¿Francisco en ruptura con sus predecesores, tenderá puente
para reconciliarse con el progresismo católico latinoamericano? Estaríamos ante
nuevos énfasis en una agenda más social basada en la opción por los pobres y defensa
de los derechos humanos? Interrogantes ante la visita del Papa a Brasil.
Bernardo Barranco
V. / LA JORNADA
El Papa Francisco durante su visita a Brasil. |
La visita del papa Francisco a Brasil ha generado
expectativas en sectores progresistas de la Iglesia no sólo brasileña sino
latinoamericana. Francisco parecería haber dado señales para animar a los actores
de la Iglesia comprometidos con las causas populares. Francisco, al ser elegido
Papa en marzo, y adoptó su nombre como homenaje a Francisco de Asís, el mensaje
fue interpretado atrevido y en ese momento desconcertante. Un jesuita que asume
el nombre del fundador de la orden franciscana, resultó en su momento inusual y
provocador. Que el cardenal Jorge Bergoglio haya optado por el nombre de
Francisco, ícono de la pobreza espiritual en la historia de la Iglesia, lo ha
venido refrendado con sus gestos dando énfasis a la desigualdad social en sus
discursos y sus acciones, recordemos que lavó los pies de los jóvenes
delincuentes en la semana de Pascua,
criticó el uso de coches de lujo por parte de sacerdotes, dio un
discurso contundente sobre el trabajo forzado y explotación en semiesclavitud
de los migrantes.
El teólogo Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la
Liberación, señaló que sólo querer una Iglesia pobre para los pobres es ya todo
un programa. Pareciera que flotan nuevos aires de apertura y de respiro al ala
más progresista de la Iglesia católica del continente, que vio su influencia
disminuir dramáticamente por la feroz represión que los dos últimos Papas
ejercieron y también al avance de los grupos católicos y evangélicos carismáticos
en las últimas décadas.
No sólo los discursos están plagados de nuevas actitudes
por parte del Papa, sino que ha contribuido para destrabar el proceso de
beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo salvadoreño asesinado
arteramente por comandos de la ultraderecha por su postura de defensa de los
derechos humanos. Romero es todo un símbolo del progresismo católico
latinoamericano.
Leonardo Boff, otro de los precursores de la Teología de
la Liberación, quien fue condenado al
silencio por el papa Juan Pablo II y por el entonces cardenal, guardián de la
fe, Joseph Ratzinger, ha sido uno de los más entusiastas promotores del papa
Francisco desde su elección pontificia. Al grado de afirmar que el nuevo Papa
será portador de una nueva primavera eclesial. Sin embargo, es cauto para
identificarlo plenamente con la Teología de la Liberación, señalando: Muchos se
han preguntado si el actual papa Francisco, como proviene de América Latina, es
un seguidor de la teología de la liberación. Esta pregunta es irrelevante. Lo
importante no es ser de la teología de la liberación sino de la liberación de
los oprimidos, de los pobres y de los que sufren injusticia. (2013-04-28).
Recordemos que la Teología de la Liberación es uno de los
fenómenos sociales y religiosos más importantes de la región, que convivió
entre los años 60 y 80 con las dictaduras militares. Es fruto de las reformas
conciliares y de las asambleas episcopales latinoamericanas de Medellín 1968 y
Puebla 1979. Pero más que una reflexión o un discurso sobre Dios, la teología
latinoamericana se convirtió en un vasto, diverso y complejo movimiento social
en casi todos los países. Posicionó, en cierto sentido, a las iglesias
católicas latinoamericanas en la defensa de los derechos humanos, la opción
preferencial por los pobres y la confrontación contra las injusticias sociales.
En este ciclo, el compromiso social de los cristianos y sus organizaciones,
como las comunidades de base, alienta a ciertos actores religiosos para
adquirir peso social y relevancia, entre otros muchos destacamos las figuras
que con el tiempo se han vuelto en personajes míticos como Hélder Cámara, José María Pires, (Brasil),
Óscar Arnulfo Romero (El Salvador), Leonidas Proaño (Ecuador), Raúl Silva
Enríquez (Chile) y Samuel Ruiz (México) entre muchos otros.
Bajo el pontificado de Juan Pablo II, influenciado por las
polarizaciones ideológicas de la guerra fría que vivió en carne propia, incidió
para que desde Roma, el Vaticano ratifique un nuevo tipo de centralidad romana,
imponiendo disciplinas internas, realineando las fuerzas centrífugas que
podrían llegar a amenazar la identidad. En América Latina es conocido
ampliamente cómo se opera un proceso de represión interna marginando a los
teólogos, nombrando obispo conservadores, y se minaron los ensayos pastorales.
La confrontación entre Roma y los teólogos ha sido otro signo característico de
la mancuerna Wojtyla-Ratzinger. Juan Pablo II manifiestó serias dudas sobre el
papel del teólogo, y le exigió una función de obediencia y sumisión, en detrimento
del discernimiento y la búsqueda de nuevas fronteras. Durante el Sínodo Romano
de 1990, el Papa expresó en la apertura solemne que el teólogo ejerce su
ministerio por mandato de la Iglesia y colabora con el obispo en su deber como
maestro.
Muchos argentinos sostienen que la teología del papa
Francisco está marcada por la desarrollada por el teólogo italo/argentino Lucio
Gera (1924-2012) La reflexión de Gera es
la teología de la cultura, la teología popular de la cultura muy cercana
a posiciones peronistas y prima hermana de la teología de la liberación. Muchas
de las convicciones profundas de Francisco, tienen una especial resonancia del
discurso peronista: el pueblo más que los individuos, los pobres como
interlocutores con una cultura propia, la importancia de una identidad
nacional, una cierta eclesialidad patriótica.
José María Poirier Lalanne, director de la famosa revista argentina Criterio afirma: El pensamiento de
Bergoglio coincide con el de Lucio Gera, no el Gera de principios de los años
70, sino el de Puebla, en 1979. La idea fundamental era que el pueblo, más que
los individuos, sería el verdadero sujeto de la historia y, por lo tanto, de la
liberación integral. Era el pueblo de la nación, como encarnación particular
del Pueblo de Dios.
La gran interrogante queda ahí planteada. ¿Francisco en
ruptura con sus predecesores, tenderá puente para reconciliarse con el
progresismo católico latinoamericano? Es significativo que el vaticanista
Sandro Maggister haya registrado no sólo las señales y gestos de Francisco,
sino sus silencios. Especialmente sobre la homosexualidad, los nuevos
matrimonios y la biogenética. Estaríamos ante un Papa que podría empezar a matizar y no ser tan enfático en la agenda
moral y ética social de la Iglesia que ha venido siendo el polo central de las
confrontaciones con la sociedad moderna. Y de sus principales fracasos.
¿Estaríamos ante nuevos énfasis en una agenda más social basada en la opción
por los pobres y defensa de los derechos humanos?
Otra señal que de concretarse podría significar una nueva
ruta. El País publica que el Papa
estaría dispuesto a encontrarse con Leonardo Boff. Y que al llegar a Río, pidió
un ejemplar del último libro del rebelde Boff, titulado Francisco de Asís y Francisco de Roma, en el que analiza la ruptura
que este Papa está llevando en la Iglesia con una vuelta a los orígenes del
cristianismo. Estos días despejaremos el verdadero rostro y la intención real
del nuevo Papa en visita a Brasil.
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