Venezuela no quiere
volver a ser colonia de nadie, seguimos queriendo “absoluta independencia”,
pero a diferencia de 1820, ahora no ofrecemos la guerra a cambio a Europa.
Nuestra propuesta es la paz, el respeto a las decisiones políticas internas, la
no injerencia y la autodeterminación conquistadas tras siglos de lucha.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En un reciente viaje a
China en mi condición de investigador invitado de la Universidad de Shanghái,
los colegas de esa casa de estudios me instaron a acompañarlos a visitar el
Museo se la ciudad que acogía la muestra “Una historia del mundo en 100
objetos”. La exposición se propone presentar de manera cronológica, dos
millones de años de historia de la humanidad en solo 100 piezas. En ella se
pueden ver desde antiguas herramientas de madera y hierro hasta tarjetas de
crédito e instrumentos que funcionan con energía solar.
En una nota de prensa
el director del Museo Británico, Hartwig Fischer exponía que la muestra: “Te
lleva alrededor del mundo. No sólo alrededor del mundo, no solo por la
superficie de la Tierra, también te lleva a las profundidades de la historia.
Pueden hacer eso porque los objetos cuentan una historia. Nosotros como
guardianes de esos objetos, tenemos la responsabilidad maravillosa de contar
esas historias, que son siempre historias sobre seres humanos”.
Hasta ahí, todo
pareciera una excelente oportunidad de conocer acerca de nuestro origen y
además recibir un “baño de cultura” que amplíe el conocimiento y el acervo,
pero al finalizar el recorrido, en realidad lo que experimenté fue una
sensación de impotencia y repudio ante la forma tan grotesca, impúdica y
descarada como Gran Bretaña expone en realidad una historia del colonialismo,
el avasallamiento y la expoliación de los pueblos, además enorgulleciéndose de
tal obra. La verdad es que esta exposición no es más que una amplia muestra de
objetos robados en las múltiples incursiones que ese país monárquico ha hecho
por el mundo.
Fischer, le auto
atribuye a Gran Bretaña la condición de “guardianes de esos objetos”, una
responsabilidad que nadie les dio y que asumieron a través de invasiones, matanzas masivas, y
exterminio de los pueblos originarios , únicos y verdaderos propietarios de
estos tesoros culturales de la humanidad. Fisher también debería saber que
nadie les ha dado “la responsabilidad maravillosa de contar esas historias”. La
historia de los pueblos la deben contar los propios pueblos, no sus asesinos
colonialistas, usurpadores de la historia.
De la misma manera, el
recorrido a través de esta exposición deja a las claras, que contrario a lo que
nos han hecho suponer, Europa es un territorio primitivamente poblado por
tribus bárbaras que dieron origen a sus actuales nacionalidades y cuyo aporte a
la cultura tiene fecha reciente en la larga historia de la humanidad. La
muestra no expone vestigios de desarrollo cultural avanzado en Europa como si
lo hay en Asia (China, Persia, India y Mesopotamia), África (Egipto) y América
Latina y el Caribe (Aztecas, Mayas e Incas), todos estos, espacios geográficos
donde se posó la actitud hamponil de Gran Bretaña.
Sería interesante
descubrir cómo y por qué, estas culturas atrasadas y estas civilizaciones
salvajes que dieron origen a los países europeos, y posteriormente a los del
norte de América llegaron a dominar el mundo en siglos recientes, evidentemente
no por el poder de su cultura, sino por su capacidad de aprovechar los
adelantos científicos y técnicos para desarrollar a través de las armas, una
sapiencia puesta al servicio del terror y la muerte consumada en el siglo XX
con la creación del arma atómica como soporte del poder global del presente.
Toda esta reflexión
viene a mi recuerdo cuando leo con estupor las declaraciones abiertamente injerencistas
de la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política
de Seguridad, Federica Mogherini quien suponiendo que Venezuela es Grecia,
emitió una amenazante opinión, supuestamente en nombre de todos los países que
conforman esa comunidad. Actuando como apéndice de Estados Unidos, y aceptando
su política exterior, Mogherini en cambio, ha mantenido absoluto y vergonzoso
silencio frente a las sanciones que el país norteamericano ha impuesto a Rusia,
las que, cual leyes Helms-Burton y Torricelli contra Cuba, exponen acciones
extra territoriales que afectan empresas europeas.
La señora Mogherini
debería escuchar a los líderes de los países que pagan su sueldo: la canciller
federal alemana ha expresado reservas respecto a dichas sanciones. Lo mismo ha
expuesto el presidente francés Emmanuel Macron, no solo respecto de Rusia:
sobre Venezuela, se manifestó en contra de aplicar sanciones e incluso dijo
estar disponible “para facilitar las negociaciones por la vía del diálogo”.
Como dije hace unos días, Europa se debería desprender de la desastrosa tutoría
española en relación a las políticas hacia América Latina. Un gobierno
infinitamente corrupto y desprestigiado que solo puede mantenerse en el poder
por la desvergüenza del PSOE, no tiene soporte ético ni moral, mucho menos
político, para dictar pautas de comportamiento a nadie. Rajoy y Mogherini se
deberían preocupar más del referéndum de Cataluña que de Venezuela. Aquel, que
se pretende impedir con tanques y represión, cercenando la voluntad democrática
de un pueblo si debería inquietar a la responsable de las políticas de
seguridad de la Unión Europea. La representante de países que ni siquiera
tienen la dignidad de repúblicas, y que viven en el Medioevo manteniendo
monarquías corruptas y parásitas no pueden dictaminar política para Venezuela,
quien se liberó de tal tutela hace más de 200 años.
Mogherini debería saber
que otro español, un digno héroe de las guerras anti napoleónicas de su país,
el General Pablo Morillo, máximo jefe de las fuerzas militares españolas en
Venezuela entre 1815 y 1820, quien llegó al país con el mayor ejército jamás
constituido para a combatir las luchas independentistas de esta parte del
mundo, tenía una opinión distinta a la suya. Seis meses antes de regresar a su
país, derrotado por Bolívar y los patriotas venezolanos, Morillo escribió, el
26 de julio de 1820 un oficio dirigido al Secretario de Estado y Despacho de la
Gobernación de Ultramar de España, –no desde una sórdida oficina de Bruselas
donde se reciben órdenes de los bancos y se diseñan conspiraciones en el siglo
XXI- sino desde los polvorientos campos de batalla de Venezuela, en el siglo
XIX: “ Ellos no quieren ser españoles, así lo han dicho altivamente desde que
proclamaron la Independencia, así lo han sostenido sin desmentir jamás su
opinión en ninguna circunstancia ni vicisitud
de la Península, esto lo repiten ahora sin dejar las armas de la mano,
lo repetirán siempre y sea cual fuese nuestra conducta o nuestro gobierno, la
absoluta independencia o la guerra es el arbitrio que nos dejan escoger”.
Las circunstancias han
cambiado, pero la altivez de los venezolanos se mantiene incólume, Venezuela no
quiere volver a ser colonia de nadie como lo señaló el general Morillo, eso no
se ha modificado, pero ahora, sin “dejar las armas de la mano”, seguimos
queriendo “absoluta independencia”, pero a diferencia de 1820, ahora no
ofrecemos la guerra a cambio a Europa. Nuestra propuesta es la paz, el respeto
a las decisiones políticas internas, la no injerencia y la autodeterminación
conquistadas tras siglos de lucha.
Es su decisión,
mantener putrefactas monarquías y es su decisión reprimir referéndums
independentistas. Nosotros apelamos a la paz y a la voluntad del pueblo que en
Asamblea Constituyente va a decidir el futuro del país, sin importar cual sea
vuestra conducta y vuestro gobierno como sentenciara el general Morillo hace
casi dos siglos.
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