La integración hay que
reconstruirla, aprendiendo de los errores y debilidades, de mano de una teoría
económica latinoamericana y latinoamericanista que rescate el pensamiento
crítico, de estrategias comunes y unívocas, hombro con hombro, desde abajo,
trabajadores, intelectuales, académicos, empresarios, parlamentarios,
estudiantes. Y con mucho debate.
Aram Aharonian / Revista Sur y
Sur
En momentos en que se
manifiestan presiones para desarticular el regionalismo en nombre de “estar
abiertos al mundo” existe una preocupación común compartida por sectores
económicos, sociales, sindicales y académicos progresistas de la región sobre
la necesidad de un debate concreto de prospectivas y propuestas en el marco de
críticos cambios estructurales en el comercio y la economía mundial, y de una
ofensiva regresiva desestructuradora de los procesos de integración y la unidad
regional.
La presencia de un
centenar de académicos, trabajadores, empresarios, estudiantes, funcionarios,
parlamentarios y especialistas en la temática, en la antigua Casona Mauá de la
capital uruguaya, en el foro “El Futuro de la Integración Regional”, convocado
por la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y con el apoyo de
la Presidencia pro-témpore del Mercosur, demostró la urgencia de la interpelación
de posiciones.
El objetivo del foro era
el de generar un ámbito propicio para el análisis de la situación actual y las
tendencias en la región, a fin de comprender desafíos y contribuir a la
generación, debate y presentación de propuestas conjuntas y concretas en los
ámbitos político, económico, social y ambiental.
Cinco paneles-mesas de
trabajo simultáneos, analizaron la coyuntura económica: impacto de la crisis
global sobre la región y los procesos de integración; la integración con la
economía mundial, la integración productiva, la dimensión social de la
integración y la integración financiera.
Y así, el encuentro
sirvió para afirmar la necesidad de la
unidad y la integración regional, dándole la cara a las posiciones y presiones
favorables a la desintegración y reversión de los avances logrados a lo largo
de décadas, afrontando conjuntamente la nueva realidad regional y mundial, que suma un nuevo signo
de interrogación con la elección de Donald Trump y las presiones de firmar
acuerdos comerciales con países desarrollados que perjudicarán aún más nuestras
posiciones y nuestra soberanía.
Vivimos un momento en que
la apertura irrestricta de mercados entre países centrales y periféricos, en un crítico
marco de la economía mundial, puede
ahondar aún más la asimetrías de la
región con el mundo, y también las intrarregionales. Hay cambios importantes en
el mundo, donde el Reino Unido sale de la Unión Europea y cuestiona el
movimiento de globalización tradicional. El resultado de las urnas en EEUU apunta
también a otra forma de globalización neoliberal. “Entender esta complejidad es
fundamental para tomar decisiones más profundas y adecuadas al momento que
estamos viviendo hoy”, señaló el académico brasileño Marcio Pochmann.
La coincidencia fue la necesidad
de una integración productiva, financiera
y social, y que requiere un
diagnóstico preciso de los errores, para avanzar hacia una estrategia común con
políticas activas de complementación y desarrollo, y una nueva
teoría económica propia.
Especial preocupación de
los panelistas fue el hecho de que la desintegración “globalizadora” amenaza a
los derechos sociales y laborales y puede
generar tensiones y conflictos regresivos: proteccionismo chovinista reactivo,
tensiones migratorias.
Se expusieron
alternativas, propuestas viables para relanzar la integración regional y
armonizar los vínculos con el mundo, construyendo la teoría, la
estrategia común, colectivamente, pero con la preocupación general de saber
leer correctamente las debilidades y los
errores cometidos. Se resaltó la necesidad de examinar por qué fracasó nuestra
integración y justificar por qué la necesitamos, porque sin integración no
tenemos salida.
Para el exvicecanciller
uruguayo Roberto Conde se debe tener el coraje de analizar esto con el rigor de
la ciencia social, la ciencia política, la sociología del poder, ya que el
programa de trabajo de Ouro Preto (2004), generado por los gobiernos
progresistas, nunca se cumplió, ni en el terreno institucional, ni en el de la
integración económica, ni en el de la coordinación macroeconómica, ni en el de
la concertación política ni en el de la participación social. “Tuvimos
políticas públicas estratégicamente bien definidas, pero nunca logramos los
suficientes recursos públicos como para llevar a cabo esas políticas. ¿Por
qué?”, se preguntó.
El mundo desarrollado lo
que exporta es conocimiento y artículos de alta y mediana tecnología y desde la
región lo que exportamos son recursos naturales, y dependemos mucho de los
precios internacionales. No aprovechamos ese buen momento de crecimiento que
tuvimos en 2003-2004 para cambiar las estructuras exportadora y productiva. Y
cuando los precios caen, significan un retroceso relevante que es lo que
estamos viviendo ahora.
No cabe duda que hubo una
presencia desestructuradora por parte de la corporaciones económicas
trasnacionales, y por ejemplo el sector industrial de media tecnología más
importante de la región, el automotriz, nunca formó parte del Mercosur y nunca
se logró que las trasnacionales adoptaran una conducta integradora en un área
industrial como esa.
Y los panelistas se
preguntaron por qué las burguesías de Argentina y Brasil no lograron no solo
complementarse económicamente, sino que otorgarse mutuamente libre comercio,
cuando ahora, cada país por separado, está dispuesto a otorgar a Europa, a
China, lo que no fueron capaces de darle a sus socios de la región.
Se alertó, asimismo,
sobre un error político-estratégico muy grave de las fuerzas progresistas:
despreciar la integración económica, sin la cual no hay verdadera integración y
destacó el bloqueo a la integración financiera –por ejemplo a la capitalización
del banco del Sur- porque su modelo se basó en la expansión de la actividad
económica de los inversores y de las empresas brasileñas.
Además, pese al poder de
las políticas públicas, nuestra integración fue impedida por los agentes
económicos privados, que sin dudas van a ser deglutidos por el capitalismo
global: el 70 u 80% de nuestras economías está en manos privadas. Sin duda,
estamos sufriendo una crisis importante en nuestras burguesías nacionales que,
además, están desapareciendo, digeridas, destruidas, por el capitalismo global,
lo que significa una pérdida del patrimonio económico y productivo de nuestros
países, un debilitamiento del potencial productivo en materia de conocimiento,
de inversión, de capacidad productiva.
Los panelistas
coincidieron en la necesidad de tener un discurso propio, un pensamiento
económico propio en América latina, de delinear una estrategia, con visión
geopolítica unificada y una estrategia de negociación. Hoy, Mercosur tiene que
discutir como bloque un acuerdo de asociación estratégica con China, porque si
no ésta fijará los términos. Hoy necesita un acuerdo estratégico – no un
acuerdo de libre comercio- que incluya aspectos económicos, geopolíticos, de
visión de los temas globales…
El mundo camina por
cadenas de valores y nosotros no: tenemos que sembrar nuestras propias cadenas
de valor regionales e internacionales, para avanzar en términos de alta y media
tecnología, además de tener que darle a los recursos naturales más valor
agregado y contenido tecnológico, coincidieron los panelistas.
Para generar esta cadena
de valor, para avanzar en el proceso de integración hay que poner en claro que
no hubo voluntad política para poder avanzar. Debemos pensar en empresarios
nacionales, privados, de propiedad social, estatal, de empresas translatinas.
Es necesario generar conciencia regional, en los partidos políticos, en los sindicatos,
entre los empresarios.
Debemos producir
conocimiento para que pueda ser difundido y, al mismo tiempo, nuevas posturas
de nuestros gobiernos. Hay una integración productiva en nuestros países que es
hecha fundamentalmente por la voluntad de
los mercados y nosotros somos tradicionalmente partícipes del mercado mundial,
de las nuevas cadenas globales de valor, apenas en la parte formativa de las
mismas, como productores y exportadores de bienes primarios, naturales.
La integración por la que
luchamos es una integración más allá la exigencia de los mercados, soberana,
que permita al pueblo alcanzar la condición
de soberanía e independencia frente a los mercados. Para ello es
imprescindible la respuesta de los gobiernos, la respuesta de las políticas
públicas, que sirvan para marcar un camino diferente que permita el pleno
empleo de los trabajadores y condiciones de vida mejores para todos.
La integración hay que
reconstruirla, aprendiendo de los errores y debilidades, de mano de una teoría
económica latinoamericana y latinoamericanista que rescate el pensamiento
crítico, de estrategias comunes y unívocas, hombro con hombro, desde abajo,
trabajadores, intelectuales, académicos, empresarios, parlamentarios,
estudiantes. Y con mucho debate.
Este foro de FILA amenaza
con proseguir con Foz de Iguazú y en Buenos Aires, mientras grupos de trabajo
van sumando elementos para la teoría imprescindible, la estrategia necesaria,
para que la integración deje de ser una muletilla virtual y pase a ser una
realidad.
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