Portillo regresará a Guatemala como
el ex presidente que goza mayor popularidad y por lo tanto en un año
electoral gravitará significativamente en el escenario político guatemalteco.
Dos de los partidos que encabezan las encuestas (Lider y Patriota) ha declarado
solemnemente que no lo aceptarían en sus filas. Pero hay varios partidos que
con gusto lo harían porque saben que aumentaría su potencial electoral.
Desde
Puebla, México
He leído en un artículo de Juan Francisco Reyes, quien fuera
el vicepresidente de Alfonso Portillo y
su leal amigo, que el ex presidente de Guatemala regresará a su patria el
miércoles 25 de febrero. Terminará así el viacrucis del único mandatario que yo
me acuerde (fuera de Manuel Estrada Cabrera) que ha sido encarcelado por
motivos relacionados con su gestión
gubernamental. Regresará de Estados Unidos de América, lugar en el cual cumplió
la última parte de su condena que en total lo tuvo en encierro cinco años y un
mes. Ha pagado pues los delitos de corrupción, peculado y lavado de dinero de
los que fue acusado.
No simpaticé nunca con el gobierno de
Alfonso Portillo. Aunque soy lo
suficientemente avezado para advertir que en el mismo hubo antiguos militantes
de la izquierda revolucionaria -algunos de ellos queridos amigos míos-, que
eran portillistas y no necesariamente vinculados al partido de Efraín Ríos
Montt, siempre consideré inaceptable participar en un gobierno surgido a la
sombra del mayor genocida en la historia del país. Fue el gobierno de Portillo uno que mantuvo una distancia con la parte
más poderosa de la clase dominante en Guatemala. Portillo enarboló un discurso antioligárquico, verbalmente crítico del neoliberalismo, aumentó salarios
anualmente a los trabajadores (el salario mínimo subió un 40% en su período),
concedió en usufructo a la Academia de Lenguas Mayas el Canal 5 de televisión,
dejó de nombrar en los cargos del gabinete económico a representantes de la
cúpula empresarial, permitió importaciones que afectaron a grandes productores del
país (cemento, azúcar, pollo, cerveza), intentó una reforma fiscal que buscaba
evadir la evasión pero castigaba al consumo también. Por todas esas medidas se ganó el ataque
frontal del gran capital. Justo es agregar que su gobierno fue corrupto. Que
empoderó a la logia mafiosa de ex militares genocidas conocida como la Cofradía
y que su gobierno fue descertificado por los Estados Unidos de América por su ineficaz combate al narcotráfico. Pero
el gobierno de Portillo no se diferencia mucho de los que le antecedieron y los que le
sucedieron.
He aquí pues las razones por las cuales el
establishment guatemalteco impuso una guerra mediática y se convirtió en algo
políticamente correcto atacar al presidente incluso después de terminar su
mandato. Portillo se convirtió en la encarnación de la corrupción, vesanía,
alcoholismo, concupiscencia. Su vicepresidente fue encarcelado e igualmente su
ministro de finanzas. Y todo esto tiene un inconfundible tufillo oligárquico.
Pero la cúspide empresarial que tanto lo ha atacado, al parecer dista mucho de
haberse librado de él. Regresará a Guatemala
como el ex presidente que goza
mayor popularidad y por lo tanto en un año electoral gravitará significativamente
en el escenario político guatemalteco. Dos de los partidos que encabezan las
encuestas (Lider y Patriota) ha declarado solemnemente que no lo aceptarían en
sus filas. Pero hay varios partidos que con gusto lo harían porque saben que
aumentaría su potencial electoral.
Para bien o para mal, Alfonso Portillo
regresa a Guatemala convertido en un Ave Fénix.
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