuerto más grande que el de Asunción, cerca de la triple
frontera entre Paraguay, Brasil, Argentina y próxima al Acuífero Guaraní, el
mayor reservorio subterráneo de agua dulce del mundo, vigilan y observan todos
los movimientos.
Pretextos de
intromisión no le faltan al gigante: desde el narcotráfico a cuestiones de
defensa hemisférica, aunque ello esconda la apetencia de los grandes recursos
con que cuenta la región.
El año pasado también,
y a través de revelaciones de Wikileaks, se conocieron documentos en donde
comprometía a la embajadora de aquel país, Liliana Ayalde, por escuchas
telefónicas al gobierno paraguayo, quien hizo el debido reclamo.
No es necesario ahondar
en estos temas, porque desde este espacio se han divulgado diversos artículos
sobre la intromisión tanto oficial como solapada del país del norte en la
política de los países latinoamericanos.
Sin embargo, debemos
reconocer que desde el progresivo recambio de autoridades, desde los noventa,
marcados por el neoliberalismo hasta ahora, los gobiernos democráticos y
populares han ido coincidiendo y fortaleciendo los mecanismos regionales de
integración, creando nuevas condiciones de convivencia, impensadas hace dos
décadas.
El liderazgo de dos
fuertes personalidades como las de las presidentas Fernández de Kirchner y
Dilma Roussef, sumadas al presidente uruguayo José Mujica, respondieron
enérgicamente a lo sucedido en Paraguay, dejando claramente de manifiesto la
posición frente al nuevo gobierno, respecto de su participación en el MERCOSUR
y el respaldo al mantenimiento de las cuestiones económicas y comerciales que
podrían perjudicar al pueblo paraguayo. En la declaración de la Cumbre, se
condicionó a Paraguay a reintegrarse plenamente, luego de que se llame a
elecciones en abril del año entrante, de las cuales, no cabe duda que intentará
nuevamente Fernando Lugo, participar para representar a los sectores pobres que
han quedado huérfanos.
El ingreso de la
República Bolivariana de Venezuela prevista para la próxima Cumbre del MERCOSUR
a realizarse en Río de Janeiro el 31 de julio próximo, fortalecerá
institucionalmente al organismo como garante de los procesos democráticos.
Asimismo, se aprovechó la presencia de los mandatarios asistentes para que se
integren, con todas las diferencias y matices, en pos del establecimiento de
instituciones más participativas e incluyentes.
Esta Cumbre mostró su
más cruda resolución política al más alto nivel, dando un giro drástico a la
inmovilidad burocrática que venía padeciendo el organismo, cosa que explica de
alguna manera la renuncia del Secretario General del Bloque MERCOSUR, el brasileño
Samuel Pinheiro Guimaraes, quien se alejó por la falta de apoyo a sus
iniciativas. Seguramente, una de las deudas más notorias es la de articular de
arriba hacia abajo las decisiones adoptadas, en donde los diversos mecanismos
que lo conforman deberán actuar en consecuencia.
Las mandatarias, tanto
de Argentina como de Brasil, quienes abrieron y cerraron la reunión, expresaron
su firme voluntad política de respaldo regional y respeto a las
particularidades de cada uno de los países miembros, condicionando de esta
manera las declaraciones de los mandatarios asistentes a la Cumbre de la UNASUR.
Al cierre, al conocer
el resultado de estas reuniones, el actual presidente paraguayo, Federico
Franco, no pudo controlar su indignación y declaró con despecho que “se terminó
el tutelaje”. Expresión espontánea, desafortunada
y arrogante para quien está a cargo de uno de los países más vulnerables de
América del Sur, en donde su mediterraneidad naturalmente lo hace depender de
sus vecinos argentinos y brasileños.
Quien no se mostró
optimista fue el mandatario uruguayo, quien rompiendo el protocolo se quejó: “hablamos
mucho pero hacemos poco por las necesidades que tiene la gente en nuestro
continente”. La conducta austera de Mujica le da autoridad para decir siempre
lo que piensa, aunque desaliente las esperanzas que tenemos todos de que
prospere la integración, no dejamos de concederle algo de razón.
Un amigo del servicio
diplomático, residente en Asunción, me contaba estos días que su empleada
doméstica lloraba desconsoladamente por la renuncia del presidente. Su madre,
con problemas cardíacos había sido excelentemente atendida en los hospitales
públicos, mejorados durante la gestión de Fernando Lugo. Estas historias
mínimas, son la prueba más elocuente de los cambios que se van logrando y que
reivindican a la política en forma práctica, como reclama el presidente
uruguayo.
Otra cosa que ha
quedado de manifiesto estos dos días, es el decisivo rol de la mujer, la que
siempre acompañó callada y sumisa al hombre en esta parte del mundo. Este es
otro aporte esperanzador dentro de la primavera latinoamericana que estamos
disfrutando.
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