Marcelo Colussi
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
Para el ojo imperial, todos somos sospechosos (ilustración de Magu para La Jornada) |
Algunos años atrás, luego de los atentados contra las
torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York en el año 2001, el gobierno
estadounidense lanzó el Acta Patriótica como inicio de lo que en ese momento la
administración Bush llamó "guerra total contra el terrorismo". Así se
pusieron en marcha: 1) las llamadas guerras preventivas, y 2) el control –por
cierto anticonstitucional– de su propia población.
En nombre de la "defensa de la patria" se pisoteó
la soberanía de todos los países del mundo, pasando por encima de la
Organización de Naciones Unidas, comenzándose una serie de invasiones a países
supuestamente "focos de terroristas" (en realidad: grandes reservas
de petróleo, de gas, de agua dulce o de campos de amapola, con la que se
elabora la heroína –de la que la DEA es el principal cartel traficante–). Y en
lo interno, siempre con esa arrogante política de corte fascista, se
conculcaron derechos históricos de la población estadounidense, haciendo de
cada ciudadano un posible objeto de espionaje sujeto eternamente a control.
En esa lógica, convirtiendo a la humanidad completa en
"sospechosa", se desarrolló la iniciativa TIA: Total Information Awareness, en inglés (traducida como
"Conocimiento total de la información"), también conocida como Terrorism Information Awareness (Conocimiento
de la información sobre el terrorismo). El programa formó parte de la Ley de
Seguridad Nacional y, tras su creación en enero de 2003, fue gestionado por la Defense Advanced Research Projects Agency
(DARPA). Para ello, la DARPA inició la adjudicación de contratos para el diseño
y desarrollo de los componentes del sistema TIA en agosto del 2002, por medio
de muchas empresas contratistas (por ejemplo: Booz Allen Hamilton, donde luego
trabajaría Edward Snowden, el controversial técnico que recientemente develó
algunos secretos del ciberespionaje). Al hacerse público el proyecto, muchas
organizaciones de derechos humanos y defensa del ciudadano alzaron la voz,
protestando ante esa grosera intromisión del Estado en la privacidad de cada
estadounidense. Ello trajo como consecuencia que el Congreso se viera forzado a
detener el programa, dejándolo de financiar. Pero poco tiempo más tarde, hacia
el 2006, diversas filtraciones a la prensa informaron que el software
desarrollado se había desplazado a otras agencias de espionaje, en particular
la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). En otros términos, ahora no existe el
proyecto TIA, pero sí sus elementos fundamentales, que son utilizados a diario
por las agencias federales de control.
Unos años atrás, no muchos, todo esto parecía una loca idea
de ciencia-ficción, propia de un drama orwelliano; hoy día ese panóptico
universal es una realidad: sistemas de control absoluto de la población
planetaria. Ese control, debe aclararse, tiene dos vías: por un lado, las
empresas disponen de toda la información necesaria para afinar sus estrategias
de mercadeo (¿qué le gusta a cada persona?, ¿qué necesita?, ¿cuáles son sus
debilidades?, ¿qué compra habitualmente?, ¿qué ofrecerle?). Por otro lado, las
agencias gubernamentales de espionaje pueden examinar todos los datos de la
vida de cada ciudadano, estableciendo el grado de "peligrosidad" que
representa para el sistema.
El engendro surgido con la administración Bush se concreta
hoy día, con otro nombre pero con similares objetivos. El mismo complementa –y
supera con creces– la Red Echelon (compleja trama de espionaje mantenida
igualmente por los Estados Unidos y algunos de sus socios, consistente en un
tejido de antenas, estaciones de escucha, radares y satélites, apoyados por
submarinos y aviones espía, unidos todos a través de bases terrestres, y cuyo
objetivo es controlar todo tipo de comunicaciones mundiales, entre las que se
encuentran correos electrónicos, envíos de fax, comunicaciones por cable, por
satélite, transmisiones radiales, conversaciones telefónicas).
El dispositivo en cuestión permite a la potencia hegemónica
mantener un espionaje total, continuo y avasallador no sólo de las
comunicaciones –parte medular de lo que desean controlar, y que de hecho ya
está haciendo– sino también de las transacciones financieras, los registros de
vuelo, las declaraciones de impuestos, la venta de paquetes accionarios, los
movimientos de tarjetas de crédito, los archivos médicos de la población
mundial. En definitiva: una forma de control absoluto de cada ser humano sobre
la faz del planeta; control que se ejerce no sólo sobre sus comunicaciones sino
–esto es lo aterradoramente novedoso que comenzó a desarrollarse con TIA– sobre
sus características biométricas (el tramado del iris, las huellas dactilares,
la voz, sus hábitos motores como la forma de caminar), todo lo cual permitirá
un monumental banco de datos universales que posibilitará a los agentes de
inteligencia buscar y hallar por satélite a una persona en cualquier lugar del
mundo y con una velocidad pasmosa.
En otras palabras: estamos ante el fin de la vida privada
de la humanidad, ante un dios omnipotente que –sin ningún lugar a dudas– lo
sabrá todo. A partir de este super cerebro omniabarcativo, todos pasamos a ser
un número más de una lista; nuestras vidas quedan en sus manos.
Rápidamente explicado, estos sistemas del que TIA fue el
precursor –desarrollado en ese entonces por el Comando de Inteligencia Naval de
los Estados Unidos– consisten en una combinación de tecnologías de punta del
campo de la informática (entre las que se cuenta una monumental base de datos
que permite almacenar información personal de los más de 7.000 millones de
habitantes actuales del planeta, incluyendo vídeos, fotos y parámetros
biométricos de cada ingresado al programa), con la capacidad de localización
por satélite e identificación de seres humanos a distancia por medio de las
características biométricas almacenadas. En otros términos: un espía global del
que nadie, absolutamente nadie se puede escapar.
Apoyan y complementan la iniciativa un traductor universal,
que puede convertir instantáneamente en texto una grabación de voz, capaz de
intervenir conversaciones telefónicas en cualquier parte del mundo, así como un
sistema para "interpretar" las relaciones entre distintos sucesos
aislados o que, aparentemente no tienen conexión. Éste detecta patrones comunes
en la actividad de diversas personas, grupos, empresas, movimientos
financieros, viajes, compras; es decir: cualquier movimiento que se quiera
investigar.
Sumados todos estos elementos, el complejo mecanismo de
espionaje –en palabras de Steven Wallach, antiguo ejecutivo de la empresa
Hewlett-Packard y que fuera consejero del presidente Bush cuando nació la idea
algunos años atrás– "podrá asociar
una foto de Malasia tomada por un satélite con una llamada realizada en
Francfort y con un depósito bancario en Pakistán, para luego relacionar todos
esos elementos con algo que pasará en Chicago". Y obviamente,
permitiendo actuar en consecuencia.
Lo que acaba de revelar el técnico Edward Snowden (¿ataque
de conciencia y remordimiento personal?, ¿jugada preparada con agenda oculta?,
¿distractor?) es parte de un largo proceso de control que el gobierno de
Washington viene realizando. El proyecto TIA, amparado en el Acta Patriótica
que aprobaron los republicanos luego de los atentados del 11 de septiembre, no
prosperó tal como fue concebido en su momento; pero los mecanismos de control
sí. No importa con qué nombre actúan; lo importante es que actúan. El
ciberespionaje es un hecho.
PRISM: una
herencia de TIA
Las
explosivas declaraciones que hiciera recientemente Snowden permiten ver que los
programas diseñados hace una década atrás en la administración Bush, hoy día
son una realidad, no importando qué partido gobierne en la Casa Blanca. Según
aseguró el ahora ex agente, el programa de la NSA no se limita a la recolección
de datos sobre la inteligencia extranjera, sino que también actúa sobre todas
las comunicaciones que transitan dentro de Estados Unidos. En ese sentido, el
programa PRISM es la más brillante creación del espionaje de Washington. Todos,
absolutamente todos estamos controlados, vigilados, espiados.
El
centro de operaciones principal para la vigilancia digital está en el Estado de
Utah, cerca de la pequeña ciudad de Bluffdale, en el condado de Salt Lake. Allí
se alza un complejo de hormigón que, en apariencia, no tiene nada de especial.
Pero está fuertemente custodiado. Una línea de alambre de púas lo aísla del
exterior. Y ahí comienzan las interrogantes. En Google Earth no aparece ninguna obra en ese sitio, sólo un campo
vacío marcado por huellas de neumáticos. Alguien, de todos modos, ha calificado
el lugar con el sugestivo nombre de "Centro de Datos de Utah". ¿Qué
hay ahí realmente?
En un artículo
publicado por James Bradford en el Wired
Magazine en marzo de 2012, se reveló que la obra, de 2.000 millones de
dólares de costo, funcionará como mega-almacén de información digital de la
Agencia de Seguridad Nacional. Bradford sostiene que el centro cuenta con la
capacidad más grande concebida para almacenar datos de vigilancia electrónica
de todas partes del mundo: la unidad de capacidad para guardar esa información
se mide en cientos de exabytes (cada uno equivalente a más de mil millones de
gigabytes). El centro de espionaje utilizará la energía eléctrica de la pequeña
ciudad vecina para tener los servidores en marcha y millones de litros de agua
para mantenerlos frescos. Alrededor del perímetro de la construcción una serie
de sensores de detección de intrusos dará la seguridad necesaria para trabajar
tranquilos, apoyados por guardias armados. La NSA no lo niega; por el
contrario, llamándolo Centro de Datos de la Comunidad de Seguridad Cibernética
Iniciativa Nacional Integral, afirma que ayudará a proteger las redes civiles
de los ataques cibernéticos. Sin embargo, esto no es competencia de la Agencia
de Seguridad Nacional. De hecho, en su investigación Bradford afirma que el
centro se utilizará para albergar una increíble cantidad de datos
interceptados, tomados dentro y fuera de los Estados Unidos. En ello, las
llamadas redes sociales (Facebook, Twitter) son pieza especialmente importante.
Con las recientes
revelaciones de Edward Snowden, el tamaño y la monumental capacidad del centro
de datos de Utah toman sentido. Los documentos filtrados por el ex agente
detallan, entre otras cosas, un programa integral denominado PRISM, que absorbe
grandes cantidades de información personal de las empresas de
telecomunicaciones y de internet como Google, Apple y Verizon, combinándolos en
una base de datos única. Snowden afirmó, en una entrevista con el diario
británico The Guardian, que la base
de datos PRISM permite vigilar y espiar a quienquiera en cualquier parte del
mundo. La privacidad personal desaparece así: todos somos sospechosos
potenciales, todos estamos observados. El panóptico ya no es algo de ciencia
ficción: está aquí, vigilándonos.
No hay dudas que la imaginación queda corta ante tamaña
parafernalia; el poder de la tecnología es subyugante, pero al mismo tiempo
ofende a la condición humana: tanta inteligencia puesta al servicio de la
delación policial es simplemente una vergüenza en términos éticos. Lo más
probable es que este modesto artículo también sea chequeado por estos
fenomenales poderes. No sé qué grado de "peligrosidad" tendrá. Al
menos, es mi deseo, ya que escribimos en contra de todo esto, que se nos
considere con una buena nota. ¡Es lo menos que pedimos! De todos modos, esto
lleva a preguntas de fondo: con tamaños poderes que nos controlan a diario,
¿cómo es posible plantearse cambios contra el sistema dominante? Pensemos, sólo
como ejemplo, en la operación de exterminio del comandante Raúl Reyes, de las
FARC, en marzo del 2008 en plena selva y por la noche: con precisión
milimétrica se pueda matar a alguien desde el aire, no importando dónde se
esconda. El poder que parecieran detentar quienes contralan el mundo se muestra
infinito. ¿Lo será?
¿Qué hacer ante todo esto? Esconderse no, porque no es
posible. Podría parecer absurdo querer enfrentarse a tanto poder. Indudablemente
las condiciones en que quedamos los mortales de a pie ante esta nueva deidad no
son muy alentadoras: el super poder todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe. Por
tanto, siempre se nos adelantará. ¿Resignarse entonces?
La
historia no ha terminado, aunque cada vez más se escriba con las directivas del
ganador. El nuevo dios que se está pergeñando, en definitiva es un dios humano;
y como tal, falible. Aunque lo sepa todo, también tiene puntos débiles: los
hackers por ejemplo. Pero la conflictividad de base ahí está, aunque se la
espíe, se la trate de maniatar, de condicionar, de eliminar. Es cierto que hoy
no hay grandes esperanzas, porque se desbarataron con la caída del campo
socialista. Pero si hay conflictos (¡y los hay, por cierto!), la reacción de
los seres humanos siempre está ahí presente, lista para saltar, para
movilizarse. ¡Eso es la esperanza! La idea que la utopía sigue siendo posible.
Hoy día padecemos una gran parálisis en estos temas de rebelarse. Los actuales
mecanismos de hiper control nos la refuerzan; pero en tal caso es oportuno
recordar las palabras de la dirigente boliviana Domitila Barrios de Chungara: "Nuestro
enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia.
Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro".
Cerramos con la Carta que Edward Snowden escribiera
relatando su actuar con relación al ciberespionaje:
Hola.
Me llamo Ed Snowden. Hace poco más de un mes tenía familia, un hogar en el
paraíso y vivía con gran comodidad. También tenía la capacidad de buscar,
capturar y leer las comunicaciones de ustedes sin necesidad de orden judicial
alguna. Las comunicaciones de cualquier persona, en cualquier momento. Es
decir, el poder de cambiar el destino de las personas.
Es
también una grave violación a la ley. La Cuarta y Quinta Enmiendas a la
Constitución de mi país, el artículo 12 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y numerosos estatutos y tratados prohíben tales sistemas
invasivos de vigilancia en masa. Aunque la Constitución de Estados Unidos marca
como ilegales tales actos, mi gobierno afirma que veredictos judiciales
secretos, que el mundo no tiene permitido ver, legalizan de alguna manera un
acto ilícito. Esos fallos simplemente corrompen la noción más elemental de
justicia: que los actos deben estar sujetos a escrutinio. Lo inmoral no puede
volverse inmoral mediante el uso de una ley secreta.
Creo en
el principio declarado en Nuremberg en 1945: Los individuos tienen deberes
internacionales que trascienden las obligaciones nacionales de obediencia. Por
lo tanto, los ciudadanos individuales tienen el deber de violar las leyes
nacionales para prevenir que ocurran crímenes contra la paz y la humanidad.
Por
consiguiente, hice lo que creí correcto y emprendí una campaña para corregir
esos ilícitos. No busqué enriquecerme. No busqué vender secretos de Estados
Unidos. No me asocié con ningún gobierno extranjero para garantizar mi
seguridad. Lo que hice fue llevar lo que sabía al público, para que algo que
nos afecta a todos pudiera ser discutido por todos a la luz del día, y pedí
justicia al mundo.
Esa
decisión moral de revelar al público un espionaje que nos afecta a todos ha
sido costosa, pero fue lo correcto y no me arrepiento de ella.
Desde
ese momento el gobierno y los servicios de inteligencia de Estados Unidos han
intentado ponerme de ejemplo, de advertencia a otros que pudieran hablar como
yo lo he hecho. Me han convertido en un apátrida y un perseguido a causa de mi
acto de expresión política. El gobierno de Estados Unidos me ha colocado en una
lista de personas que no pueden abordar un avión. Exigió al gobierno de Hong
Kong que me repatriara dentro del marco de sus leyes, en violación directa al
principio de no represión: la Ley de las Naciones. Ha amenazado con sanciones a
los países que respalden mis derechos humanos y el sistema de asilo de Naciones
Unidas. Incluso ha dado el paso sin precedente de ordenar a sus aliados
militares detener en tierra el avión de un presidente latinoamericano, en su
búsqueda de un refugiado político. Estas peligrosas escaladas representan una
amenaza no sólo a la dignidad de América Latina, sino a los derechos
fundamentales que comparten todas las personas, todas las naciones, de vivir
libres de persecución, y de buscar y gozar de asilo.
Sin
embargo, aun a la vista de esta agresión históricamente desproporcionada,
naciones de todo el mundo han ofrecido apoyo y asilo. Estas naciones, entre
ellas Rusia, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, tienen mi gratitud y
respeto por ser las primeras en oponerse a las violaciones a los derechos
humanos perpetradas por los poderosos, más que por los carentes de poder. Al
negarse a transigir en sus principios ante la intimidación, se han ganado el
respeto del mundo. Es mi intención viajar a cada uno de esos países para
expresar en persona mi gratitud a su pueblo y sus líderes.
Hoy
anuncio mi aceptación formal de todas las ofertas de apoyo y asilo que me han
extendido y todas las demás que se me hagan en el futuro. Con, por ejemplo, la
garantía de asilo ofrecida por el presidente Maduro de Venezuela, mi estatus de
asilado ya es formal, y ningún Estado tiene fundamento para limitar o
interferir con mi derecho a disfrutar de ese asilo. Sin embargo, como hemos
visto, algunos gobiernos de los estados de Europa occidental y Norteamérica han
demostrado disposición a actuar fuera de la ley, y esa conducta persiste hoy.
Esta amenaza ilegal me hace imposible viajar a América Latina y disfrutar del
asilo que me ha sido concedido allá de conformidad con nuestros derechos compartidos.
Esta
intención de estados poderosos de actuar en forma extralegal representa una
amenaza para todos nosotros, y no se debe permitir que la lleven a cabo. En
consecuencia, solicito la ayuda de ustedes para exigir garantías de
salvoconducto a las naciones relevantes para asegurar mi traslado a América
Latina, así como solicito asilo en Rusia hasta el tiempo en que esas naciones
accedan a cumplir la ley y permitan mi traslado legal. Presentaré hoy mi
solicitud a Rusia, y espero que la respuesta sea favorable.
Si
tienen alguna pregunta, contestaré lo que pueda.
Gracias.
Publicado
originalmente por Reader Supported News (http://readersupportednews.org/opinion2/
277-75/18387-it-was-the-right-thing-to-do)
Traducción:
Jorge Anaya
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