Una Iglesia Católica con varios y diferentes
discursos, posiciones y políticas. Un marasmo que dispara en distintas
direcciones en un mundo revuelto y en crisis al que bien haría en guiar por los
principios de quien se dicen herederos.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El papa Francisco nos ha
legado un documento extraordinario, la Encíclica Laudato si´, que tiene como
tema la conservación del ambiente con particular énfasis en la búsqueda de una
“ecología integral”. Con esta Encíclica,
la Iglesia Católica planta su posición respecto al que muy posiblemente
sea, si no el más importante, uno de los más importantes problemas de nuestra
época, ubicándose en una posición de avanzada, en una referencia a tomar en
cuanta la tratar el tema.
En la coyuntura actual, la
posición que emana del pontificado del papa Francisco se ubica en
contraposición a quienes, debido a intereses económicos egoístas y miopes,
prefieren hacerse de la vista gorda ante la problemática, y que tienen como
abanderado estrella al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
El papa Francisco nos ha
deparado otras sorpresas. Su encuentro con los movimientos sociales en el marco
de su viaje a Bolivia en 2015, y la posterior reunión con esos mismos
movimientos en el Vaticano; sus declaraciones en torno a los homosexuales que,
aún en su ambigüedad, apuntaban a la tolerancia y el respeto, trajo una
bocanada de aire fresco en una institución tradicionalmente alineada con los
poderosos.
Sus posiciones le han traído
problemas en el seno de la Iglesia. Han habido cartas públicas, comunicados,
muestras de rebeldía de un clero esclerótico que cada vez más se evidencia como
una mafia asociada para delinquir económica y sexualmente, dispuesta a todo por
mantener un poder afincado en un autoritarismo masculino que no vacila en hacer
alianzas con los más oscuros poderes en todo el mundo.
Ya en el pasado, en América
Latina fuimos testigos se estas discrepancias y rupturas. Estoy pensando en la
actitud represiva de las autoridades eclesiástica en tiempos en los que una
parte del clero de base se alineó con las necesidades e intereses de las clases
populares. Los curas y teólogos de la Teología de la Liberación fueron
estigmatizados y perseguidos, tratados como parias y castigados. Nunca se nos
borrará de la mente la imagen de Juan Pablo II maltratando a Óscar Arnulfo
Romero en la Plaza de San Pedro porque trataba de mostrarle pruebas de la
represión en El Salvador.
Se trata, por lo tanto, de un
papa al que podemos catalogar como de avanzada o progresista en ciertos
aspectos, en el seno de una institución corrupta y conservadora; institución
que sigue siendo, a pesar de algunas posturas de su máxima autoridad, soporte e
impulsora de las posiciones más retrógradas y reaccionarias.
Véase lo que pasa en nuestras
tierras, en donde la Iglesia Católica, junto a las iglesias evangélicas
neopentecostales, se han convertido en el frontis de la guerra contra la
igualdad de género, aduciendo la existencia de una supuesta ideología de género
la cual, para más señas, fue pergeñada en el seno de la élite intelectual
vaticana.
En Venezuela, la Conferencia
Episcopal se ha convertido en el partido político de oposición más coherente y
permanente, de una agresividad equivalente a la de los partidos más radicales y
agresivos de la MUD, exhortando a la sublevación, participando con imágenes
sacras en manifestaciones, bendiciendo a quienes causan destrozos y muerte en
las calles.
Y en Guatemala, el nuncio
apostólico, es decir, el embajador del Vaticano, el obispo Nicolas Henry Marie Denis Thevenin, apoya
sin tapujos a la élite más conservadora, incluyendo las universalmente
condenadas acciones del presidente para echar del país al comisionado de la
Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), con el fin de
entorpecer las investigaciones y acciones que lleva adelante, junto al
Ministerio Público, contra criminales y corruptos enquistados en el aparato de
Estado.
Es decir, una Iglesia Católica con varios y
diferentes discursos, posiciones y políticas. Un marasmo que dispara en distintas
direcciones en un mundo revuelto y en crisis al que bien haría en guiar por los
principios de quien se dicen herederos.
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