El Centro supo ser
cristiano, al discernir qué era lo justo y lo necesario, al comprender que la
praxis es primero y la teología es acto segundo, al seguir al Jesús liberador,
al ser pueblo acompañando al pueblo.
Fernando
Martínez Heredia / Rebelion
Fotografía tomada de La Jiribilla |
Entonces se organizaron
estos cristianos como movimiento social, actuaron al servicio de los problemas
de las comunidades y de la nación, discutieron los problemas fundamentales del
país y levantaron su voz como cristianos cubanos. Y cuando vino la prueba
tremenda de los años noventa, el Centro desplegó iniciativas muy valiosas y
cumplió papeles muy relevantes, en medio de una crisis material, de la calidad
de la vida y del prestigio del socialismo, que amenazaba la existencia misma de
la nueva sociedad de justicia y libertad que entre todos habíamos creado. Las
caravanas de Pastores por la Paz, la ayuda a la construcción de viviendas en
los barrios, los seminarios socioteológicos, los talleres de Educación Popular,
fueron algunas de las respuestas primeras a los nuevos retos. La guagua
amarilla en la calle era un símbolo de la decisión de pelear por la vida de las
cubanas y los cubanos, y una señal del crecimiento de la Revolución frente a
los enemigos, que brindaba alimento espiritual a todos y alzaba a los que
sentían desfallecer la fe.
El Centro supo ser
cristiano, al discernir qué era lo justo y lo necesario, al comprender que la
praxis es primero y la teología es acto segundo, al seguir al Jesús liberador,
al ser pueblo acompañando al pueblo.
He tenido la fortuna de
compartir los sueños y los afanes del Centro Martin Luther King desde su
nacimiento, porque había entablado antes una amistad de compañeros con el
pastor Raúl Suárez, un hijo dilecto del pueblo, o de Dios, que es lo mismo. No
me toca hoy hablar de él, lo he hecho además hace poco, para prologar Para
avivar el espíritu, un libro de textos suyos; básteme repetir aquí que Raúl
ha sido y es el alma, el fundador y el director del Centro. Nuestra amistad se
anudó en los días en que echaba mi vida en el torrente de la Revolución
sandinista, el gran movimiento popular que ayudó a responder bien la pregunta
del teólogo de América Latina: “¿del lado de quién está Cristo?”, en la tierra
en que un poeta combatiente firmó con sangre aquel verso suyo: “ahora vamos a
vivir como los santos”. Aprendí a querer y admirar más a Raúl en los tiempos de
la rectificación y en los tiempos de la gran crisis, y me place mucho recordar
tantas tareas y tantas discusiones, y agradecer que me permitieran participar
siempre como un hermano. Recuerdo, por ejemplo, que escribí el editorial del
primer número de la revista Caminos.
En estos veinticinco
años, el Centro Martin Luther King ha levantado una obra extraordinaria y se ha
ganado un lugar en el corazón de las cubanas y los cubanos, y un prestigio muy
sólido entre las instituciones de nuestra sociedad. El que intente siquiera
sintetizar los tipos de trabajos que ha emprendido, los encuentros entre
personas que ha propiciado, los servicios que ha prestado, su presencia en
tantos escenarios, tendría que utilizar muchas horas para hacerlo. No se han
cansado nunca los hermanos y hermanas, ni han perdido el rumbo. Al arribar a
este aniversario en el año 2012, el Centro es una entidad destacada y tiene una
formidable capacidad de desplegar actividades. Pero más que celebrar, hoy es
necesario advertir que esas cualidades implican que el Centro tiene ante sí
pesados deberes, quizás mayores que nunca antes.
Estamos viviendo un
momento de disyuntivas que no muestran abiertamente sus sentidos últimos, pero
pueden desembocar en un tiempo de decisiones. Junto a la más firme resistencia
al imperialismo norteamericano –el gran enemigo de la humanidad y del
planeta--, y a los saberes que reafirman a la mayoría de la gente del pueblo en
su confianza y apoyo a la dirección máxima de la Revolución, se agrandan
diferencias y desigualdades en la calidad de la vida entre sectores de nuestra
población, algo que se había vuelto inconcebible desde el triunfo
revolucionario. Algunos de los valores forjados en el proceso liberador están
en crisis, y ha crecido la conservatización de la vida social. Conviven los más
limpios esfuerzos al servicio de la colectividad, los ideales revolucionarios
socialistas y la laboriosidad honesta con la apelación desmedida al egoísmo, el
individualismo, al “te doy y me das”, al interés individual. La corrupción, la
inercia y el burocratismo amenazan corroer o impedir iniciativas y campañas por
el desarrollo económico y social del país que signifiquen bienestar y
distribución justa de la riqueza para todos. En el seno de la sociedad cubana
se libra un gigantesco conflicto cultural entre el socialismo y el capitalismo.
Esta situación le plantea
un extraordinario desafío al Centro Martin Luther King, como a todas las demás
instituciones y a todos los cubanos y cubanas. ¿Qué sociedad saldrá de este
trance tan complejo y difícil? ¿Sucumbirá la Cuba de Martí y de Frank a la
guerra cultural que nos hace el capitalismo para convencernos de que la única
manera de vivir, pensar y sentir es la que nos propone? ¿Nos levantaremos una
vez más por encima del cálculo de lo que es posible, que siempre ha militado en
contra nuestra, y abriremos el camino a la conquista de toda la justicia, el
bienestar y las oportunidades para todos? Este Centro está en mejores
condiciones que muchos para actuar a favor de la segunda opción, porque ha
desarrollado instrumentos, estrategias y pensamiento capaces para participar en
esa batalla, y posee una conciencia plena de lo que está sucediendo. Frente a
la decadencia de ideales que nos amenaza, el vigor espiritual de estas hermanas
y hermanos organizados puede desempeñar un papel muy importante en las tareas
de hacer avanzar la esperanza y la vocación de unirnos para reconstruir y
fortalecer la conciencia que eche decisivamente hacia adelante la formación de
personas solidarias y entregadas al bien común, y la organización social que
haga invencibles sus prácticas.
Por ese camino anda el
Centro, y teje redes de las que se hablará, para que suceda el milagro de una
pesca multiplicadora. Estoy seguro de que el Centro Martin Luther King no
cejará ni se detendrá, y buscará metas cada vez más altas, y en esa caminata se
llegarán a juntar los hechos y los sueños.
¡Felicidades a todas y a
todos en este vigesimoquinto aniversario!
No hay comentarios:
Publicar un comentario