Causa pena ajena
escuchar al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, decir con
resignación que no hay alternativas al ajuste fiscal y el recorte presupuestario
impuesto por los banqueros europeos. Se equivoca el señor Rajoy: ¡Sí es posible
dar un golpe de timón al rumbo neoliberal y sí es posible construir
alternativas políticas, económicas y culturales al sistema de dominación! Esa
es la lección de América Latina para el mundo.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El 1º de mayo, miles de trabajadores protestaron en España contra el ajuste neoliberal del gobierno de Mariano Rajoy y las autoridades de la UE. |
Las
manifestaciones de las y los trabajadores el pasado 1º de mayo, algunas de
ellas de proporciones inéditas, como por ejemplo las efectuadas en España (1
millón de personas en 80 ciudades), Grecia (80 mil en Atenas), Alemania (400
mil personas en todo el país) e incluso en ciudades latinoamericanas como
Santiago de Chile (40 mil personas), han dejado un registro fehaciente de las
repercusiones sociales de la actual crisis del capitalismo: lo que parecía
impensable hace apenas unos lustros, cuando el modelo europeo y el modelo
chileno exhibían sus éxitos macroeconómicos y ostentaban el triunfo de la
cultura neoliberal del consumo, hoy se revierte en inequívocos signos de
malestar e indignación popular, y de agotamiento de un modelo de desarrollo
basado en la explotación intensiva del capital, del recurso humano y de la
naturaleza.
Precisamente,
el agotamiento de ese modelo, el del maldesarrollo
que hemos señalado en otra ocasiones, tiene en el
deterioro de las condiciones laborales y,
en consecuencia, en el aumento de la pobreza, dos de los indicadores más
claros de la violencia estructural que sufren las sociedades más afectadas por
los rigores de la crisis. No en vano, la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) diagnostica como desolador el
panorama del mundo del trabajo para los próximos dos años. A la vista de los
datos, quizás sea una valoración demasiado cautelosa.
Según la
OIT, actualmente unos 200 millones de personas en todo el mundo se encuentran
sin empleo, y de estos, 75 millones tienen edades entres 15 y 24 años. Esta
tendencia se mantendrá en los próximos años, con una tasa estimada de desempleo
del 6,2% en 2013, que “continuará creciendo hasta alcanzar los 210 millones para
el 2016” (Prensa Latina, 29-04-2012).
Estos
elevadísimos niveles de desempleo tienen su correlato en el aumento de la
pobreza y de la desigualdad en la distribución de la riqueza: por un lado, la
OIT estima que “900 millones de hombres y mujeres en edad de trabajar no ganan
lo suficiente para mantener a sus familias arriba de la línea de pobreza,
marcada por un ingreso de dos dólares al día”; y por el otro, el organismo
señala que “en los últimos 15 años, en dos terceras partes de los países para
los que existe información el ingreso total de los hogares más ricos creció a
una mayor velocidad que en los situados en la parte baja de la pirámide”. (La Jornada, 22-04-2012).
El futuro
desolador que prefigura el informe de la OIT se parece cada vez más al presente
inmediato en Europa: la Oficina de Estadística de la Unión Europea (Eurostat)
informó en días pasados que el desempleo en la zona euro alcanzó, en el mes de
marzo, su nivel más alto desde 1999: 10,9%, es decir, 24,7 millones de
personas. Y son los países del sur de
esa porción del Primer Mundo los principales afectados: en España, la
desocupación golpea casi a un cuarto de la población (24,1%) y en Grecia al
21,7%; lo que contrasta con la situación en el norte, centro de poder de la economía europea, donde los índices
son mucho mejores: en Holanda y Alemania, el desempleo es del 5% y 5,6%
respectivamente (El Clarín, 03-05-2012).
Para
América Latina, que vivió en décadas recientes la brutal experiencia del ajuste
estructural y la tiranía del mercado, y que logró pasar de la resistencia
popular a la construcción de diversas alternativas y estrategias
posneoliberales, lo que ocurre en Europa no resulta extraña: allí está en
marcha, tal y como se aplicó en nuestras tierras, un proceso de reconquista por
parte del neoliberalismo financiero, que hoy se vuelve contra los pueblos y
humilla a una clase política orgullosa y arrogante, que todavía no hace mucho
impartía lecciones de civilización y democracia al resto del planeta –en
especial a sus viejas colonias- y que ahora, afincada en el sentido común de los tiempos que corren,
no es capaz de mirar tan siquiera un palmo más allá del orden capitalista y de
las imposiciones de los organismos financieros internacionales.
El analista
León Bendesky, en un artículo publicado en La Jornada de México, retrata bien esta situación, cuando
explica que “en la Unión Europea se ha constituido una verdadera cofradía de
ajustadores y no precisamente de cuentas financieras como quieren presentarse,
sino de la sociedad misma. El ajuste presupuestal –muy inequitativo– es el
instrumento, la población es la materia en la que se manifiesta”.
Por eso
causa pena ajena escuchar al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy,
cuando intenta justificar el programa de ajuste impuesto por los banqueros
alemanes y los recortes al presupuesto
de gasto público, y dice con resignación que no hay alternativas. Se
equivoca el señor Rajoy: ¡Sí es posible dar un golpe de timón al rumbo
neoliberal y sí es posible construir alternativas políticas, económicas y
culturales al sistema de dominación!
Pero esas
salidas no pueden encontrarlas los responsables de la actual crisis: si algo
enseña nuestra América al mundo, es que esas alternativas y esos cambios
solamente pueden ser forjados desde abajo,
con la participación política directa de los ciudadanos, los movimientos
sociales y las fuerzas progresistas. Revolución y emancipación son el ritmo y
la clave cultural que marcan el paso de las transformaciones.
Los pueblos
europeos pueden cobijarse bajo la resignación que pregonan sus gobernantes y
esperar que el dios mercado resuelva providencialmente la crisis para que todo
siga igual… hasta el fin de los tiempos. O pueden despertar y actuar: que sea
esto último. Y que sea pronto. El viento sopla a su favor.
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