Washington tiene una
política muy clara para Panamá desde la invasión militar de 1989. ¿Cómo
compagina esta posición de EEUU sobre Panamá con las ideas de Trump? Es una
pregunta cuya respuesta la conoceremos, en la medida en que comienzan a cuadrar
(si cuadran) los objetivos de la política exterior de la nueva administración.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Panamá y EEUU han
tenido una difícil relación por más de siglo y medio. En forma creciente el
istmo de Panamá se convirtió en una pieza fundamental en los planes de
expansión de los capitalistas norteamericanos. La construcción del Ferrocarril
Trans- ístmico (1850-1855) y el Canal de Panamá (1904-1914) fue estratégico en
la consolidación del nuevo imperio que se extendía sobre un continente del
océano Atlántico al Pacífico. Posteriormente, Panamá se convirtió en una enorme
base militar para las guerras de EEUU contra Japón (1941-1945) y, después,
contra Corea y Vietnam (1951-1975). Las bases en la antigua Zona del Canal
también sirvieron para intervenir e invadir todos los países de América latina,
convertido en el ‘patio trasero’ de EEUU.
En el transcurso de más
de 175 años Panamá ha lidiado con decenas de gobiernos y sus ejecutivos. Los
primos Teddy y Franklin Roosevelt, los Bush (padre e hijo), Jimmy Carter y
Ronald Reagan son algunos de los mas recordados, para bien y para muy mal. Los
presidente de EEUU han encabezado invasiones, golpes de Estado, han conspirado
en magnicidios y se han burlado de los panameños.
El presidente electo,
Donald Trump, aparece en el horizonte como un fenómeno político novedoso e
impredecible. Para el mundo financiero, el empresario es una interrogante y su
retórica contrario al mal llamado ‘libre comercio’ ha puesto a temblar las
bolsas mercantiles en todos los continentes. El presidente Juan Carlos Varela,
al contestar una pregunta sobre la elección de Trump, no logró hilvanar una
respuesta coherente. El gobierno panameño todavía no tiene una política para
enfrentar el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Washington tiene una
política muy clara para Panamá desde la invasión militar de 1989. ¿Cómo
compagina esta posición de EEUU sobre Panamá con las ideas de Trump? Es una
pregunta cuya respuesta la conoceremos, en la medida en que comienzan a cuadrar
(si cuadran) los objetivos de la política exterior de la nueva administración.
La política exterior de
EEUU tiene tres objetivos en Panamá desde la invasión militar de 1989: En
primer lugar, asegurar que el tránsito por el Canal no se interrumpa. Segundo,
servir como eslabón en su política militarista a escala regional. Al mismo
tiempo, ser útil en su política de “guerra contra las drogas”. Por último,
desarrollar los lineamientos neoliberales del ‘consenso de Washington’,
explícitos en el Tratado de Libre Comercio suscrito por ambos países.
Políticamente, EEUU delegó en una pequeña elite panameña la responsabilidad de
gobernar el país. La elite lo ha hecho bastante mal, especulando con los
ingresos extraordinarios que genera la operación del Canal de Panamá, creando
un déficit creciente y desestabilizando el régimen político con la creciente
corrupción producto de la militarización. En 20 años arruinó el agro y la
industria, destruyó los sistemas de salud y educación, y el sistema de
representatividad política ha caído en manos de una mafia insaciable.
El presidente electo,
Donald Trump, no tiene intereses personales en Panamá. (Sólo el nombre en uno
de las torres hoteleras que adorna el sky-line de la capital). Hace 5 años
Trump sí opinó sobre el Canal de Panamá y la manera en que culminaron las
negociaciones (1977) que permitió su entrega al gobierno panameño.
En una visita de
negocios a la ciudad de Panamá en 2011, Trump declaró que "a Panamá le va
muy bien con el Canal, hay tantos trabajadores, hay tanto empleo. Pensar que
estúpidamente EEUU le entregó el Canal a cambio de nada". Trump no hacía
más que repetir lo que decía con insistencia el presidente Reagan después de
que se firmaran los Tratados Torrijos-Carter (1977) hasta su muerte. Un
ministro del gobierno panameño en 2011 predijo (con mucho tino) que lo que
pretendía Trump con sus afirmaciones era lanzar su candidatura a la Presidencia
de su país. De paso, el Consejo Municipal de la ciudad lo declaró persona non
grata.
Siguiendo su lógica de
campaña, Trump podría pedirle a Panamá que contribuya con parte de sus
ingresos, por concepto de peajes del Canal, a la ‘guerra contra las drogas’
(aumentar la compra de armas a EEUU, construir más bases aéreo-navales con
materiales norteamericanos y entrenar más efectivos represivos en las
facilidades aún existentes de la Escuela de las Américas (Fuerte Bragg).
También podría exigirle a Panamá que suprima los pocos aranceles que quedan
para inundar el mercado con sus productos agrícolas (destruyendo
definitivamente al agro panameño).
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