Los Estados Unidos tienen
diferentes cartas en simultáneo sobre la mesa. Apuestan a una o a la otra según
cómo evolucione el escenario, en función del resultado de las que están en
juego. No descartan ninguna, aun la que podría parecer más lejana: la intervención
militar. El mismo Donald Trump se encargó de anunciarlo, de cargar el arma en
vivo y en directo para el mundo. La pregunta sería, ¿por qué en este momento
del conflicto?
Marco Teruggi / www.latabla.com
Las elecciones del 30 de
julio fueron un golpe directo hacia el proceso de acumulación insurreccional
que sostenía la derecha. Se trató de un reempate del chavismo, un retorno a la
iniciativa, como un boxeador que salió de las cuerdas con un cross y volvió a
estabilizar la pelea. Con una ventaja evidente a estas horas: la subjetividad.
El que sentía que iba a ganar quedó descolocado, desmoralizado. Pensaban -al
menos su base social- que estaban por tomar el poder, en un despliegue que no
parecía tener límite, y en menos de dos semanas perdieron calle, iniciativa,
discurso, épica, y los dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática pasaron a
ser acusados de traidores y cobardes.
La conclusión del
resultado es que la derecha no tiene correlación de fuerzas -ni parece en
condición de construirla- dentro de Venezuela para sacar al gobierno por la
fuerza. Peor aún: lo que anunciaban como una victoria segura en cualquier
escenario electoral tampoco lo es. Resulta difícil saber quiénes ganarán las
elecciones a gobernadores que tendrán lugar en octubre. Los cantos de triunfo
que ya anunciaba la derecha no son tales. La derrota tiene efecto dominó.
Con ese escenario,
comenzaron a moverse las otras cartas, previstas con anterioridad. Por un lado,
y siempre como trasversal y permanente, la económica: los ataques se agudizaron
sobre la moneda y los precios. Por otro lado, de manera pública, los anuncios
de participación electoral: casi toda la oposición terminó por inscribir sus
candidaturas. Y por fin, tanto una carta de violencia subterránea, como la
internacional, ligada a la anterior, la económica y la diplomática. Una palabra
resume la estrategia: integralidad.
La carta subterránea
Está en construcción,
todavía -al parecer- en estado de germinación, un brazo armado de la derecha.
Se lo ha visto actuar desde el inicio de la escalada en el mes de abril. Por un
lado, las acciones paramilitares en varios lugares del país, con ataques a
cuarteles militares, comisarías, cuerpos de seguridad del Estado, controles de
territorios, comercio y transporte. Por otro, y conectados, el desarrollo de
grupos de choque que, en el transcurso de los meses, por ejemplo, en Caracas,
tuvieron una transformación de la estética, los métodos, la organización y la
capacidad. Entre los primeros encapuchados de principios de abril y los
“escuderos” de junio/julio tuvo lugar una evolución. ¿Dónde están esos grupos
ahora que las calles están tranquilas?
A su vez se han
multiplicado los videos en las redes de grupos armados, que, con capuchas, armas
largas y estética paramilitar, han anunciado estar preparados para confrontar
militarmente. Sus objetivos son, repiten, tanto el gobierno como las
organizaciones del chavismo.
Junto con eso han
intentado crear héroes: el primero, Oscar Pérez, quien lanzó las granadas sobre
el Tribunal Supremo de Justicia, y luego apareció entrevistado en pantallas. El
segundo, Juan Caguaripano, quien se atribuyó la dirección del asalto al cuartel
de Fuerte Paramacay donde fueron robadas más de cien armas, y resultó detenido
el viernes por la noche. El objetivo parecería ser la creación de mitos,
figuras que puedan transformarse en aglutinadoras, referentes de una estrategia
de la derecha que no tiene dirigencia visible. Por debajo de la mesa sí tienen
dirigentes: sectores norteamericanos, los mismos que desplegaron la escalada
insurreccional, que ordenan las cartas. Y, de manera subordinada, la derecha
venezolana, como Voluntad Popular.
Esa fuerza parece en
proceso de desarrollo. Ha realizado ensayos, entrenamientos. Intenta emerger,
estructurarse y consolidarse, ahora que la pérdida de calle de la derecha es
inocultable.
La carta internacional
Es la que más fuerza ha
tomado luego del 30 de julio. Los Estados Unidos han desplegado un abanico de
medidas contra Venezuela, desde sanciones económicas, bloqueos financieros,
intentos de cercos y aislamientos diplomáticos, hasta el reciente anuncio de la
posibilidad de la intervención militar. La iniciativa en manos del frente
internacional evidencia la dependencia e incapacidad de la oposición a nivel
nacional. Allí, como en la estrategia general, manejan todas las cartas en
simultáneo. Miden, preparan, evalúan las posibilidades para los discursos: las
condiciones en el continente no son las mismas que en Medio Oriente, en términos
militares, diplomáticos, políticos. Tampoco lo son en la geopolítica global.
Así el vice presidente de
los Estados Unidos, Mike Pence, en la rueda de prensa del domingo, luego de
reunirse con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, afirmó que las
sanciones contra Venezuela serán económicas y diplomáticas. Descartó
públicamente la posible intervención miliar que había sido anunciada por Donald
Trump. Podría explicarse por el rechazo manifestado por Santos -aliado clave en
el conflicto contra Venezuela- hacia una salida militar, por evaluar que no
existe consenso en América Latina para plantear una evidencia frontal
imperialista desaparecida desde hacía años. Y porque para intervenir
militarmente no es necesario anunciar que se lo hará -ya lo hacen, de hecho, a
través del diseño de acciones y financiamiento, directo o indirecto, de los
grupos armados.
Para prever la hipótesis
de la intervención militar resulta necesario quitarse la imagen de un
desembarco de soldados mascando chicle, con el escudo norteamericano en la
frente. No regalarán la evidencia de la acción: así ha sido planteada esta
guerra en cada uno de sus frentes. Parece más certero buscar en formas
subterráneas, acciones desencadenantes como escusas, ataques desde otras
fronteras con Venezuela, con otras identidades. Ahí entra por ejemplo la
conexión con el intento de desarrollo de un brazo armado que podría tomar
nombre, dirigencia pública, y desplegarse con poder de fuego en algunas zonas.
La táctica iría en función del desarrollo de esa estructura, su capacidad o no
de avanzar y construir poder. Por ahora es incipiente.
***
Todas las cartas están
sobre la mesa. El curso de los acontecimientos indicará cuáles tomarán más peso
y cuáles serán descartadas. La decisión y el rol de los Estados Unidos es
clara, ponen tiempos, tácticas, despliegan una fuerza que la derecha no tiene a
nivel nacional. Las elecciones de octubre serán clave: un buen resultado del
chavismo le quitaría peso al sector de la derecha venezolana que apuesta por
una resolución electoral. Reforzaría la tesis de que solo se puede sacar al
chavismo del gobierno por la fuerza, a través de un brazo armado, articulado
con una intervención mayor proveniente de otra frontera, como la de Colombia o
Brasil.
Lo que está en juego es inmenso.
La apuesta norteamericana parece proporcional a eso.
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