sábado, 12 de agosto de 2017

La esencial conquista de las subjetividades

Ver la portada de un diario; observar la emisión de un noticiero, leer los cables de las agencias noticiosas es remitirse a preclaros ejemplos de manipulación ideológica con fines ocultos.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

¿Por qué fue tan importante el papel de la Iglesia Católica en el proceso de conquista y colonización de América? Por su papel de agente colonizador de las conciencias. Como se sabe, los mandamientos de la Corona eran apremiar al sometimiento pacífico de aquellos a los que, enfrentados a quienes se les presentaban armados hasta los dientes, oían que se les leía una jerigonza en la que se les conminaba a aceptar y practicar un orden ideológico desconocido.

Lo tenía claro la Corona Hispana, como lo han tenido claro todos aquellos que han querido establecer dominio sobre otros. No fueron solo los que vinieron de allende el océano, porque ya teníamos ejemplos autóctonos antes de que ellos llegaran. Véase, por ejemplo, el uso de la cultura, entendida esta como visión de mundo, que hicieron los incas al avanzar sobre otros pueblos colindantes al momento de ir armando el Tahuantinsuyo en el siglo XIII, ese espacio civilizatorio que conocemos como Imperio Inca. Lo que hoy llamamos políticas atinentes a la interculturalidad fueron hábilmente manejadas para integrar a los pueblos sometidos, aminorando la oposición a la imposición las estructuras imperiales.

Y lo mismo sucedió con los aztecas, que transformaron la cultura náhuatl en herramienta de unificación y ligamen de los distantes puntos del imperio con el centro ubicado en la Meseta Central mexicana. Para no mencionar la operación de reinterpretación de toda la historia anterior a la llegada de los mexicas a dicho  Valle Central a finales del siglo XIII, en la que ellos aparecían como descendientes de pueblos y linajes históricos y prestigiosos.

Y si damos el salto hasta nuestros días, véase la importancia que adquiere dentro del aparato de dominación norteamericano esa enorme industria que es la de las comunicaciones y el entretenimiento, que es usada como Caballo de Troya para conseguir lealtades hacia una forma de ver el mundo vinculada al american way of life. En su centro, Hollywood, que produce como en banda de producción fordista mensajes directos, indirectos y subliminales que concitan la adhesión a través de la manipulación de sentimientos como el amor, la empatía, la solidaridad o la necesidad de justicia.

De aquellos curas que, con el hábito raído, en medio del polvo de los caminos, envueltos por el miedo de enfrentare a lo desconocido, se paraban con un crucifijo en una mano y la Biblia en la otra frente a pueblos que le eran desconocidos, al bien aceitado aparato hollywoodense y de las transnacionales de la comunicación hay más que solo quinientos años: hay la compresión cabal que la conquista de las subjetividades es un aspecto central para lograr objetivos políticos, económicos o de cualquier otra índole.

Por eso la batalla de los grupos dominantes para no perderlos, y por eso todo el andamiaje armado para justificar defender su propiedad con uñas y dientes. En cuanto algo los toca o, menos aún, en cuanto se sospecha que podrían tocarlos, ponen el grito al cielo, se rasgan las vestiduras y sacan a relucir el un diccionario de frases trilladas que, sin embargo, caen en terreno fértil previamente abonado.

Estando imbuidos dentro de los procesos en los que tale estrategias se desarrollan, hay necesidad de contar con herramientas especializadas, o cuando menos con una cierta sensibilidad, para darse cuenta de las manipulaciones y los intereses ocultos tras la piel de cordero.

Eso pasa cotidianamente en Nuestra América. Ver la portada de un diario; observar la emisión de un noticiero, leer los cables de las agencias noticiosas es remitirse a preclaros ejemplos de manipulación ideológica con fines ocultos. Como en el período de la Conquista, solo que ahora a través de una infraestructura en la que ya no necesitan al agente frente a la puerta de nuestra ciudad sosteniendo en las manos los símbolos del sometimiento. Para eso está la tele, la compu, el internet.

Es decir, seguimos cayendo de pendejos.

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