Los resultados de la
votación del pasado 26 de octubre son un reconocimiento por parte de la
comunidad internacional de que el bloqueo persiste, y que produce daños en el
pueblo cubano tanto de índole humano como en el desarrollo económico del país y
con afectaciones a terceros países.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
Una vez más, por
veinticinco años seguidos Cuba volvió a poner de rodillas al gobierno de los
Estados Unidos en la Asamblea General de la ONU. De un total de 193 países
miembros, 191 votaron a favor de la resolución cubana de la necesidad de poner
fin al bloqueo económico comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba,
que se mantiene incólume y con fiereza por más de 50 años. No hubo ningún voto
en contra. Los dos países que se abstuvieron vergonzosamente, fueron los
Estados Unidos e Israel.
La intervención del
canciller cubano, Bruno Rodríguez, fue una pieza brillante de oratoria. Su
exposición estuvo cargada de cincuenta y ocho años de combate, resistencia y
esperanza del heroico pueblo cubano.
Todos los años los
jefes de Estado, vicepresidentes, cancilleres y otras personalidades que
asisten a la Asamblea General, esperan con ansias la intervención del
representante de la mayor de las Antillas, porque saben que Cuba, cual David,
derribará al gigante Goliat, los Estados Unidos.
La primera vez que Cuba
presentó esa resolución fue en 1992 y desde esa fecha la tendencia histórica de
su aprobación ha sido por un alto margen (nunca tuvo más de cuatro votos en
contra). En 1992 sólo 59 países votaron a favor y se destacó el elevado número
de abstenciones y ausencias, pero con el paso de los años esa tendencia fue
cambiando, y lo que se produjo fue la consolidación de la disminución de las
abstenciones y las ausencias hasta llegar al 2016, con un contundente
resultado. Los países que se abstenían o se ausentaban lo hacían porque temían
enfrentar a la fuerza del imperio.
Hace más de once años
Ignacio Ramonet le preguntó a Fidel “¿El 90 por ciento de los países de la ONU
apoyan la denuncia de Cuba contra el embargo económico?”, y el Comandante le
dijo: “Hay que ver con admiración a decenas y decenas de países que tienen
pendiente un crédito en el Fondo Monetario, o en el Banco Mundial, o alguna
necesidad económica, que dependen de Estados Unidos, y allí votan contra el
bloqueo. No es una votación secreta, es pública; si todas las votaciones en
Naciones Unidas fueran secretas, no ganarían ninguna en ningún tema”.
Los resultados de la
votación del pasado 26 de octubre son un reconocimiento por parte de la
comunidad internacional de que el bloqueo persiste, y que produce daños en el
pueblo cubano tanto de índole humano como en el desarrollo económico del país y
con afectaciones a terceros países.
En su alocución
Samantha Power representante de los Estados Unidos (que fue previo al discurso
de Bruno Rodríguez) luego de anunciar que los Estados Unidos iba a abstenerse
en la votación -por lo que fue muy aplaudida-, hipócritamente insistió que eso
no significa que los Estados Unidos esté de acuerdo con todas las políticas y
prácticas del gobierno cubano. (¿Ignora acaso que el gobierno cubano tampoco
está de acuerdo con todas las políticas y prácticas del gobierno de los Estados
Unidos?).
La representante
yanqui, en cuyo país, una semana sí y la otra también las noticias nos hablan
de muertes por armas de fuego, de la brutalidad y abusos policiales,
especialmente contra la población afroamericana y de la creciente inseguridad
ciudadana, cínicamente expreso: “nos preocupa profundamente las graves
violaciones de derechos humanos que el gobierno cubano sigue perpetrando con
impunidad contra su propio pueblo.” Esta vez no se escuchó ni un solo aplauso.
Power nunca se imaginó
lo que le expresaría Bruno Rodríguez, el orador de la Asamblea: “Sería
provechoso reconocer que cambiar a Cuba es solo asunto soberano de los cubanos y
que Cuba es un país verdaderamente independiente. Lo es porque ganó su
independencia por sí mismo y ha sabido y sabrá defenderla al precio de los
mayores sacrificios y riesgos. Debieran saber que nuestro pueblo conquistó el
poder, se “empoderó” a sí mismo hace tiempo y cotidianamente ejerce el poder
soberano, el poder popular, solo eso explica que estemos aquí esta mañana.”
Y como dice el refrán
popular “al que no quiere sopa, dos platos”, le recordó: “Lucharemos por
construir una Nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera
y sostenible. No volveremos al capitalismo.” Ahí si se desató una enorme
ovación entre los presentes.
La abrumadora votación
en la Asamblea General ha sido un éxito del pueblo cubano, de la dirección
histórica de la revolución, de los pueblos del mundo y de todos los países que
votaron a favor de la resolución.
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