De darse un
giro del pueblo hondureño el próximo domingo 26 de noviembre, al optar por las
fuerzas progresistas, será junto con el chileno un salto que pondría de nueva
cuenta a temblar a la derecha regional y sobre todo a Washington.
Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad
de México
Uno de los
países latinoamericanos que junto con Chile cierran en este año de 2017 los
procesos electorales, es Honduras. En Chile se realizaron la primera vuelta las
elecciones presidenciales el pasado domingo 19 de noviembre. Esos comicios generaron una grata sorpresas
para las fuerzas progresistas, las cuales se presentaron con dos opciones
electorales. El Frente Amplio con su candidata Beatriz Sánchez, según las
estimaciones de las siempre fallidas encuestas electorales le pronosticaron que
no rebasaría el 8 por ciento. Sin embargo, se alcanzó más del 20 por ciento del
electorado. Bloque de fuerzas de la izquierda
chilena que logró ubicarse en el tercer puesto. En tanto que el segundo
lo alcanzó apenas con un poco más del 22 por ciento el candidato del otro
bloque de fuerzas de la izquierda moderada o socialdemocracia con su candidato
Alejandro Guiller. Candidatura que requerirá contar en una coalición con los
votos de la Democracia Cristina (que ya le brindó su respaldo), pero también
los del candidato por “el Partido Progresista de Marco Enríquez-Ominami
(5,72 por ciento), quien ya los puso a su disposición”. Pero sobre
todo del 20,26 por ciento de la candidata del partido Frente Amplio, Beatriz
Sánchez.
El ganador de
la primera fuerza más votada fue el candidato de la derecha y ex presidente de
Chile, Sebastián Piñera, que también según los sondeos de opinión argumentaban
que rebasaría más del 40 por ciento, finalmente apenas alcanzó el 36 por
ciento. Con todos estos resultados las elecciones chilenas tendrán que ir a una
segunda ronda para el próximo 21 de diciembre. Si las fuerzas de la centro-izquierda
y la izquierda logran hacer una alianza electoral para esa fecha, sin duda será
un nuevo triunfo de las fuerzas progresistas latinoamericanas y de darse el caso, se logrará un nuevo aire
renovador para la democracia chilena. Particularmente frente al avance golpista
de la derecha en Brasil, cuando le arrancaron la presidencia a Dilma Rousseff
en 2016 por medio de un golpe de Estado.
El otro caso
paradigmático en la región son las elecciones generales que se disputarán en
Honduras el domingo 26 de noviembre (2017). Honduras es un país neurálgico del
área centroamericana. Es una economía regional que cuenta con un poco más de 8.6 millones de personas.
Población que alcanza a contar con un 54 por ciento que vive en zonas urbanas,
y con un 51 por ciento de mujeres, según reporta el XVII Censo de Población y VI de Vivienda 2015, oficializado por el Instituto
Nacional de Estadísticas (INE).
Otro rasgo
distintivo de la tierra del prócer centroamericano Francisco Morazán (1793-1842), es que en Honduras la mayoría de la población vive
en situación de pobreza. De tal manera que de acuerdo con algunos estudios
económicos un 45 por cierto se ubica bajo el umbral de la miseria. Situación
que significa que extensos núcleos familiares subsisten con un dólar al día. Lo
que representa que una diversidad de grupos “no les ajusta para comer los tres
tiempos reglamentarios”. Esta situación hace contraste con el hecho de que únicamente
un 5 por ciento de su población se ubique en los sectores más privilegiados.
Estructura que muestra que la mayor parte de los recursos económicos y sociales se concentren en unas
pocas manos. Grupos de gran capacidad
económica que muestran que ellos son materialmente los propietarios de
Honduras, detentando el poder político, a través de su “clase política
gobernante”. A esta situación se suma el hecho de que el territorio hondureño sigue
siendo una plataforma de ocupación por parte de los marines estadounidenses quienes siguen presentes en las bases militares
de Palmerola y Trujillo y que no han salido de la región sino que se han implantado
para actuar cuando la Casa Blanca, hoy ocupada por el impredecible y delirante
presidente Donald Trump, lo decida de acuerdo a sus intereses estratégicos.
En este marco
social y político el llamado padrón electoral hondureño muestra una tendencia a
que concurran a votar cerca de 6.2
millones de personas (2017). Cantidad superior a los 5.8 que concurrieron a las
elecciones del 2013. Incluso sumando dentro de esa cantidad a los más de un
millón de hondureños que viven fuera del país centroamericano, principalmente
en EU.
En las
próximas elecciones hondureñas, a diferencias de las chilenas, no hay segunda
vuelta. La disputa electoral se resolverá el mismo domingo 26 de noviembre. En
esas elecciones también se eligen a la par del próximo mandatario nacional a 128
diputados (pero hay 92 candidatos que
apuestan por la reelección) así como las autoridades locales. Esos comicios
tienen como árbitro formal al llamado Tribunal Supremo Electoral. Organismo que
formalmente califica las elecciones y que es muy proclive al actual presidente
Juan Orlando Hernández (JOH), quien logró postularse en las elecciones presidenciales, habiendo
violado flagrantemente la constitución del país que lo prohíbe. Esto en virtud
de que no puede haber constitucionalmente una reelección. Sin embargo, al
torcer un fallo la Corte Suprema de Justicia en mayo de 2015, dejó abierta esa posibilidad,
así un juez le dio el a JOH la
legitimación de aspirar por segunda ocasión a la presidencia del país
centroamericano.
De esta
manera, los comicios del 26 de noviembre se encuentran con el registro de nueve
candidatos. Sin embargo, por los antecedentes históricos y políticos, son tres
fuerzas que sumarán la mayor concentración de los votos. En ese esquema figura
según los mismos sondeos de opinión, en primer lugar la candidatura de Juan
Orlando Hernández del Partido Nacional. En segundo puesto resalta Salvador Nasralla Salum, de la llamada Alianza
Opositora contra la Dictadura. Bloque de fuerzas que aglutina al principal
partido de oposición que dirige el ex presidente Manuel Zelaya, el mismo que
fue derrocado en 2009 por la oligarquía hondureñas, los militares golpistas y
los representantes de Washington. En la
Alianza Opositora se conjuntan el
Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y el Partido Innovación y Unidad (PINU-SD). Por último figura la
fuerza más débil de los tres partidos principales, el Partido Liberal que tiene
como candidato a Luis Zelaya.
El escenario
político hondureño muestra que el candidato oficial (JOH) recibe todo el poder
del gobierno, el mismo que él encabeza. Pretende por cualquier medio continuar
en el poder. Sin embargo, la acumulación de fuerzas lograda por el ex presidente Zelaya y su partido
LIBRE, más la intensa movilización social y política lograda por ese bloque puede establecer una
mayoría de votantes al pronunciarse por
la izquierda hondureña. Amplios sectores populares del país centroamericano se
encuentran desgastados por el proyecto
neoliberal que ha hecho de Honduras una economía extractivista, donde el crecimiento de la pobreza, la marginación y la violencia, han colmado a
la mayoría de la población. Sectores que han mostrado su disposición a hacer un giro a
la izquierda, para así poner al centro de su proyecto un freno al capitalismo
depredador, saqueador y marginador de la derecha hondureña. Economía centroamericana que se ubica como uno de los
dos países más marginados de la región latinoamericana, el otro es Haití. Honduras
es un país, donde la violencia criminal es un poco más grande proporcionalmente
que la de México.
De darse ese
giro del pueblo hondureño el próximo domingo 26 de noviembre, al optar por las
fuerzas progresistas, será junto con el chileno un salto que pondría de nueva
cuenta a temblar a la derecha regional y sobre todo a Washington. De ganar la
izquierda hondureña veremos una nueva ola progresista latinoamericana. Veremos
en los próximos días nuestros horizontes y la capacidad de respuesta y
maduración política de nuestros pueblos latinoamericanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario