Necesitamos afinar y
afirmar nuestro pensamiento crítico para navegar en las aguas de la crisis
civilizatoria. Cinco ideas que desarrolló el escritor argentino Ernesto Sabato
en su libro “La resistencia”, publicado en el año 2000, nos parecen vigentes y
de gran actualidad para orientar nuestras acciones individuales y
colectivas, así como la búsqueda y
construcción de alternativas.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
“En
este camino sin salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo
se nos aparece no como una elección entre otras, sino como un gesto tan
impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada la hora”. Ernesto Sabato
El de nuestra época es
un escenario global complejo. La profundidad de la crisis del sistema
capitalista -como modelo civilizatorio, y ya no solo como un modo de
producción- derriba viejas certezas ideológicas labradas durante años en el sentido común de la cultura de masas, y
al mismo tiempo surgen o se expresan con mayor beligerancia nuevos factores de
conflicto y disputa social, política,
económica y cultural, que desestabilizan la lógica de control y reproducción de
la dominación de los sistemas sociales. Aunque, es preciso reconocerlo, tales
tensiones no se concretan todavía en transformaciones revolucionarias del orden
hegemónico. Parafraseando a Antonio Gramsci, asistimos a la pugna entre lo nuevo que quiere nacer y lo viejo que no
quiere morir, cuya resolución lleva implícito el riesgo de la restauración
del orden que pretende subvertirse.
Asimismo, parecen
llegar a su fin los equilibrios de poder que dieron estabilidad al sistema internacional surgido de la segunda
posguerra mundial –o que al menos permitieron gestionar sus contradicciones-, y
avanza aquí también una pugna entre quienes intentan que prevalezca la visión
de un mundo unipolar, definido por la hegemonía noratlántica (EE.UU más la
Unión Europea), y quienes impulsan la cnfiguración del mundo multipolar.
Y como si lo anterior
no fuese suficiente, el impacto acumulado de la acción humana sobre la
naturaleza nos enfrenta a desafíos inéditos, como los fenómenos ambientales
asociados al cambio climático, ante los que no es aventurado afirmar que se decide
la sostenibilidad y el futuro de la vida humana en el planeta.
En definitiva, vivimos
en un mundo en el que cunden la desesperanza y el miedo, pero también se agitan
la rebeldía y las utopías emancipadoras. Esto abre posibilidades tanto para los
giros democratizadores, como para los regresivos y conservadores
(restauradores). La irrupción de lo nacional-popular y del progresismo
latinoamericano en estos primeros años del siglo XXI y la reciente elección
presidencial en los Estados Unidos, ilustran bien las potencialidades y
limitaciones de una y otra opción.
En estas
circunstancias, necesitamos afinar y afirmar nuestro pensamiento crítico para
navegar en las aguas de la crisis civilizatoria. Cinco ideas que desarrolló el
escritor argentino Ernesto Sabato en su libro La resistencia, publicado en el año 2000, nos parecen vigentes y de
gran actualidad para orientar nuestras acciones individuales y colectivas, así como la búsqueda y construcción de alternativas.
La primera idea es combatir a toda costa la resignación y la
indiferencia ante el mundo y sus realidades, las más inmediatas y las más
lejanas: “No mirar con indiferencia cómo desaparece de nuestra mirada la
infinita riqueza que nos rodea (…)”, la presencia humana que “nos sacude, nos
alienta”, porque de lo contrario “no podremos ser solidarios con nada ni con ni
con nadie, seremos esa expresión escalofriante con que se nombra al ser humano
de este tiempo, átomo cápsula”.
La segunda es rescatar y defender los valores y prácticas
culturales y comunitarias, ante una globalización –capitalista, neoliberal,
moderna in extremis- que “aplasta con su poder” y su “uniformidad arrogante” a
las culturas, “en su deseo infernal de clonar
al ser humano para mejor dominarlo”. La apertura, el diálogo y el encuentro con
la diversidad resultan indispensables, toda vez que “el conocimiento de otras
culturas otorga la perspectiva necesaria para mirar desde otro lugar, para
agregar otra dimensión y otra salida a la vida”, decía Sabato.
La tercera sugerencia
del intelectual argentino apunta a hacer
de la educación un espacio de sensibilización ambiental y de transformación
social, de humanización en el sentido amplio del término. Es urgente
–advertía- una educación que enseñe a los niños y los jóvenes “que cualquier
daño que hagamos a este universo grandioso perjudicará la vida futura y puede
llegar a destruirla”, que no los engañe “en lo que se refiere a la
irracionalidad del consumo, a la injusticia social, a la miseria evitable, y a
la violencia que existe en las ciudades y entre las diferentes culturas”.
La cuarta idea es incidir política y democráticamente en los
poderes públicos, para exigir que los gobiernos “vuelquen todas sus
energías para que el poder adquiera la forma de la solidaridad, que promueva y
estimule los actos libres, poniéndose al servicio del bien común, que no se
entiende como la suma de los egoísmos individuales, sino que es el supremo bien
de una comunidad”.
El último punto de este
ideario de la resistencia es enfrentar juntos el miedo que nos paraliza,
ese miedo inoculado por las usinas mediáticas, por los políticos que actúan
como cajas de resonancia de los poderes fácticos, por los ideólogos de la
resignación (que, en el neoliberalismo, convirtieron en dogma el llamado fin de la historia). “Uno no se atreve
cuando está solo y aislado, pero sí puede hacerlo si se ha hundido tanto en la
realidad de los otros que no puede volverse atrás”, escribió el autor de
novelas memorables como El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador.
No se trata de recetas
infalibles ni pautas incuestionables –que, por lo demás, nadie las tiene-, sino
de principios que iluminan y alientan una praxis liberadora en todos los
ámbitos de la vida, que podrían ayudarnos a perfilar horizontes de
transformación de nuestras sociedades y a recuperar “el gozo inmenso que
entraña compartir el destino”, como bien
dijera el viejo y querido Sabato.
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