sábado, 2 de julio de 2022

Colombia: Petro "el histórico"

 El proyecto político impulsado por Gustavo Petro ha tenido de inmediato repercusiones que van más allá de las fronteras colombianas; con lo que se  demuestra, una vez más, que el proceso de liberación que se lleva a cabo en múltiples latitudes de Nuestra América responde a una coyuntura "histórica".

Arnoldo Mora Rodríguez / Para Con Nuestra América

Con las recién pasadas elecciones, todo ha sido "histórico" en Colombia; comenzando por el nombre mismo del partido liderado por un exguerrillero y una mujer afro, madre soltera desde que era aún adolescente, de origen muy humilde y proveniente de una región azotada por la violencia como es Cauca, pues el partido ganador lleva por nombre - y no por casualidad- PACTO HISTÓRICO. El propio candidato triunfador, que asumirá la presidencia a inicios de agosto próximo, no cesa de calificar de "histórica" su victoria electoral, sorpresiva no tanto por haberse dado cuanto por la contundente cifra de electores que logró y por la afluencia de votantes, cuyo número no tiene precedentes en Colombia. 

 

Desde otros puntos de vista, esa victoria de Petro-Márquez es no menos "histórica" por múltiples razones; una de ella "histórica" en el sentido más tradicional, si cabe la reiteración; es la derrota del padre y responsable de todos los males que ha sufrido Colombia en sus dos siglos de historia luego de la independencia de España, como es haberse liberado de la maldición que significó la herencia dejada por  Francisco de Paula Santander, el traidor del Libertador; estamos ahora ante la Colombia post Santander. Por fin Colombia logra recuperar su plena libertad, su dignidad de nación soberana, porque el pueblo ha logrado escoger a sus propios gobernantes.  Nadie como el propio Petro lo siente y lo vive así; su tono de voz, su actitud  lo delata; lo demostró al hablar con el representante del Imperio del Norte,  el presidente Joe Biden; en ese diálogo Petro se comportó no como  un súbdito sumiso, sino como un jefe de Estado,  le habló de tú a tú, haciendo realidad lo que decía Solón,  el gran reformador de Atenas, quien afirmó que sólo se puede considerar democrático un pueblo si todos los ciudadanos son iguales ante la ley, a lo que yo añadiría, sea esa ley nacional o internacional. Lo más relevante, en el contexto regional, del triunfo de Petro es que Colombia se suma a esa lista,  dichosamente cada vez más creciente, de países que ya no están sometidos al yugo imperial, haciendo que la celebración del segundo centenario de nuestra independencia llegue a su plenitud en homenaje a nuestros próceres.

 

 Pero para hacer realidad en forma permanente y definitiva esa voluntad de soberanía, se requiere impulsar específicamente dos políticas, una en el ámbito interno y otra en el internacional. En la política interna es indispensable hacer una reforma agraria profunda, a fin de socavar la base social y económica de la oligarquía latifundista, sustento de los grupos narcoparamilitares que desangran a toda la sociedad colombiana, pero de manera particular a los sectores empobrecidos. En política exterior, se requiere llevar a cabo cuanto antes el desmantelamiento de las bases militares yanquis y la inmediata salida de Colombia de la OTAN.  Dicho sea de paso, otro tanto debe hacer Xiomara Castro en Honduras, impulsando una reforma agraria y el desmantelamiento de las bases militares yanquis en Palmerola.

 

  Por todo lo cual,  el proyecto político impulsado por Gustavo Petro ha tenido de inmediato repercusiones que van más allá de las fronteras colombianas; con lo que se  demuestra, una vez más, que el proceso de liberación que se lleva a cabo en múltiples latitudes de Nuestra América responde a una coyuntura "histórica", como lo prueban las victorias electorales de los movimientos progresistas en Honduras, Chile, Perú, Bolivia y Argentina; lista en la que no se pueden omitir las protestas en Ecuador, encabezadas por organizaciones indígenas, pero que han alcanzado dimensiones nacionales y cuyos rasgos insurreccionales  son patentes; igualmente cabe mencionar  las multitudinarias  manifestaciones obreras en  Panamá y Uruguay. Todo lo cual no es más que la expresión, a nivel político y social, de la gravísima crisis económica y social que vive nuestra región, causada por las políticas neoliberales y recientemente agravadas por la pandemia; ambas causas han aumentado el número de empobrecidos en 27 millones, equivalente a un 30% de la población.

 

 Los gobiernos que de aquí resulten no son ajenos, aunque en contextos muy diferentes, a los procesos revolucionarios que los han antecedido en Cuba en el siglo pasado y en Venezuela a inicios del presente.  Sin embargo, hay que destacar que el detonante inmediato de estos cambios recientes es el México de Andrés Manuel Obrador, cuya influencia regional e, incluso internacional, se debe a sus innegables dotes de estadista, pero también al hecho de que México es el país fronterizo con el Imperio y el más grande de América Latina después de Brasil. López Obrador logró dividir a la gran burguesía criolla haciendo que un sector lo apoyara, ese sector que comprendió que no puede hacer negocios si se desmantela el Estado Nacional; otro tanto han hecho Petro en Colombia, Boric en Chile y, más recientemente, Lula en Brasil, con lo que éste consolida su condición de favorito para ganar las elecciones del próximo octubre. 

 

Un grito emancipatorio resuena en todos los rincones de Nuestra América. Nuestros pueblos se lanzan con ímpetu indetenible a recorrer el sendero de su plena emancipación. !Bolívar, Juanito Mora y Martí viven!     

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